Hace dos entradas hice una pequeña reflexión sobre el DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER. Y había dicho que en las próximas entradas iba a hablar sobre las mujeres que han marcado mi vida. Ayer estaba platicando con Ana precisamente de esto, de las mujeres que nos habían dejado una enseñanza o habían cambiado para siempre nuestra vida por su intervención, su amistad, su cabronez, su paso en nuestra vida como torbellino.
También les comenté que en definitivo, mi vida empezaba con mi madre.Don't get me wrong. Mi relación con mi madre dista mucho de ser la que ella y yo hubiéramos querido, pero una cosa es muy cierta, sin ella para empezar no estuviera dando lata en el mundo y para acabar soy quien soy gracias a ella.
Durante mucho mucho tiempo la presencia de mi madre y por extensión de mi abuela Concha fue fundamental. Gran parte de ese tiempo más que disfrutar, padecí el lazo, pero bueno, la vida me llevó a tomar decisiones de las cuales no me arrepiento y de las cuales he aprendido.
No estoy segura, pero creo que al final de todos los tiempos, hemos logrado reactivar una relación más o menos decente. Y sobre todo, estamos encaminándonos más hacia el rumbo de la comprensión.
Para mí fue muy duro enfrentar algunos episodios de mi vida sin su presencia, pero al final de cuentas creo que hubo una gran ganancia en todo ese drama: mi fortaleza. Y de verdad lo creo así, creo que después de aquel dolor tan grande de sentirme rechazada y no apoyada por mi madre no he sentido otro parecido. Al principio sentí que moría, pero después de sanar las heridas tomé lo bueno: va a estar bien cabrón que otra cosa me tumbe y no me pueda parar.
Vaya, ni la juzgo ni la entiendo, pero algo bien raro me pasa: sí la comprendo, sí puedo más o menos imaginar lo que la llevó a tomar tal o cual camino. Pero esa es mi parte racional que habla, eso es mi tolerancia, mi respeto, mi inteligencia que habla, no mi corazoncito apachurrado que se quedó estancado sintiendo como niña de cinco años.
Sin embargo, como bien dijo alguna vez la Tía Meña, no me gusta ir por la vida siendo coleccionista de agravios y como Eloísa alguna vez sentenció: la vida algunas veces da segundas oportunidades. Es por eso que en la actualidad llevo la relación con mi madre al paso que ella quiera, más o menos al ritmo que ella quiera. No voy a mentir, a veces regreso contrariada porque no sé de qué se trató o porque titubea en sentir como propios a sus nietos, pero yo le estoy dando oportunidad tanto a ella como a mis hijos de crear un lazo y una relación en la medida que ellos quieran.
Es mi deseo que logren conquistarse mutuamente y tanto Ana como yo somos lo más respetuosas posibles de los vínculos que Diego y Santiago hacen con sus adultos favoritos. Cada vez que Diego o Santiago piden ver a la Tía Brenda, a la Mamá de Mamá o al Papá de Mamá, en ese momento llamo y hago cita para que los vean, igualmente si mi padre, madre o hermanos sienten la cosquilla de verlos.
Juego mucho con la idea, juego mucho con las metáforas, pero no, mi madre, mis amigos, Ana, todo mundo sabe que no tengo la frialdad del Extranjero y no I would never diss my own mama just to get recognition.
Durante mucho mucho tiempo la presencia de mi madre y por extensión de mi abuela Concha fue fundamental. Gran parte de ese tiempo más que disfrutar, padecí el lazo, pero bueno, la vida me llevó a tomar decisiones de las cuales no me arrepiento y de las cuales he aprendido.
No estoy segura, pero creo que al final de todos los tiempos, hemos logrado reactivar una relación más o menos decente. Y sobre todo, estamos encaminándonos más hacia el rumbo de la comprensión.
Para mí fue muy duro enfrentar algunos episodios de mi vida sin su presencia, pero al final de cuentas creo que hubo una gran ganancia en todo ese drama: mi fortaleza. Y de verdad lo creo así, creo que después de aquel dolor tan grande de sentirme rechazada y no apoyada por mi madre no he sentido otro parecido. Al principio sentí que moría, pero después de sanar las heridas tomé lo bueno: va a estar bien cabrón que otra cosa me tumbe y no me pueda parar.
Vaya, ni la juzgo ni la entiendo, pero algo bien raro me pasa: sí la comprendo, sí puedo más o menos imaginar lo que la llevó a tomar tal o cual camino. Pero esa es mi parte racional que habla, eso es mi tolerancia, mi respeto, mi inteligencia que habla, no mi corazoncito apachurrado que se quedó estancado sintiendo como niña de cinco años.
Sin embargo, como bien dijo alguna vez la Tía Meña, no me gusta ir por la vida siendo coleccionista de agravios y como Eloísa alguna vez sentenció: la vida algunas veces da segundas oportunidades. Es por eso que en la actualidad llevo la relación con mi madre al paso que ella quiera, más o menos al ritmo que ella quiera. No voy a mentir, a veces regreso contrariada porque no sé de qué se trató o porque titubea en sentir como propios a sus nietos, pero yo le estoy dando oportunidad tanto a ella como a mis hijos de crear un lazo y una relación en la medida que ellos quieran.
Es mi deseo que logren conquistarse mutuamente y tanto Ana como yo somos lo más respetuosas posibles de los vínculos que Diego y Santiago hacen con sus adultos favoritos. Cada vez que Diego o Santiago piden ver a la Tía Brenda, a la Mamá de Mamá o al Papá de Mamá, en ese momento llamo y hago cita para que los vean, igualmente si mi padre, madre o hermanos sienten la cosquilla de verlos.
Juego mucho con la idea, juego mucho con las metáforas, pero no, mi madre, mis amigos, Ana, todo mundo sabe que no tengo la frialdad del Extranjero y no I would never diss my own mama just to get recognition.
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