martes, septiembre 28, 2010

Sexta entrega

Esto de ser mamá no es sólo una cosa de no mames no mames no mames it's a 24/7 shit.
Resulta que el día de hoy que parecía pintar de lo más lindo y alegre porque luego de una semana por fin salía el sol, resultó uno de los días más intensos en mi vida. A la una de la tarde, como todos los días, me apersoné en la escuela de Diego y Santiago y lo segundo que veo (lo primero fue Diego) es que Santiago salió del salón llorando. Le pregunté qué le había pasado y la Teacher se apresuró a decirme que se acababa de pegar con la pared y que iba corriendo a conseguir árnica o abeja diolmex. Mientras tanto, yo verificaba que efectivamente traía un chichón en la cabeza, en el lado izquierdo.
Total, nos fuimos a casa y Santiago iba quieto, un poco chipil, pidiendo abrazos todo el tiempo. Llegamos a casa y les serví la comida y ahí el foco de atención pasó a ser Diego que se negaba a comer porque estaba triste porque Daniel (un compañerito de la escuela) le pegaba todo el tiempo. Lo que pude indagar es que, efectivamente, Daniel había tenido alguna clase de encuentro con Diego y que la maestra había intervenido y a su vez había obligado a Daniel disculparse con Diego. Sin embargo, el abuelo que andaba merodeando el perímetro, escuchó más o menos de qué iba la discusión y de inmediato decidió intervenir. Cogió un exprimidor de limones y se lo dio a Diego, le dijo que lo aventara. Mi pobre cachorrito no sabía qué hacer hasta que el abuelo con esas tácticas aprendidas seguramente a un coach de futbol americano logró que su nieto aventara el exprimidor de limones. Yo, que en ese momento servía no sé qué cosa, volteé SERIAMENTE intrigada tanto de la didáctica, la moraleja y el aprendizaje significativo que tal acción debía tener. El abuelo lo aclaró pronto: "así debes pegarle a Daniel". Por fortuna (o por desfortuna) mi sarcasmo no da para tanto, porque en ese preciso segundo debí levantar la mano y pedirle que nos aclarara exactamente cómo había que pegarle a Daniel: a) cogiéndolo del mango y dejándolo caer, b) tomarlo de las solapas y exprimirlo poco a poco hasta dejarlo chupado, c) o simplemente haciéndolo chupar un limón.
Diego, que es bastante suspicaz, confundido y todo se atrevió a preguntarle al abuelo: "¿eso significa que puedo pegarle a Daniel?" y el abuelo dando claras muestras de su tendencia castrense afirmó: "no sólo puedes... DEBES de pegarle mañana a Daniel". Cabe destacar que en ese momento tanto la mamá de Ana como yo saltamos a moderar el debate y a decirle al papá de Ana que no era un buen consejo por MUUUCHAS RAZONES, entre las cuales destacan que a) las primeras tres semanas de clase reportaron a Diego A DIARIO, b) el director, que ya sabe que Daniel es medio conflictivo, ya ha hablado con Diego y con sus mamás sobre la situación, c) que el director nos informó que Diego tampoco es un angelito ni alma buena de la caridad con otros compañeros, d) que están inscritos en esa escuela porque ES PACIFISTA!!!!! No bromeo. En esa escuela cuando los alumnos se pelean los sientan a que entablen un diálogo y a que aclarado el punto se pidan disculpas. Así que el consejo, por muy bueno o por muy bien itencionado que haya sido, es diametralmente opuesto a la filosofía del kinder.
Total, que entre gritos y tamborazos, yo nada más veía que Santiago estaba muy seriecito sin probar mucho bocado. Así que me senté con él y le empecé a ayudar. Medio que empezó a llorar y dijo que le dolía mucho la cabeza. Entonces pidió ir al baño y LITERALMENTE se fue a llorar al baño. Fui por él y le pregunté qué le pasaba. "Me dele demasiao mi cabeza", me dijo. Entonces yo le dije que cuando terminara de comer le iba a dar medicina y fue así como lo convencí de regresar al comedor. Terminó muy apenas de comer y quiso venir conmigo a nuestro lado de la casa para tomarse un vasito de paracetamol y quedarse viendo la tele, pero el caso es que yo lo veía muy apagado y creí buena idea darle un poquito de azúcar natural, así que le ofrecí durazno. Santiago, que es un tragón de primera dijo muy apenas que sí, y fuimos con la abuela a buscar el durazno. Cuando llegamos se sentó en una silla y dijo que mejor no, que quería jugo y cuando le estaba sirviendo en su vasito me dijo que tenía ganas de vomitar. Yo, lógico, me alarmé: golpe+vómito: no muy buena señal.
"Bueno, ¿y qué fue lo que te pasó, Santiago?". "Bueeeeeno, yo etaba jugando la ronda y Mamuel me sotó y me pigué".
Me lo llevé al cuarto para tenerlo conmigo, pero para ese entonces le llamé a Ana para preguntarle qué hacer y me dijo que lo llevara a Urgencias. En lo que busqué la cartilla, Santiago vomitó dos veces y hubo que cambiarlo de ropa. Para colmo, sus crocs estaban perdidos y había vomitado encima de sus huaraches, así que hubo que lavarlos. Tomé un taxi y a mitad de camino, con la vergüenza del mundo, Santiago volvió a vomitar. Por fortuna, como los días han estado lluviosos, el taxista traía periódicos para que la gente no le moje tanto el carro, así que ahí tuvimos que improvisar. Para colmo de males, se le ponchó una llanta al taxi pero el ñor de todas maneras manejó hasta la Clínica 3 del IMSS que es donde nos toca consultar.
Apenas llegamos y en lo que yo hacía fila para tomar turno, dio otro escatológico espectáculo en un bote de basura. Afortunadamente, nos pasaron relativamente pronto y nos mandaron a Rayos X a sacarle placas, donde, ajá, sí, es verdad, volvió a hacer otro show que fue opacado por un presunto pandillero al que le acababan de romper la nariz y todavía venía goteando.
De regreso a Urgencias, ya con las placas, Santiago le volvió a vomitar al doctor y fue cuando el señor tomó la siguiente decisión: "Señora, las placas están muy bien, pero el niño no para de vomitar, así que vaya a Archivo y después se va al 21". ¿Ustedes entendieron? Porque yo no. Así que me fui al Archivo, del Archivo me fui a que me dieran "el folio" y del "folio" me dijeron que me fuera al 21. Entonces yo muy ingenua pensé que se refería a un consultorio, hasta que la señorita me aclaró: "NOOOOO, usted tiene que irse al Hospital de Zona, a Traumatología, a Urgencias del 21". Y yo por fin capté y me largué en taxi al mentado Hospital de Zona. Para ese entonces, ya había llamado a Ana y nos encontraríamos en dicho recinto de salud.
Una vez en el 21 y ya bastante agobiada de tanto ir y venir, le dije a Ana que entrara ella, ya que sólo puede entrar un acompañante con el menor, pero a los cinco minutos Ana volvió y me dijo que entrara yo porque ella no sabía ni lo que había pasado. Ok, a estas alturas Santiago ya había recobrado el color y trataba de convencernos de llevarlo por unas papas y un jugo. Y ya había recobrado su habitual hiperkinesia. La doctora lo checó y nos mandó a que le diéramos de comer y esperar una hora para ver cómo seguía. El muchacho estaba realmente hambriento y decía que ya se sentía un poco mejor. Transcurrió la hora y regresamos a que lo dieran de alta. La doctora lo checó y dijo que era muy natural que después del golpe anduviera mareado y con dolor de cabeza, pero que las placas se veían bien y que lo lleváramos en 7 días para que lo revisaran otra vez. Tenemos que estarlo vigilando hasta que se cumplan 24 horas del golpe para cerciorarnos que no pasó a mayores.
Y bueno, de todo esto, confirmamos que Santiago mide un metro y pesa 16 kilos 500 gramos, que tiene un imán indecible para los golpes y que sus Mamás pasarán muuuchos días con el Jesús en la boca por causa de estas situaciones.
Curiosamente, Santiago se encontró una moneda y al salir del Hospital lo llevamos al Oxxo para que comprara un dulce. Decidió comprar dos, uno para él y otro para Diego. De regreso a casa, Diego se alegró mucho "HERMANOOOO!!! ¿Ya te sientes mejor?" y Santiago visiblemente cansado le dijo que sí. Como Diego traía muchas ganas de convivir, hizo que Mami le leyera un cuento, pero eso como no le entusiasmó mucho a Santiago dijo que quería irse a dormir. Mami aprovechó para platicar sobre el asunto de Daniel.
Mami: "Diego, ya sabes que si le pegas a Daniel yo me voy a enojar mucho".
Diego: "Pero es que el abuelo me dijo que le podía pegar".
Mami: "Él piensa diferente, ¿a quién le tienes que decir si Daniel te pega?".
Diego: "A la maestra".
Mami: "Diego, tú sabes hablar muy bien. Tú puedes decirle a Daniel que no te gusta que te peguen".
Diego: "Pero tengo miedo".
Mami: "¿Por qué? ¿Es más grande que tú?"
Diego: No.
Mami: "Entonces tú puedes hablar y decirle que no te gusta que te pegue. Si me entero que le pegaste me voy a enojar mucho".
Diego: "Está bien, Mami. No le voy a pegar a Daniel".
Después de eso, Diego quiso hacer "la tarea" y se puso a dibujar su autorretrato. Santiago se animó y se levantó para hacer también su autorretrato. Santiago dibujó dos monitos, uno era él mismo y el otro su hermano. Diego se dibujó él solo y el detalle que más le encantó a Mami fue que le puso puntitos adentro de los ojos: dibujó las pupilas. Le gustó tanto que fue a su status de Facebook y puso lo orgullosa que está de que su hijo de casi 4 años dibuje las pupilas adentro de los ojos, cejas y orejas.
Antes de eso Ana les leyó un cuento y después los mandé a dormir. Ahora tengo que despertar a Santiago para ver que no diga incoherencias y se acuerde de su nombre: ser Mamá es 24/7 y es de no mames no mames no mames.

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