viernes, abril 26, 2013

Los niños del progreso

Este es un artículo que en lo personal me llegó mucho, ya que a menudo recibimos críticas por no pasar tiempo con nuestros hijos, por estar extenuadas y no darles la atención que ellos piden y por no tener suficientes recursos para darles una mejor vida. El artículo es de Ximena Peredo y salió publicado en EL NORTE hace un par de días.

Los niños del progreso
Ximena Peredo
26 Abr. 13

Cada vez es más difícil ser niño. Ésa es la impresión que me deja el retrato en números rojos de la infancia mexicana. La mayoría de los niños y niñas en nuestro País son obesos, duermen poco, no conocieron la leche materna y viven en pobreza. Por si fuera poco están acomodando conceptos claves para la vida a partir de escenarios de guerra. Sus papás no tienen tiempo, ni energía, ni humor para calmar su ansiedad.

Desde que esta crisis comenzó, los discursos políticos y en general las conversaciones de café apuntan a que los papás hemos olvidado cómo ser "buenos padres"; el dedo flamígero sigue apuntando como principales responsables a las madres que "abandonaron" a sus hijos para salir a trabajar. Como si se hubiera esparcido de pronto una epidemia, la vida familiar fracasa acarreando un profundo sufrimiento en el espíritu humano.

Los papás y mamás que hoy estamos en el banquillo de los acusados fuimos educados de tal forma que nos asumimos culpables, sin chistar. Como nos acostumbraron a obedecer sin cuestionar, aceptamos el veredicto. Es decir, que encima de trabajar jornadas extenuantes, de hacer malabares para estirar el salario, de perder horas secuestrados por un pésimo sistema de transporte somos responsables de llegar hechos pedazos a criar a nuestros hijos.

La historia de la paternidad es un cúmulo de ensayos y errores. Ciertamente no hay una forma ideal de ser padres. Todos nos equivocamos. Pero nuestro tiempo se distingue, según estimo, por dos características únicas: nunca habíamos tenido tanta información accesible para criar mejor a nuestros hijos y al mismo tiempo, como si fuera una mala pasada, no tenemos oportunidad para vivirnos padres.

Pero también existe una historia sobre cómo hemos entendido la infancia. Durante siglos se les ha considerado seres en desarrollo, como si el fin fuera convertirse en adultos ¿asalariados? Es hasta ahora que podemos reconocer que el niño o la niña no es alguien a quien debemos apresurar para crecer. Que su estadio de infantes es tan pleno como cualquier otro. Que su experiencia de vida es tan válida como la nuestra.

En el marco del Día del Niño subrayaría el compromiso que el ser humano ha asumido históricamente con sus crías. No hay una historia más conmovedora que la del amor que experimentamos por nuestros hijos. Si la raza humana sigue en pie es porque los padres han cuidado a sus cachorros. Hoy, sin embargo, parece que no hay lugar para los niños. Su crianza mete en aprietos al sistema. Su problemática es un asunto secundario para la política institucional.

Para mantenerse a flote, el sistema neoliberal ha echado mano de nuestros ahorros, ha obligado a nuestros gobiernos al recorte de políticas sociales y ha empujado a los trabajadores a soportar violaciones sistemáticas. Para conveniencia suya, esta realidad la vivimos como una ristra de defectos personales y no como fallas del sistema. Es decir, creemos que no encontramos trabajo porque no somos los suficientemente buenos, que somos pobres porque no estudiamos lo suficiente, que somos malos padres porque estamos siempre cansados.

Esta docilidad acrítica mantiene alejada la carta de exigencias que en otros países son una realidad como, por ejemplo, la reducción del horario laboral para criar a los hijos; o la protección del derecho del niño lactante de tener a su madre por lo menos seis meses, sin que por ello la mujer pierda su empleo o se reduzca su salario. Esto por no ir más lejos y exigir para los padres una licencia de paternidad. ¿Exagero? ¿Pido demasiado?

Para movernos hacia este cambio de perspectiva, en el que el bienestar del niño esté en el centro de las preocupaciones sociales, necesitamos abrir la puerta de nuestra casa. No estamos enfrentando un problema doméstico, sino público. Es necesario que nos preguntemos si la crianza y la vida familiar son derechos humanos o tan sólo son prestaciones laborales.

El próximo 30 de abril escucharemos cifras muy dolorosas sobre la situación de vulnerabilidad extrema de la infancia mexicana. No faltarán los discursos cursis, el show de payasos patrocinado por el Alcalde y, en general, una fiesta que encubrirá por unas horas el futuro de "los niños del progreso".


ximenaperedo@gmail.com

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