jueves, mayo 12, 2011

Entrega No. 17

Esto de ser mamá es una experiencia de no mames no mames no mames.
Ustedes no están para saberlo ni yo para contarlo, pero la semana pasada hice un viaje exprés a Houston. Salí domingo por la noche y regresé jueves por la mañana. El punto de todo esto es que de lunes a miércoles, la Abuela entró al quite para llevar a Diego y Santiago a la escuela. Pues bien, a exactamente una semana del suceso, la Abuela consideró prudente informarme una noticia: Diego había se había llevado a Cebrita, Elefantito, Jirafita y Leoncito (el regalo de Navidad, pues) a la escuela y sólo había vuelto con dos. Cuenta la mamá de Ana que ella no se había percatado del suceso porque como fue el día en que hizo frío, Diego se los llevó en la bolsa de la chamarra. Se dio cuenta, relató para mi estupefacción, cuando la maestra lo regañó delante de ella y le dijo que no volviera a llevar juguetes a la escuela.
Ahora bien. Los juguetes son un tema aparte. Además de que viven la mayor parte del tiempo regados por el piso, tanto hijos como madres desarrollan apegos. Yo no sé cómo vaya a tomar la noticia Ana ni que tan apegada haya estado al regalo de Santa, lo que sí me deja perpleja es que no sé ni por dónde entrarle a la conversación con Diego.
¿Decirle que desobedeció las reglas de la escuela al llevar jugetes y eso está muy mal?
¿Decirle que NO preste sus juguetes como a todos nos han dicho alguna vez?
¿Decirle que no se preocupe, que los juguetes son para compartir pero que evite compartirlos con niños de su escuela?
Le dije con mucha tranquilidad que quería que me dijera dónde estaban Cebrita, Elefantito, Jirafita y Leoncito. Me contestó que Cebrita y Elefantito estaban en la lonchera, listos para ir esta tarde a la expedición del radio. Y que Jirafita y Leoncito no querían ir. Le insistí que dónde estaban y él contestó que debajo de la cama de su hermano. Obviamente los buscamos y no aparecieron y entonces le dije: "Diego, piénsalo bien, cuando estés listo para decirme lo que pasó me buscas". Han pasado 15 minutos y Diego no me ha buscado, con lo cual pienso que él ha dado por terminada la conversación. El problema se complica ya que no es solo la llamada de atención al estilo "NO LLEVES JUGUETES A LA ESCUELA" sino que ahora tendré que decirle aquello de "PUEDES CONFIAR EN MÍ, SIEMPRE PUEDES DECIRME LA VERDAD".
Finalmente, no soy persona de esa clase de apegos y sé que los juguetes a final de cuentas son para eso, pero lo complicado es explicarle que no tiene por qué mentir y que evite romper esa clase de reglas.
Por otro lado, Sampi volvió a romperse. Despertó en la mañana ahuevado y con mucho calor. Le dije "ok, espérame aquí voy a traerte más jugo" y ¿qué encuentro cuando regreso? Una inundación tal de sangre saliendo de la nariz del mayor de mis hijos. Obviamente pregunté y Diego dijo "se pegó". Luego le pregunté a Santiago qué le dolía y me contestó que LA MANO!!!! El interrogatorio lo llevé a cabo bajo la regadera para irle parando la hemorragia. Dije "si es por calor, aquí mismo se lo bajamos". Total, paró la hemorragia y le volví a preguntar qué había pasado y no me supo explicar de nuevo. Ahora le dolía la rodilla. Supuse, entonces, que fue el calor.
Ay... los hijos.

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