sábado, agosto 04, 2012

Día 8

Anita:
Hoy nos levantamos razonablemente temprano porque teníamos toda la intención de ir a un cuenta cuentos en la Biblioteca José Vasconcelos. El anuncio decía:

Raúl Buendía, Cuenta Diccionario para armar, donde se juega, rima, canta y se descubre en qué pueden convertirse las palabras. Biblioteca Vasconcelos, Insurgentes Norte y Eje 1 Norte, Buenavista.

No sé de dónde sacaron la novedad, pero quisieron llevarse sandwiches de huevo. Así que tomamos la consabida ruta al metro Villa de Cortés y de ahí a Bella Artes. De Bellas Artes hicimos correspondencia a la línea 8 para ir a Garibaldi/Lagunilla y ahí hicimos correspondencia con la Línea B lo cual afectó por completo la estructura mental de Diego. Una línea del metro con letra no podía ser posible, teníamos que estar en la dimensión desconocida (y lo estábamos, pero en un sentido menos literal). Nos bajamos en Buenavista y al lado está la mencionada Biblioteca. Resulta que no había cuenta cuentos y que por toda actividad recreativa tenían una feria de universidades. Santiago se volvió loco pidiendo folletos y yo en la histeria total nada más le dije: "a ver, Santiago, ¿vas a entrar a la primaria o a la universidad? A la primaria, ¿verdad? Entonces ¡¡¡¡DEJA DE PEDIR FOLLETOS!!!!".
El policía/guardia/encargado me dijo que mejor consultara la cartelera por internet y que no le anduviera haciendo caso al Tiempo Libre. Primera vez que me falla.
Total, yo todavía confiando en aquella publicación que tanto esparcimiento nos ha dado, de inmediato busqué otra actividad.

Fermín Camacho. Narra historias para niños a quienes no les gusta que les digan cómo pensar. Museo de Arte de la SHCP, Antiguo Palacio del Arzobispado, Moneda 4, Centro Histórico.

Y ahí vamos, desandando el camino por el metro. Ya de regreso había bastantita gente y a Santiago se le salió un genuino: "Woooooow, aquí hay muchas pesonas". Y yo con el Jesús en la Boca: "Niño, no saques lo provinciano!!!" Total, nos bajamos en Zócalo y marchamos jubilosos al mentado museo y resultó que tampoco había cuenta cuentos ese día. De todos modos entramos a ver la exposición y no me vas a creer, una de ellas te lo juro que tenía Hidden Mickies, Diego andaba loco buscando a Mickey Mouse por todas las obras. A la salida, como llevábamos los sándwiches de huevo, Santiago no quería irse sin comerlos, así que seguimos caminando por Moneda y cuando vimos un escalonzote nos sentamos. Dio la casualidad de que justo enfrente estaba una pantalla y tenía una melodramática película mexicana en blanco y negro. Así que yo me la pasé viendo la tele mientras se comía el lonche de huevo.
De regreso, Diego me pidió ir al Museo del Templo Mayor. Diego está muy intrigado por la historia básica del Templo. Como que su cabeza intenta entender la lógica de que haya un templo abajo de la Catedral que además de todo se descubrió con las excavaciones del metro. El boleto costaba 57 pesos, así que le dije que si quería volvíamos mañana que la entrada es gratuita.
Mis  hijos se quejan mucho de andar de metro en metro, de micro en micro, pero la verdad no saben estarse sin pasear. Son callejeros como sus madres y basta que una cosa como la del Templo Mayor capte su atención para que de inmediato se les olvide que todo huele a pipí, que hace calor, que tienen sed, que los empujaron, que les duelen los pies. Se quedaron bastante reseteados con el Templo y agarraron valor para el regreso a casa.
¿Pobres de Diego y Santiago que se quedaron sin cuenta cuentos? ¡Para nada! En la estación Chabacano se subió un hombre a hacer un show. Ellos quedaron prendados de la narración porque además de todo era imposible no oirlo y era de esos que se meten mucho con el público. A mí me habló en francés y yo por mamona ¡QUE LE CONTESTO!
Total, vinimos a descansar un poco a la casa con la idea de salir en la tarde al parque con la bici, pero a la mera hora fuimos con Marlene al Café de la Selva. Diego y Santiago se portaron relativamente bien aunque me reclamaron un poco el no haber ido al parque.
Por otro lado, fuimos a unos tacos que, a excepción de que no tienen la variedad de salsas, el precio es bastante bueno: 3 pesos el taco de pastor. Fue el primer encuentro que tus hijos tuvieron con una piña en sus tacos. Diego necesita tiempo para procesar ese fenómeno.
No sé qué hacer mañana. Le tengo que cumplir a Diego lo del Templo Mayor pero igual sería conveniente hacer una actividad adicional. Ya no sé si creerle al Tiempo Libre o no.
Según mi entrada del Día 4, mañana toca El Museo de Arte Popular que está a la vuelta del Templo Mayor, pero la verdad a mí se me antoja algo diferente, algo como los shows de música o teatro o alguna actividad que no sea solo ver exposiciones. En fin, ya en el aire las iré componiendo.
Por cierto, tus hijos ya hablaron con sus abuelos.
Es todo por hoy.

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