viernes, octubre 26, 2012

¡No me lo van a creer!

Esta insana costumbre de "los viernes de la SEP" simplemente me desquicia. Es una bonita tradición de las escuelas capitalinas en la cual todos los viernes fin de mes realizan una junta de consejo técnico y bajo ese pretexto suspenden clases. Así pues, el día de hoy nos despertamos un poquitín más tarde que de costumbre y fuimos a dejar a Mami a sus clases. A mitad de camino, Mami se acordó que también tenía una conferencia con la feminista Amalia Fisher. Anita quería que fuéramos juntas así que aleccionamos al par de bodoques en lo que iba a suceder.
Primero, Mami entraría a clases y Mamá, Diego y Santiago esperarían una hora afuera. Yo aproveché para llevarlos a retozar al jardín. Diego estuvo tirando flechas con el arco que se ganó en la Feria del Mole y Santiago estuvo aventando burbujas. Luego me los llevé a la cafetería a que almorzaran un hot dog y una lechita. De ahí, fuimos al salón donde sería la conferencia y como el Q siempre está equipado, descubrimos que llevábamos un par de libros para colorear y una caja de crayolas. Así fue como armados para la guerra, estuvimos oyendo la plática que duró casi dos horas. Diego y Santiago se portaron ¡ESTUPENDO! Yo sé que la gente de Monterrey no nos lo creerá, pero estuvieron concentrados iluminando el libro y en el caso de Santiago haciendo sumas y restas. Ok, sí, Santiago pidió ir al baño, pero lo hizo tranquilo, sin gritar, ni interrumpir ni nada. Creo que después de 6 años por fin captaron que, aunque las conferencias no es el espacio ideal para la inquietud de los niños, ellos deben guardar silencio y estarse quietos. De verdad, estoy sorprendida y ni yo me la creo. Porque además de eso, cuando terminó la conferencia, Ana tuvo que regresar a clases y nos dejó esperando afuera de su salón en un pasillo en el cual, créanlo o no, primero regañaron a un grupo de adultos que hablaba en voz alta. Y digo primero por no decir ÚNICAMENTE, porque mis hijos siguieron coloreando, haciendo dibujos, platicando en voz baja y cuando se cansaban podían pasear por el edificio con DOS CONDICIONES que acataron a la perfección: No correr y no gritar.
Claro que hice un par de cosas para despejarlos. Fuimos al carro a dejar los suéteres. Fuimos a comprar un chocolate caliente. Fuimos al baño. Estiramos las piernas. Cuando Mami salió de clases ya eran las 2 de la tarde, así que fuimos al comedor de la UAM en donde también se portaron bien, aunque ya más relajados, sin tener que conservar la postura solemne. Terminamos de comer y nos trepamos al carro. Yo comenté un par de cosas con Ana sobre la conferencia y empecé mi frase con: "lo que más me gustó de la conferencia fue..." y en eso me interrumpió Santiago: "lo que más me gustó de la conferencia fue que hablaron de todas las mujeres, blancas, negras, indígenas". Ana y yo nos quedamos con la boca abierta y coincidimos en que algo no concuerda con la versión de la maestra de la escuela. Santiago SI se puede concentrar, sí puede estar sentadito y sobre todo SI PONE ATENCIÓN!
En fin, hoy fue un buen día y estoy muy orgullosa de que mis monstruos ya no son esos torbellinos que molestaban a la gente en eventos de ese tipo.

1 comentario:

Gloria dijo...

Es innevitable que los monstruos se contagien del discurso familiar.