martes, octubre 10, 2017

Santiago y Diego cumplieron 11 años

Un día como hoy, 10 de octubre, pero de 2006, nacieron Santiago y Diego.

Al respecto su mamá, Criseida, dice: "Me reburujaron la existencia y hacen mis días, algunas veces horribles, pero muy divertidos. Estoy segura que son mi amuleto de la buena suerte. Feliz cumpleaños Guadalupe Das, feliz cumpleaños Santiago Coco...felices once años de co-maternidad Ana De Alejandro García"

Mientras tanto su mami comparte: "¡Felicitaciones! ¡Besos y abrazos! Hoy 10 de octubre de 2017, cumplen 11 años de nacidos Santiago Coco (que es el mayor) y Guadalupe Das (que es el más latoso). Nacieron un martes como hoy, a las 14:44 y 14:45, luego de que hubiera yo tenido tiempo para teñirles unos trajesitos, depilarme las piernas, hacer maletas, histerizar a mi madre y a Criseida Santos-Guevara. En el hospital me hice trenzas y dejé docilmente que me rasuraran el chocho. El primo de mi primo andaba de guardia y me sostuvo mientras me ponían la raquea. El médico especialista en reproducción que logró y llevó a término el embarazo, decidió prudente hablar de Chávez y su política durante mi operación de cesárea. Criseida grabó todo, incluso cuando al cauterizarme salió humo de alguna parte de mi piel que yo no sentía. Conocí a Santiago y al pie izquierdo de Diego. Me quedé más sola que nuca en la sala de recuperación y subí a las 21:00 hrs a la habitación, donde estaba encendida la tele con noticias gringas, o mi mamá la prendió en cuanto me acomodaron. La noticia era sobre una madre de gemelos que acababa de ahogar a su par de 9 meses. Logramos todxs juntxs que D y S llegaran felizmente a los 11 años, sin que nadie saliera (muy) heride en el proceso. Ea, pues, ¡felicidades! :D Estamos todos bien :D"
izquierda: agosto de 2017, derecha: octubre de 2006

Esta foto es de cuando aún tenían 9 años, pero demuestra cómo han crecido y cambiado.

jueves, junio 08, 2017

Once años

Once años más tardes hay muchas ilusiones y promesas rotas, y una realidad distinta. Somos LasDosMamis, seguimos siendo las dos madres de Diego y Santiago, pero la vida y las decisiones personales nos han llevado a elegir vivir separadas. Nuestra familia ahora son dos familias. Estamos aprendiendo a vivir compartiendo a nuestros hijos, yo en la CdMx y ella, de momento en El Paso, Tx.
Hoy, hace once años, dio inicio este blog. Hoy entra en una pausa. No podemos garantizar que sea el final del mismo, sólo sabemos que los caminos de nuestra vida han cambiado y seguimos en el proceso de crianza y aprendizaje. Muchas gracias a todes les que nos leyeron por estos once años esperando siempre más.

miércoles, agosto 10, 2016

Mensajes en botella

A veces le lanzo a la Universa peticiones como mensajes en botellas, a veces estas peticiones llegan a su destino y la Universa me cumple. A veces no me doy cuenta de lo que pedí hasta que se cumple y a veces necesito recordar si todavía quiero lo que había pedido. En fin, que siempre es bueno recordar aquella frase de "cuidado con lo que pides porque puede cumplirse".
Por si las dudas, querida Universa, quiero un millón de dólares, contantes y sonantes, en una maleta y todos juntos, no vayas a pensar que puedes seguirme mandando moneditas en el piso hasta que termine de juntarlas. Hola, soy Ana y quiero muchas cosas.

viernes, julio 08, 2016

Soltar

Soltar y dejar ir son procesos con los que no me considero capaz de lidiar. Los odio. Me odio a mí misma cuando necesito dejar ir algo o alguien. Esta ciudad me vuelve loca, o eso trato de convencerme, la verdad es que soy yo. Lo mismo me pasaba en Mty.Me choca llegar a sentir mucho apego por las personas, rolarme con ellas casi a diario yluego, por cuestiones de "migración y movilidad" perder esa frecuencia. Me choca luego ir de visita y que no tengan tiempo, ni espacio para mí. Que siempre haya oportunidad de seguir con sus vidas diarias que obvio incluyen visitas a sus nuevas amistades (esas con las que taparon el hueco en la agenda que dejó mi partida), pero no puedan en tres, cuatro o cinco semanas (mis visitas raramente son cortas cuando voy a Mty o cuando vengo a CdMx, porque viajar cuesta tanto que lo mínimo que puedo hacer es extender la estancia) darse una hora para verme en exclusiva. Entonces me da eses sentimiento de nostalgia y siempre prinso en el dicho de "santo no visto no es adorado" y pues me da por jurarme a mi misma que no debo volver. El año pasado fui a Mty por casi 20 días, y tengo un año sin ir, dudo ir pronto, porque me rompió el corazón. Hoy ando en la CdMx de visita y ya me quiero ir y no volver. :'( Además soy una chillona de lo peor. Neta, me caigo muy mal.

miércoles, junio 08, 2016

10 años de activismo virtual

Hace 10 años Ana y yo empezamos a escribir este blog. Al principio, solo queríamos llevar una bitácora de cómo era ser madre lesbiana en México, pero después nos fuimos involucrando en muchas actividades que cambiaron de forma radical nuestras vidas.
Ahora, vueltas que da la vida, nos encontramos en Border City, en la frontera entre Chihuahua y Texas. Las cosas son muy diferentes tanto en México como en Estados Unidos y justo en nuestro décimo año de trabajar por las maternidades lésbicas visibles nos tocó marchar en El Paso, Tx. He aquí la historia gráfica. Esto es en lo que andamos:



















sábado, mayo 21, 2016

#CrónicasDesdeElAutoexilio

Publiqué ayer en Facebook:
A veces, me toca asumir que estoy sentada en un edificio semi público, en una universidad pública de un país ajeno al mío, robándome el internet porque en mi casa no tengo. Y me toca asumir que desde acá nada puedo hacer más que darles like a sus publicaciones, compartir alguna cosa interesante o importante, contestar algún inbox, regresar a casa a prepararle de comer a mis hijos, sentarme a terminar la maldita tesis y seguir en la ignominia de no hacer nada mientras TODO pasa allá lejos de mí. Sin recibir invitaciones a comer con la crema y nata del activismo, ni nada. El autoexilio tiene un costo emocional muy alto.
‪#‎CronicasDesdeElAutoexilio‬

miércoles, mayo 18, 2016

Sobre el exhibicionismo en las marchas del orgullo

ANÓNIMA 1 dice: "Mi pareja (madre lesbiana) es de la idea que actualmente la marcha es puro exhibisionismo y no le late, por eso ese día mejor nos quedamos viendo la tele"
ANÓNIMA 2 dice: "Ayer estuve platicando con una chava trans que me comentaba que ella no va a la marcha del orgullo de la comunidad porque muchas de las compañeras no piden respeto, sino que van a exhibirse casi en cueros viendo que van niños. Ella dice que dentro de la misma comunidad no hay respeto. ¿Tú vez bien que en un desfile donde se pide respeto salgan en cueros?"
ANÓNIMA 3 dice: "Yo (madre lesbiana) no voy a la marcha porque mi hija tiene 6 años y no quiero que vea a las locas y vestidas. O sea, ¿cómo le explico que hay gente así?"

Este post, posicionamiento, artículo, surge como respuesta a constantes comentarios como los anteriores. Lo primero que se me ocurre contestar es: ¿Sabes lo que es marchar desde el ángel hasta el zócalo con un vestuario que aunque no tape los pezones, pesa más de 5 kilos y además ir en unos taconzotes de más de 10 centímetros? ¡Es una hazaña!, y una muy importante actividad política, eso es. El "exhibicionismo" como le llaman a las cuerpas desnudas o semidesnudas de las compañeras trans en las marchas del orgullo son una participación política súper importante gracias a la cuál tú (si eres una persona de la población LGBTTTI) y tu pareja del mismo sexo (si la tienes) tienen MUCHOS derechos. Mínimo por eso no deberíamos de tirarle mala onda a ese supuesto exhibicionismo.
¿Que si lo veo bien? ¡Lo veo maravilloso! Uy, no sólo lo veo bien, sino que lo agradezco muchísimo.
Una de las consignas más importante de la marcha dice:
"no hay libertad política si no hay libertad sexual"
Eso significa que de nada sirve que las leyes nos digan que tenemos todas las libertades del mundo, si en la práctica no tenemos libertad de expresarnos como seres sexuales, con orientaciones, identidades y expresiones distintas cada quién.
Así es, y gracias a esas mujeres trans muy valientes que salen "en cueros" a la calle es que ellas y sus compañeras y compañeros trans tienen el derecho corregir sus actas de nacimiento en el registro civil si lo quieren y necesitan. Mis hijos sí van a la marcha y sí ven a muchas mujeres desnudas y saben perfecto que gracias a esas mujeres desnudas ellos y nosotras podemos ejercer derechos como familia.
Muchas personas dicen "pero es puro carnaval, es pura exhibición, ¿qué tiene de político es?" ¡TODO! La felicidad es política, la alegría, el poder decir "mírame, no te tengo miedo, volví a salir", sí, al ritmo de esa consigna tan divertida y que ya otros movimientos han adoptado: "no que no, sí que sí, ya volvimos a salir". La lentejuela y el tacón también son subversivos. Que para muchas son el símbolo de una opresión, sí, que para la que decide usarlos sea una herramienta de empoderamiento de reivindicar la identidad propia y la forma de decir esta soy yo, también.
¿Saben la parte que más me molesta de todos los argumentos de odio alrededor de las manifestaciones de orgullo LGBTTTI? Esa que propone que el "respeto" es una moneda de cambio que "hay que ganarse" y que "en el pedir está el dar" y que "piden respeto y no lo dan". El respeto NO SE PIDE: el respeto SE OTORGA. Yo como ser vivo necesito respetar a todas y todos los seres vivos que viven conmigo en este planeta (y otros si los hubiere). Ese respeto no puede estar dependiendo de si me vio bonito o si me vio feo, si me cayó bien o mal, si tal o cual cosa. Ese respeto es inherente a su dignidad de ser viviente, sentipensante.
Ora bien, ¿cuál falta de respeto es marchar? ¿Es una falta de respeto el cuerpo desnudo de otra persona? ¡NO! En una ocasión en una marcha Santiago de 4 años en aquel entonces, vio a una trans y me preguntó: ¿por qué va a sí? y le dije, porque así se siente más cómoda para expresar quién es. Santiago a los 4 años lo entendió, se me hace bien complicado que lxs adultxs no lo entiendan. Y que la persona camine desnuda o con lentejuelas por la calle no la hace en nada menos merecedora de respeto.
En el mes de enero se hace una marcha del "orgullo" donde los gays y lesbianas marchan vestidos con traje y van con maletín y toda la cosa, para "demostrar" que la gente LGBTTTI también es "decente" a mi eso me parece que muestra mucha homofobia y lesbofobia internalizadas. Además de mucho clasismo. Sí, hay muchas lesbianas muy femme que usan tacones y son muy guapas, PERO también hay muchas lenchas machorras toscas de camisas a cuadros y con la cabeza rapada y ninguna es mejor que la otra. Los gays, claro que hay unos bien masculinotes guapísimos y de barba, pero también los hay todos floripondios y "afeminados" y no tienen por qué esconderse. Si la sociedad tiene un problema con la expersión de género de alguna persona, entonces es trabajo de la sociedad el aprender y cambiar. Y yo, la verdad, prefiero llevar a mis hijos a que marchen en la marcha con las "locas" a llevarlos a una marcha donde sólo aprenderían que lo correcto es "disimular" y vernos "decentes".
¿Y de qué sirve marchar si es sólo caminar y gritar y exhibirse?
Pues justo ese "exhibirnos" es lo que nos da visibilidad. La mayoría de nosotrxs el resto del año ni nos notamos, y la verdad somos pocas las personas que usamos alguna camiseta que diga "soy lencha", o "estoy casada con alguien de mi mismo sexo". La mayoría vivimos en la invisibilidad, que no es lo mismo que el clóset. El clóset es cuando a mi me da pena o miedo decirte que soy LGBTTTI, la invisibilidad es cuando yo lo tengo asumido y se lo he dicho a la mayría de la gente a mi alrededor, pero como no traigo un letrero que lo anuncie, tú me ves y ASUMES que soy heterosexual, hasta que yo te informo lo contrario, es decir mi noheterosexualidad te es invisible.
Por último, a las madres lesbianas nos conviene mucho marchar este año. Este año las madres y nuestras familias lesbomaternales, además de otras familias homoparentales vamos a marchar hasta adelante en la Marcha del Orgullo de la Ciudad de México porque justo los derechos que aún faltan por ganar son los de nuestras familias. Los de las madres no gestantes para registrar y reconocer a sus hijos e hijas. Los de nuestrxs hijxs a tener pasaportes y documentos escolares en regla sin asegunes y criterios de las instituciones. El derecho que tenemos las lesbianas de decidir el órden de los apellidos de nuestres hijes y su apellido familiar. En fin, es por esos derechos que marcharíamos... y si aún así no te convencí, ¡piensa en esos derechos mientras ven la tele! ¬¬

Arcoiris feliz

Genta bonita, yo nací en 1978. Crecí junto a Punky Brewster, los cariñositos, pacman, rosita fresita, los little ponys originales, RainbowBrite y Burbujas. Los 80's esos de mi infancia eran puro technicolor, glitter y jotería. A mí no me vestían de rosa, me vestían de rojo, de azul marino, de café, de verde perico y de amarillo volteame a ver. Para mi que soy tan visual los colores son TAAAN chulos. Decidí que quería estudiar artes (estudié algo así como artes visuales en una universidad privada en Mty) porque para mí, lo más bonito que hay en el mundo es una caja de 96 crayolas ordenada cromáticamente. El tesoro que guardé por más años fue una caja de prismacolores que había usado mi abuelo arquitecto en sus últimos años y por supuesto, la caja estaba ordeneda por tonos. El primer "destrozo" que mi curiosidad infantil causó a mi padre, fue agarrar su colección de plumones Pelican (que por supuesto estaban en susodiho orden) y ponerme a pintarrajear con ellos mis libros de colorear. En mis épocas más "zen" se me conoce por ordenar la ropa en el clóset por colores, y mi TOC alcanza para tener un color designado a cada día de la semana. En fin, que lo mío, lo mío, son los colores en general y los arcoiris en particular. Se rumora que lo que me motivó a la lenchitud fue el glitter de la marcha del orgullo y las arcoiras en todas partes... Ya luego me dio por adoctrinarme en Rich y Wittig, pero aunque el morado predomine en mi vida, siempre hay espacio para un arcoiris feliz. Así pues, estoy dispuesta a sacarle los ojos a quién sea que me llame mujer gay, o "less" (porque yo soy PLUS), pero siempre me verán muy feliz y muy sonriente usando banderitas de colores porque sí y ya. 
Emoticón grin

sábado, abril 23, 2016

Yo también conocí a un machoprogre

Estoy viviendo una primavera violeta, y como parte del proceso voy a compartirles una experiencia personal:

A mí me habían dicho que salir de clóset sería difícil. Yo no viví esos procesos largos de duda y vacilación que cuentan muchas compañeras. Para mí fue decírselo a mi mejor amiga y otras amigas que tenía. Luego a mi primo y a la tía con los que vivía entonces. Fue pasar la voz entre familiares, hasta llegar a mi mamá, que me preguntó si estaba preparada para decírselo a su familia, “¡Ay, mamá! Eres la única que faltaba de enterarse,” le dije, y respiró tranquila de no tener que ser ella la que se lo contara al mundo.  Salir del clóset no fue tan difícil como me contaron.
También me habían dicho que salir del clóset implicaba riesgos, que había gente que odiaba a las lesbianas y que existían violaciones correctivas. La adrenalina del enamoramiento me hacía sentir valiente y feliz, así que no hubo alma a la que no le contara con orgullo que estaba enamorada de una mujer. Como ella estudiaba en USA y yo vivía en CdMx, no faltó quién dudara de la existencia de esta supuesta novia que me andaba yo inventando “por convivir” y para estar “in” entre mis nuevas amigas lesbianas. Fue gracias a estas nuevas amistades que entré al hermoso mundo del activismo lesbofeminista, y fue así, también, como descubrí a los machoprogres.
Nunca se me va a olvidar el día que lo conocí. Era mayo, un evento en una plaza pública para celebrar a las mamás de escasos recursos. Él llevaba el look completo de compa socialista, de izquierda radical, libertador de ejidos: pantalón de mezclilla deslavado y sin visitar la lavadora por meses, camisa desfajada, cabello largo, sombrero de otras épocas, guitarra. Era hípster antes de que lo hípster fuera tema. Trabajaba en un colectivo en pro de los derechos humanos, era sicólogo, abogado y músico. En sus tiempos libres hacía teatro callejero para imbuir consciencia social en quien se dejara.
Mi amiga lesbiana universitaria me dijo que ella lo había conocido en un lugar donde su sicólogo de confianza daba terapias. Que era buen pedo, que era libertario, y que le parecía que era gay (estaba yo en esas épocas de buscar amistades LGBTTTQ para hacer alianzas, empoderarme y aprender sobre mis derechos). En mi universidad me pedían realizar mi servicio social con una asociación civil que estuviera avalada por La Salle, que serviría como vínculo burocrático entre la quien firmara mis horas y la UDEM (la universidad donde yo estudié). Fui a La Salle y pregunté qué AC’s de DDHH estaban registradas, la lista incluía un total de cero, por lo tanto, negocié para poder hacer mi servicio en el colectivo del amigo de mi amiga.
Comencé yendo tres veces por semana, en agosto. Me dijo que le encantaba cómo hablaba yo en plural sobre las causas. Me dijo que era una lástima que yo fuera lesbiana. Me dijo que veía en mí la misma intensidad y el mismo compromiso por las causas sociales que había visto en la novia del Ché Guevara. Me reí, “¡qué cosas tan tontitas dice este chavo!”, pensé, pero estábamos bien, son las cosas que se dicen por convivir, ¿no? Y de las que una se ríe. Me contó la historia triste sobre su origen, cómo lo recogieron de chiquito y aprendió la importancia de ayudar a las personas oprimidas. Me contó sobre su compromiso con el zapatismo, y cómo veía en mí la fuerza de Ramona. “Ay, compañero, qué exagerado,” aquí no pasa nada, estaba aprendiendo un chingo sobre el movimiento estudiantil, sobre la huelga de la UNAM, sobre los derechos de indígenas, inmigrantes, obreros y universitarios.
Para septiembre, me había dejado claro, que yo en la Ciudad de México, en realidad no tenía amigas que se interesaran en mí, sino que estaba rodeada de una serie de mujeres abusivas cuyo único interés en mi persona era aprovechar mi luz y mi fuerza para posicionar al movimiento lésbico, el que, además, por separatista, era muy nocivo. Me había dejado claro, también, lo mucho que le preocupaba el desinterés de mi familia por mi hermosa persona, porque a nadie parecía importarle si yo comía o no. Para entonces, él ya pagaba a diario mis comidas, y a veces era la única comida que consumía en el día.
El 15 de septiembre, siendo evidente lo “sola” que estaba yo en DF, me invitó a pasar el grito en casa de su familia, podría finlamente conocer a la buena mujer que se hizo cargo de él sin compromiso alguno. Esa cuya mirada tenía una bondad muy similar a la mía. “Híjole, ¿neta?” Más risas incómodas. Recuerdo que pasamos un buen rato discutiendo la indumentaria de Marthita y lo mucho que hacía Fox por no hacer bien las cosas. A las 11 de la noche expresé mis deseos de volver a mi casa. Estaba yo en la mitad de una colonia que no conocía, entre gente que no conocía, y quería ir a mi casa a dormir. “Ya no pasa el metro a esta hora, es día de fiesta,” me dijo y yo me llené de preocupación, aunque supuse que me llevaría en taxi a mi casa. “Tampoco pasan taxis por acá, por los arreglos que le andan haciendo al periférico, y porque es una colonia violenta. Lo más seguro es irnos a mi casa, no te preocupes, mañana temprano te vas a tu casa.”
Era compa, él me cuidaba, él me alimentaba, mi tía ni si quiera se había preocupado de qué haría yo esa fecha, era obvio que no tenía yo amigas de verdad, o no habría estado sin plan en 15 de septiembre, él tenía razón y lo más seguro para mí sería dormir en su casa. Llegamos a su casa, en la cual había estado ya un par de veces y me dispuse a acomodarme en el sofá, su depa, obviamente, tenía sólo una cama. “No, cómo crees, duérmete en la cama, ¿o me tienes miedo?” Risas y sonrisas para no molestar a tan buena persona que me abría las puertas de su casa en una situación tan complicada, la única persona en el mundo entero dispuesta a darme refugio. Equis, era compa, era amigo (seguro gay) de mi amiga lesbiana, aunque a lo mejor ya no era tan mi amiga, hace varios días que no sabía de ella.
La cama estaba pegada contra la pared. Me metí sin quitarme más que los zapatos. Me orillé hasta quedar pegada a la pared y le di la espalda. Me quedé dormida. No sabría decir en qué momento fue, seguro habían pasado ya un par de horas. Recuerdo haber despertado con un par de dedos dentro de la vagina. “No,” estoy segura de haberlo dicho. Estoy segura de haberlo repetido varias, muchas veces. “Yo soy lesbiana.” “Sólo estoy usando mis dedos,” me dijo. “Yo tengo novia.” “Y no está aquí para cuidarte, seguro ella también está con alguien.” “No.” “Relájate y disfruta, no te resistas, mira cómo le gusta a tu cuerpo, mira cómo tiemblas. Tú no eres lesbiana, sólo te sientes sola. Eres muy mujer.”
Recuerdo haber llorado mucho, recuerdo toda la vergüenza e incongruencia que sentí conmigo misma. Recuerdo el miedo y la incertidumbre. Recuerdo que no podía contárselo a mi novia porque era mi culpa por haber ido a su casa. Porque prácticamente le puse el cuerno. Recuerdo que no podía contárselo a mi amiga, porque quizá ya no era mi amiga, y porque era lesbiana y se iba a dar cuenta de que mi novia sí era ficticia porque estaba lejos, y que yo ya no era lesbiana, porque cogía con vatos. Recuerdo no podérselo contar a nadie y tener que contármelo muchas veces. No estuvo tan mal. No había sido a fuerza, yo me metí voluntariamente a su cama. No pasó nada. Mujeres infieles habemos muchas. Fue mi culpa. “No pasó nada que no quieras,” me dijo y le creí de nuevo. “Nos vemos en la oficina, porque aún hay muchos proyectos a medias y no sé si vamos a terminar tus horas a tiempo.”
Una semana después me visitó mi novia. Y yo aproveché para mostrársela al mundo, para que vieran que no era ficticia. Se la presenté a mi familia, a mis amigas lesbianas del activismo lesbofeminista radical, a las no tan radicales, y se la presenté a él. Él acababa de volver de Guerrero, donde había ido, según me contó, a rescatar un ejido de no sé cuál corporativo. Era un hombre bueno, de izquierdas, chido, lo del otro día, obvio fue el alcohol, y las circunstancias. Equis, no vamos a arruinar una amistad chida, menos si yo tengo la culpa por no saber volver sola a mi casa.
Él se enojó mucho de que la llevara. “Aquí se viene a trabajar,” me dijo, “no a perder el tiempo.” Y yo me puse a trabajar y dejé de hablarle una semana. O él a mí. No sé. “Ven, te invito a comer, nunca traes nada para comer, ¿o es que ya no me quieres? ¿Tu novia lesbiana te dijo que ya no podías ser mi amiga?”
En octubre, cumplí años, y resultó que sí tenía amigas. Me invitaron a pasar un fin de semana en Tepozotlán, viendo altares de muertos. Cuando le conté a una de esas amigas lo que había pasado, lo que seguía pasando ocasionalmente en la oficina, cuando él me recordaba cómo la causa solidaria de las mujeres de izquierda es apoyar a sus compañeros en todas, absolutamente todas sus necesidades, y que yo no tenía por qué sentir vergüenza de ser tan buena como su madre, tan fuerte como Ramona, tan intensa como la novia del Ché, mi amiga me miró a los ojos y me dijo: “estás viviendo abuso sexual.” Me dijo que era una violación correctiva, que él intentaba quitarme lo lesbiana.
“¡No!” fue mi primera respuesta. Él era bueno, solidario, sicólogo y abogado. Esa gente no hace esas cosas. Estaba malinterpretando las cosas. Él ya me había dicho que eso iba a pasar y que la gente no iba a entender nuestra relación de amor libre, sin etiquetas, donde yo no le faltaba a nadie, porque yo soy mía para usar mi cuerpa como yo quiera, y en mi cuerpa mando yo, yo yo quise, verdad que sí quería. No, mi amiga estaba loca, eso no era violación, y por supuesto, no una violación correctiva. Seguro era porque era de esas feminazis lesbiana radical.
Unos días antes yo me había lastimado en la oficina y él había corrido a primeros auxilios a que me suturaran el dedo (que casi me arranqué en una guillotina cortando volantes). Él siempre había visto por mi bienestar y mi salud, y mi sique. Para eso era sicólogo, ¿no? Él sabía lo que hacía, y él decía que yo también. Y yo le creía.
Al volver del fin de semana, traía mucho dolor. De cuerpo y de alma. Me subió la temperatura y el estómago no me dejaba estar. Yo estaba segura que eran los nervios. El miedo de haber desprestigiado a tan buena persona. Puntual, volví a presentarme a cubrir mis horas de servicio social y su asistente me inyectó una buscapina. El dolor no cedía. Llamé a mi casa y mi padre dijo que seguro era una intoxicación medicamentosa, por los antibióticos para el dedo. Él compañero de izquierda pensó que lo mejor era no dejarme sola.
Le expliqué que en mi casa no podía quedarse. Que yo tenía un rumi. Yo me sentía muy mal físicamente y tenía pánico de que él estuviera en mi casa, pero no supe persuadirlo. Nos quedamos en la sala, yo recostada en el sofá y él en el piso. En la madrugada decidió llevarme a urgencias. Es que era bueno, ven cómo si era bueno. Y ahí me dijeron que tenía una infección de las vías urinarias. “Es por tus prácticas sexuales,” dijo mi padre cuando le conté. Y yo no supe qué decir. Volví a mi casa, él se fue a su casa, a cambiarse, tuve un respiro y tomé las medicinas recetadas, pero una me hizo reacción. Por la mañana, le hablé a mi novia. Risueña y tranquila por estar sola y hablando con ella, me vi al espejo y vi la hinchazón. Parecía pescado. El dolor no cedía. Volví puntual al trabajo, no quería quedarme en casa con la tía que no me quería, el primo indiferente y el rumi que un par de semanas antes me había dicho: “tú tus rollos, yo mis rollos y cada quien en lo suyo.”
Y ahí, ya no recuerdo cómo, me llevaron a un centro médico, de esas clínicas familiares de gobierno que hay en las colonias populares. Había una por ahí en la doctores. Desde que me vieron la cara me pasaron rápido. Me hicieron tactos y toqueteos, por dentro y por fuera. Me hicireon un análisis de sangre. Los leucocitos estaban por los cielos. Yo el dolor ya no lo sentía, sólo sentía risa, y estaba muy liviana. Me sentía absurda y exagerada. Nada pasaba.
Las aventuras en el hospital general de la ciudad de México son dignas de un texto aparte, valga decir que a la mañana siguiente amanecí en un hospital privado, mi madre había volado de Monterrey a México para hacer válido mi seguro escolar de la universidad privada y cambiarme a otra parte. Era apendicitis, ya con necrosis. Mi madre, sabiamente decidió quedarse conmigo el tiempo que fuera necesario, y luego me llevó a Monterrey, más tiempo.
Mi amiga, la lesbofeminista radical me sugirió hablarlo con mi novia. “¿Hablar de qué si no hubo abuso?” Él fue muy bueno, me salvó la vida. Estuvo ahí cuando nadie más estuvo. “Cortó tus redes de apoyo, te culpabilizó de sus acciones, te hizo creer que tú estabas participando de una pseudo relación con él, abusó de poder porque si no aceptabas no te iba a firmar tus horas, te tocó aún cuando dijiste que no. Ése hombre abusó de ti, te violó, y te hizo sentir agradecida por ello, como un síndrome de Estocolmo.”
Nunca me atreví a confrontarlo, a decirle que sus rolas de izquierda y sus carreras de leyes y sicología eran una farsa. A gritarle a la cara que sí era, sí soy lesbiana y que no, no me había gustado lo que me hizo. Simplemente le expliqué por teléfono que no podía volver a verlo y que esperaba que tuviera la solidaridad de firmar lo que fuera necesario. A recoger mis documentos del servicio social me acompañaron mi madre (quien creo que nunca supo nada) y mi novia. Nunca volví a verlo sola. Nunca denuncié. No hice scrache, ni lo haré. Una vez lo vi pasar en el CNA y me paralicé. Sentí miedo desde los dedos de mis pies hasta la nuca. Aceptar que esto me pasó a mí fue un proceso muy largo.
Nadie, antes de mi amiga, me había dicho que estas cosas pasaban. Que el sexo no consensuado también es violencia. Ahora lo vemos en todas partes, se habla de ello en las universidades, pero cuando yo estaba en la licenciatura no se decía nada. A mí me pasó, no me lo imaginé, yo lo viví. Yo que supuestamente soy una mujer fuerte, preparada, inteligente y todas esas cosas que sirven para desarticular nuestras redes, haciéndonos creer que no somos como las demás y estamos mejor solas. Yo, que según sabía cómo cruzar la calle cuando viera a un hombre sospechoso para prevenir que me pasara algo así, que usaba pantalón, para evitar miradas lascivas, que no usaba escote para no invitar. Yo que sabía estar ahí para otras, no supe estar ahí para mí, no supe validar mi miedo, ni mis emociones. Yo, que a ojos de mucha gente, pero principalmente mis ojos, fui culpable de lo que me pasó.

Y por todo esto, porque yo también conocí a un machoprogre de izquierda, compa socialista solidario, libertador de ejidos, voy a marchar este 24 de abril en el Movimiento Nacional en contra de las Violencias Machistas.

miércoles, marzo 23, 2016

Confieso

Confieso que las mujeres somos libres de ejercer nuestra sexualidad. Somos libres de vivir nuestra piel, nuestra cuerpa. Somos libres de acariciar nuestra vulva. Somos libres de compartir nuestra cuerpa, nuestra piel, nuestra vulva, nuestro deseo con quien o quienes queramos. Cuantas veces queramos, de la forma en que queramos. Confieso que si me han tocado cien personas diferentes mi cuerpa sigue valiendo LO MISMO que si nunca nadie meha puesto un dedo encima. Confieso que no sé si nací con himen y no me hace diferencia. Confieso que el sexo es un placer y también puede ser un trabajo. Confieso que si trabajo usando mis manos, mis rodillas, mi vulva, mi vagina o mi ano merezco el mismo respeto que si trabajo usando mi cabeza, mis pies o mis dientes. Confieso que ninguna parte de mi cuerpa debe de valer más que otra y que mi persona no puede, ni debe ser juzgada por la forma, la frecuencia o la práctica que yo haga de mi sexo y mi placer. Confieso que si me embarazo y NO LO DESEO, es mi derecho ejercer un aborto seguro y protegido. Confieso que si DESEO embarazarme es mi derecho ser provista por el Estado de los medios para lograrlo. Confieso que mi cuerpa es MUCHO más que sólo mi sexo y que mi sexo es MUCHO más que sólo mi cuerpa. Confieso TODO esto con las piernas bien abiertas, porque YO DECIDO y en mi cama mando yo!