Anita:
Hoy es lunes 30 de julio. Te escribo sumamente
consternada porque sucedió algo que me atemorizó. Tú lo sabes, pero el resto de
los lectores no: Desde que Diego llegó al DF quedó fascinado con el primo
Gabriel. Fascinado no es la palabra: IDIOTIZADO.
¿Te acuerdas que te dije que los iba a tener
enclaustrados haciendo los ejercicios del cuadernillo de actividades previas al
segundo periodo de educación básica? Pues me conmovió que el mentado primo bajó
a invitarlos a ver una película con palomitas. No pude decir que no
particularmente porque tampoco es onda que los niños se la pasaran
esclavizados, pero la verdad no me quedaron ganas de volver a permitir que
convivan con sus familiares. Resulta que se pusieron a jugar. Estuvieron
haciendo su desmadre pero el juego estaba relativamente tranquilo. Hasta que
decidieron salir al patio y el susodicho primo retó a Diego en una especie de
rito de iniciación a ver si se atrevía a aventar al gato desde la escalera.
Diego en su idiotización, ¿qué crees?, ¡AVENTÓ AL GATO! Todo lo hicieron en un
silencio tal que yo no me hubiera dado cuenta si no es porque Diego se puso a
llorar. Obviamente, me encabroné y empecé a gritarle a Diego que desde cuándo
él era así, que desde cuándo maltrataba animales. Diego lloraba y lloraba y
terminé diciéndole que si no se callaba lo iba a aventar yo a él desde las
escaleras. Diego se calmó y le leí la cartilla. Que el gato era un bebé, que
cómo le íbamos a dar la medicina si tenía la boca con sangre. Lo castigué una
semana entera. A él y a Santiago, a los dos. A uno por güey y hacerle caso al
primo y al otro por no defender al gato o de jodido gritar para que yo saliera.
Durante una semana no pueden salir, no pueden jugar. Tienen que estar conmigo
siempre y a todas horas haciendo su tarea o coloreando.
Claro que después de eso no los dejé subir a ver la
película. Durante todo el escándalo, Max y Gabriel estuvieron escondidos en el
cuarto de Susana. Ya cuando se calmaron las aguas, pasa el muy hijo de su
pinche madre presumiéndoles a nuestros hijos: “es hora de la película” y subió
diciendo: “palomitas, palomitas, palomitas”. Me dieron ganas de ir por él y
tirarlo desde las escaleras, pero bueno, mi tarea no está en educar a aquel
niño, sino en domar a esta fiera. No sé cómo hacerle entender que él no tiene
que hacer nada (y mucho menos atentar contra un animal) para caerle bien a
alguien. Que él es infinitamente afortunado porque al menos su Mamá, o sea yo,
estuve ahí para rescatarlo de ese sentimiento espantoso que debió quedarle
después de aventar al gato. Claro, Diego está enojado por el castigo pero
espero que quepa un poco de reflexión en su mente de 5 años.
Leí por ahí que gran parte del maltrato a los animales se
debe a que los consideramos como de nuestra propiedad. Esto no me aclaró nada,
pero bueno, esperemos que el gato se mejore y que no se haga rejego.
Santiago también está molesto, pero él como que agarró
más rápido la onda de que esas son cosas que no se hacen.
2 comentarios:
Madres. Entre más leo del primo, peor me cae.
Pobre de mi gatita! :(
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