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lunes, junio 19, 2006
About a boy
Precisamente una de las figuras que más han gravitado en mi mente como fantasma en casa embrujada es la paterna. De las primeras preguntas que me hice, luego de hablar con Ana sobre la posibilidad de tener hijos, fue sobre si les iba a hacer falta un padre presencial. Pregunté a casi todo mundo, a mi madre, a mi hermana, a mis amigos, a otras amigas que ya son madres y obtuve respuestas muy variadas, desde un rotundo sí hasta un: “lo que necesita un niño es un par de personas como mínimo que se ocupe de él”. Y dicen que mínimo porque entre más adultos involucrados haya, más seguros de sí se sienten. Al menos eso me dijeron y me ha tocado leerlo por ahí.
La mayoría de nosotros ha lidiado con la figura del padre ausente. En mi adolescencia, recuerdo que deseaba con todas mis fuerzas que mi padre se comportara como un padre ausente al ciento por ciento y no que de repente apareciera en mi vida tomando decisiones que tanto mi madre como yo veíamos medio sacadas de balance. Era lógico para mí, que el padre fuera prescindible, pero conforme fui cumpliendo años y fui dándome cuenta de la realidad de las cosas, una duda recurrente y angustiante era si acaso no estaría yo distorsionando esta figura tan sólo por como me había ido en la feria. Y sí, sí fue así, porque a lo largo de mi vida anduve vagando en busca de un modelo masculino que supliera esta carencia y no me di cuenta sino hasta que de pronto, un buen día, decidí junto con Ana formar una familia y meditar sobre mis comportamientos erráticos al respecto. Me di cuenta, por ejemplo, que tenía una debilidad por buscar la amistad de hombres mayores y que lo mismo le ocurría a mi hermana. Entonces, con este razonamiento, me puse a investigar y pensar y pensar y pensar en qué consistía esta decisión inconsciente.
Luego, por algún azar del destino, encontré en Universal Chanel una película que me pareció extraordinaria para ejemplificar el caso: About a boy, de Hugh Grant. Se trata, como muchos ya lo saben, de un adulto con pocas ganas de comprometerse con algo serio y de un niño demasiado sensible que va involucrándose en la vida de Grant sin pedir permiso. Para el niño Marcus, el personaje de Hugh Grant se convierte, no en su padre, ni en su cuate, ni en su amigo, sino en un hombre adulto con el cual platicar y compartir tiempo. Me gustó la película, por una razón en especial: porque demuestra que la mamá no debe enamorarse de un hombre para que éste juegue un papel importante en la vida del niño. Y también por lo que dice el niño, de que dos no son suficientes en una familia, sino que se ocupan tres o más para sacarse adelante unos a otros.
Creo que nos preocupamos demasiado por proveer a un varón de un modelo masculino, pero no nos damos cuenta que en sí, los niños, ya sean hombres o mujeres, necesitan de éste para que la psique se desarrolle por completo.
Definitivamente, tanto Ana como yo, hemos llegado a la misma conclusión que Gloria. Para figura paterna se hecha mano de cualquier hombre que sea importante para nosotras y para el niño. Éste puede ser el abuelo o un tío o un padrino o un amigo cercano. Lo importante, lo realmente importante, es que sea un hombre cariñoso, receptivo, sensible y esté dispuesto a darle lugar a una (en nuestro caso, dos) personita con urgencia de comprender el mundo y las relaciones humanas.
A mí me encantaría que mis hijos pudieran ver en mi padre esa figura, pero si no, definitivamente encontrarán en su otro abuelo a un hombre adulto que los socialice y les enseñe cosas que guardarán en lo más profundo de su corazón.
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