sábado, julio 28, 2012

Ana anda de gira: Día 1 parte 1


Día 1.-

Aunque me había dormido pasadas las 24 hrs del viernes, tuve que madrugar a las 4 am para asegurarme de estar a tiempo en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. A esas ingratas horas del alba sonó el despertador de Crix. Acto seguido me senté en la orilla de nuestra recién habilitada cama (que en realidad es más cercana a un nidito de amor hecho con muchas cobijas una sobre otra, de tantas que ya hacen el espesor de un colchón convencional, pero sin resortes) y medité acerca de todo lo que tenía qué hacer en los siguientes 45 minutos. La verdad, tan dormido tenía el cerebro que mis cavilaciones fueron pocas. Me decidí a pararme y agarrar las llaves para allanar impunemente la morada de la Tía Meña. Como es sabido por ustedes ávidxs lectorxs, nuestra parte aún sigue sin baño y tenemos dos opciones a elegir: la de afuera que es un bañito de 1.20 m cuadrados, donde puedes realizar dos actividades o incluso tres a la vez, ya que el escusado se sitúa justo frente al espejo y debajo del chorro de la regadera; o el de arriba que aunque es un baño también muy pequeño tiene la ventaja de tener sus áreas medianamente mejor divididas y sobretodo no hay necesidad de salir al frío de la intemperie para acceder a él, aunque hay que subir dos pisos. Incontinencia much? A ninguno llego… así que da igual. Yo elijo la segunda opción, pero para eso tengo que entrar a casa de mi tía.

Así pues con llaves en mano subí y abrí el candado, recorrí la puerta y me colé al baño tan silenciosamente como me fue posible. El gato me delató llamándome con sus maullidos para que la dejara entrar, pero hice caso omiso y me metí a bañar. Medité algunos minutos más en el inodoro, me decidí finalmente a proceder con los actos obligatorios de limpieza y tallé a profundidad cuero cabelludo y demás… Lavé, enjuagué, repetí.

Me vestí con las prendas cuidadosamente elegidas la noche previa. Una blusa de jersey de algodón negra, un suéter negro con cuello de tortuga, un overol amarillo voltéame-a-ver (cuyo anecdótico origen relataré en otra entrada), calcetines y zapatos negros. Rematé con una bufanda/mascada negra, ya que no pude encontrar una hermosa bufanda roja que compré apenas hace un meso dos en el centro histórico y cuya falta me ha puesto triste porque pensaba lucirla en mi tour por los States.

A las 4:45 consideré prudente levantar a Crix, que en estado sonámbulo se puso de pie y procedió a alistarse mientras yo despertaba a los hijos. Ninguno estaba muy entusiasmado por despertar, pero les expliqué que si se levantaban no me iban a poder acompañar al aeropuerto: acto seguido Santiago se puso a llorar. Adjudicó molestias a la garganta, pero yo creo que fue de trsiteza de saber que ya me iba. Tenía una semana sabiendo del viaje, pero no creían que el día fuera a llegar.

Salimos de la casa a las 5:20 am, si me lo preguntan, demasiado temprano. El vuelo salía a las 9:25, tenía que llegar a las 6:25, pero al final resultó buena la premura, ya que los taxis no acertaban a pasar. Cuando finalmente uno se atrevió a andar por allí lo tomamos y sucedió que ya no arrancó. Vuelta a empezar, esperar otro taxi. Finalmente partimos de casa como a las 5:40. Sin tráfico llegamos al aeropuerto apenas pasaditas las 6 am.

Comencé una larguísima fila que resultó no era la indicada. Me mandaron a hacer auto check in. Luego pude ya volver al final de la fila para documentar la maleta.  Traigo una maleta vacía con otra adentro y esa segunda sólo trae la mitad del relleno. Algo así como maletas matrushkas.

En la fila encontré al primero de mis 7 compañeros de viaje, Gabriel. Con el pasé los siguientes 20 minutos hasta que pude documentar. Luego nos separamos y ya me fui con Criseida y los niños al área de comidas rápidas y espera. Como tenía que estar en la sala hasta las 8:40, había mucho tiempo para matar. Resultó extraño, ya que nos encontramos con unas viejas amigas: Fedia y Lety a las que teníamos ya un par de años sin ver. Así estuvimos echando la chorcha hasta las 8 en que ellas tuvieron que irse para abordar su vuelo de vacaciones a Mérida.

Tras una emotiva despedida con besos y abrazos de los hijos y la esposa, me metí a las 8:30 am a la fila para ingresar a las salas de abordaje. Educadamente puse mi lap en una tina, la mascada, la bolsa y la papelería en otra y pasé sin hacer ni un bip por la banda checadora. Mi overol es de manta y me resulta muy cómodo para viajar, además de que no oculta nada ya que no trae bolsas.

Al llegar a la sala 20, después de un largo paseo por el duty free, ya estaban abordando y no había ni luces de mis compañeritos. Lo obvio hubiera sido pensar que ya estaban adentro, sobretodo porque nuestros boletos son “priority Access”, pero una madre sabe más (tenía que decirlo) y era por demás esperar que no hubieran llegado. Llegaron raspando y luego todavía tuvieron el descao de ir al baño. Casi nos vienen a acarrear. Por quedarme hasta atrás esperándolos, por estar de manta, por vestir de amarillo, por sentarme en el pasillo, fila 14, asiento D, por llamarme Ana, o simplemente porque se le dio la gana a la poli, me tocó revisión aleatoria a mí y a ellos no. La mujer se puso guantes de látex, agarró un papelito y me lo untó por todo el cuerpo. Luego por mi mochila. Lo pasó por una maquinita y decidió que no traía nada ilegal. También me quitó los zapatos y los dobló, lo bueno que son Flexi.

Volamos por dos horas hasta Dallas. Sin contratiempos. Todo lindo, todo nice. Pero Ana que es una descuidada no llenó su formulario de inmigración. Tampoco dos de mis tres compañeros. Así pues nos detuvimos en una mesita frente a migración a llenarlos en equipo. Llegó una mujer asiática con muy mal carácter a regañar justo al único de los tres que no habla ni jota de inglés. Que si firme allí, que si así no se llena, que si apúrele y no se tome tanto tiempo. Nos acarreó y cuchileó como marranos. Nos mandó a formar y cruzar. Unas asistentas de vuelo estaban muy molestas también con ella lo cual me dio el gusto de saber que no era racismo dela ñora, sino puritito mal carácter.

Cruzamos sin novedades, pasamos por la maleta y tuvimos que documentar otra vez para Washington. Nos encontramos una pareja de viejitos texanos intentando hablar español con nosotros. Muy amables, muy simpáticos. Se dedican a hacer trabajo voluntario en el aeropuerto recibiendo turistas o algo así. Muy amenos en la fila de la última revisión. Por alguna extraña razón fui a la única del grupo a la que otra vez escogieron para pasarla por la máquina de rayos equis de cuerpo completo. Esa donde te quitas los zapatos, alzas los brazos y pareces estar sufriendo un arresto. Qué rarito…

Luego Comimos en el TGI Fridays, justo frente a la sala de la que íbamos a despegar.  Comimos un poco a la carrera, porque vimos que estaban abordando. Yo tuve que hacer una parada al “cuarto de damas”, mientras tanto Gabriel, Iván y Manuel conocieron a Miguel, el 5to compañerito que habríamos de conocer hoy.

El vuelo a Washington duró 3 horas. O más bien para ser exacta, 2 horas y 50 minutos. Despegamos tarde porque un señor se equivocó de vuelo. Luego al piloto le dieron una ruta de vuelo larga. Debimos haber llegado 6:10 pm hora Washington, DC, pero llegamos hasta las 6:25 pm. Ok, no estuvo tan mal, salvo porque a mí me urgía correr al baño otra vez. Tengo una vejiga pequeña.

Ahora son las 7: 40 pm, y quedé de verme en el lobby del hotel con mis compañeros en 10 minutos. Estoy en el Hampton Inn de la 6th Street. El hotel está padrísimo y acabo de sufrir un ataque de risa y euforia de lo emocionada que estoy de estar aquí.

Ya me voy a empezar a disfrutar de este gran y maravilloso viaje y de esta hermosísima ciudad.

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