jueves, marzo 11, 2010

Yo las amo, yo las quiero parte VII

Y por fin, concluyo mi discurso presidencial sobre las mujeres de mi vida que ha resultado igual de divertido que Miguel de la Madrid en la cámara de diputados, o sino igual de divertido, por lo menos sí emotivo. Oh well, at least I tried.
Como les dije en la entrada pasada, mi viaje a Houston es otro de los eventos en mi vida que me han dejado profundamente marcada. No tengo quejas, la gente me trató bien. Tuvo sus altas y sus bajas. Me quemé la mano por jugar con fuego. Pero heme aquí, de pie... como los árboles.

En el trabajo conocí a mujeres increíbles. La primera, Lina. Creo que por fin he llegado a la conclusión de qué fue exactamente lo que pasó y a pesar de que cuando me fui no me fui en paz con ella, fue realmente alguien en quien me pude sostener. Creo que en algunas ocasiones me pasé de ojete con ella, pero igual en algunas otras ella se pasó conmigo. Al final, no nos despedimos. Mi último día en Houston fue muy emotivo, cabronamente emotivo y lo pasé lo más solitaria que pude. Recuerdo que le dije a Josefina desde temprano que me llevara a la central de camiones, de verdad quería estar sola, pero no me dejó. Por el contrario me llamó Carlos para cumplirme el capricho: la foto con Obama, la pinche foto con Obama que tanto necié con ella. Se robó mi corazón, la verdad que sí. Como cosa poética mientras esperaba la toma de la foto de Obama pasó en ese carro verde con la calcomanía de la llorona mi antigua jefa. Carlos me regresó a la casa de Josefina y a pesar de mi deseo de querer estar sola Dana me llamó para ir a almorzar. Su últimas palabras: "Wey, tú no te puedes ir, wey, este es tu país, tú naciste en el país equivocado". Yo la verdad ya ni contesté, ya tenía el sentimiento bien atorado en la garganta.
Al final, Josefina me llevó a la central de Turimex y entonces hice la última llamada: "Amira, muchas gracias por todo, espero que nos podamos ver pronto". Subí al camión con el corazón todo arrugado.

Otra mujer increíble: Laurita Garza. Qué mujer, Dios mío. Alegre, servicial. Me hizo el paro en una y mil ocasiones. La única con la cual platicar guarradas a gusto y a todo pulmón. Ayer precisamente me acordaba de que a cada ratito le bailaba el Mono de Alambre. Todos los lunes, después de mi clase de Cine Mexicano, Laurita me llevaba a mi casa y nos poníamos a hablar del amor. Yo actuaba como experta, como si realmente yo hubiera descifrado el meollo del asunto. Laurita no me creía ni madres, pero nunca importó, simplemente me dejaba teorizar.

La última mujer que marcó la diferencia en mi vida fue mi profesora: Anadeli Bencomo. El último día, ya a punto de regresarme a México me fui a despedir de ella, me invitó a comer porque hablaríamos de Rhyme& Reason. Le dije que ya estaba todo preparado para mi regreso y tomó como propio el asunto: ella estaba convencida que debía quedarme y trató de encontrar una solución express pero por diversos motivos no pudo. Yo le agradecí enormemente la deferencia, le agradezco de una manera que no puedo explicar el haberme hecho sentir apreciada, hacía tanto tiempo que no sentía que alguien tuviera realmente fe en mí.

Y bueno, ni qué decir de todas las personas que me brindaron su amistad: Daniela, La Natalia, la profesora Soliño, la profesora Sisk, Thelma, Josefina TIAAAAAAAAA ni cómo agradecerte la paciencia esa semanota de tener a la mad woman en el ático!!!! Laura Zubiate, cómo no. Zully, Nancy y a todas aquellas mujeres con las cuales rimé y razoné pero injustamente las olvida mi memoria.

Ah, Claro, y también a Carolina, mi antigua jefa.


P.D Dra Juanita, no la estoy olvidando... pero usté se merece una entrada aparte.

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