martes, agosto 03, 2010

Mientras esperamos la resolución de la Suprema Corte...

Esto lo escribí en el blog de COMALES, en la tan gustada sección Los martes escribe Criseida, pero me pareció bueno también compartirlo por acá. El día de hoy sesionó la Suprema Corte de Justicia en materia de adopción y van a reanudar el debate el próximo jueves, según entiendo.
Argentina mostró gran avance en cuanto a derecho familiar. Uruguay anda en lo suyo. Quiero ver a México, aunque sea sólo en su Distrito Federal, legislando realidades, legislando la necesidad de su pueblo.

El post va de lo siguiente:

Mientras esperamos la resolución de la Suprema Corte...
... una querida amiga me habla por el chat y me dice que hay una manta en el Ángel de la Independencia, en la Ciudad de México, que dice que "Todos los niños tienen derecho a un padre y a una madre".
No entiendo a esta gente. No entiendo la lógica de esta gente. Mantas así, actitudes así no son sino un descarado llamado a la intolerancia y la discriminación: ¿Por qué? Miren, es fundamental: la gente puede venir a decirnos que los conservadores están en todo su derecho de pensar lo que quieran y expresarlo. Sí, es cierto, pero hay que tener en cuenta que su "derecho a la libertad de expresión" pone en riesgo la vida de nuestros hijos, de los hijos de madres lesbianas, de los hijos de padres gays, de los hijos de madres solteras, de los hijos de la diversidad de este diverso mundo. Pone en riesgo la vida de los niños, de esos niños que aparentemente les preocupa tanto. No es posible que no se pongan a pensar en ellos. No es posible que sean ellos mismos, los supuestos defensores del bien superior del menor, los que estén condenando al estigma a nuestros hijos.
Cada quien puede tener las creencias y la ideología que mejor le guste, pero siempre hay que tener cuidado sobre en quién recae nuestra defensa. No pueden dañar a un menor simplemente porque no están de acuerdo en la forma de vida y en las preferencias sexuales de sus madres o sus padres. Eso tiene que quedar claro. Ese tiene que ser el bien supremo del menor: No estigmatizarlo por las preferencias de sus padres, no discriminarlo por las preferencias de sus madres, no señalar a su familia en aras de la supremacía heterosexual.

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