El día de hoy estuvo muy ajetreado. Recibimos la visita de la abuela Nelly y la tía Brenda. Los chicos estuvieron muuuuuuuuuuuy excitados. No se estaban quietos, querían saltarles encima. Primero fuimos a comer.
Después fuimos a la Catedral porque la tía Brenda quería visitarla por dentro, luego de que le quitaron las estructuras para deshundirla. Llegamos y nos emocionamos con la idea de hacer el recorrido al campanario. Así que nos trepamos en aquella construcción colonial. En el primer descanso, el guía pidió un voluntario. ¿Adivinen quién levantó la mano?
Y no. No lo castigamos por andar desobedeciendo. Se trata de que la construcción tiene muy buen sistema de audio y ésta era la manera en que se confesaba a la gente. En una esquina se ponía el sacerdote viendo a la pared y en la otra esquina el que quería hablar con el religioso. El guía se colocó en el otro extremo y estuvo platicando con Santiago en voz baja. El corazón chueco es porque me agarró desprevenida. Yo estaba jugando con la cámara y en eso nuestro vástago decidió hacer una de sus monerías.
El recorrido fue un poco estresante porque Diego y Santiago, mucho más hábiles que cualquiera de los adultos que los acompañaban no se cansaban de trepar los techos de la Catedral.
Aún así, hubo tiempo para que Mami modelara con una de las campanas. Y tomar la foto panorámica de rigor.
Finalmente, bajamos exhaustos de los techos de la Catedral y fuimos al MUMEDI a tomar algo para refrescarnos.
Luego se fue haciendo un poco tarde y empezamos a caminar rumbo al hotel donde mi madre y mi hermana se hospedan. En el inter a Ana y a mí nos embaucaron con una de esas encuestas de degustación y tocó la suerte de que empezó a llover. Emprendimos el regreso a casa y los chicos estaban tan cansados que se fueron directito a la cama sin chistar.
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