viernes, septiembre 24, 2010

Domingo familiar

Este post ya viene tarde porque no he tenido tiempo de nada. Estoy haciendo todas las horas extra que puedo en el trabajo y termino siempre agotada hasta para escribir y pensar, (bueno, yo siempre ando buscando pretextos para eso). Aunado a eso, el diluvio universal que nos ha venido cayendo la última semana, me provoca sopor y voy siempre buscando dónde quedarme dormida.
En fin, el domingo pasado fuimos a una fiestecita infantil del sobrino de Criseida, hijo de su prima y un amigo mío de la prepa. Diego y Santiago estaban muy emocionados desde varios días antes con la expectativa de conocer un primito nuevo. El domingo en cuestión, Criseida se despertó más temprano que todos para bañarse y estar lista a tiempo. Luego me despertó a mí para que yo hiciera lo propio (a veces me da por bañarme en domingo) y finalmente también remojamos a los hijos. Cuando estuvimos todos listos, emprendimos el camino en camión hasta el lugar del evento que casualmente era muy cerca de donde yo trabajo, así que ya sabíamos qué rutas tomar. Cada vez me sorprende más ver el manejo que tienen ya mis hijos en el camión. Ya saben dónde sentarse, cómo detenerse y toda la dinámica. Es lindo y triste a la vez. Yo a su edad jamás necesité usar transporte público.
Camino a la fiesta, Diego me pidió matrimonio. Me dijo: "Mami, cuando yo sea grande ¿puedo ser tu esposo?". Le expliqué que yo ya estoy casada pero que si quiere podemos vivir en unión libre y olvidarnos de los papeles. Más bien, le dije algo así como: "Diego, yo ya tengo una esposa que es tu Mamá".
Más adelante en la fiesta, Santiago y Diego se dedicaron a explorar una gigantesca casa de muñecas que estaba dividida en seis habitaciones: la primera era un mini café-restaurante, la segunda era un mini súper, la tercera una sala de cine; en el segundo piso, la cuarta habitación era como una tiendita de ropa donde los niños podían jugar a disfrazarse, la quinta y sexta eran como un departamentito y una salita de hospital/veterinaria. En mis tiempos no había de esas, la verdad es que estaba sensacional. Tanto, que yo buscaba cualquier pretexto para meterme.
Santiago se puso a jugar a llevar víveres del "súper" al "cine", así que cuando me metí al cinito para pedirles que recogieran las cajas de galletas vacías, Diego se atravesó en la puerta, me prohibió la entrada y me dijo: "Mami, aquí está prohibida la entrada a los adultos, así que vete, anda con tu esposa" y me agitó la manita echándome para afuera.
Mientras tanto, Criseida y yo nos dedicamos a comernos toda la botana que pudimos. Había jícamas, pepinos y melón con chamoy. También había cacahuates japoneses, fritos, golos, palomitas y demás chucherías con las cuales llenarnos la boquita.
La verdad es que como la fiesta estaba llena de la familia de Crix, no sabíamos ni con quien platicar y nos sentíamos muy extrañas. Poco a poco se nos fueron acercando algunas personas, como el primo que vino a decirnos: "EEEH prima, no conozco a tus hijos... bueno, nomás los he visto en la televisión". Bueno, al menos nos han visto, pero qué penita me dio. Y yo nomás pensaba "pos qué le cuesta agarrar el teléfono y marcarle". En eso se acercó la tía y yo mejor huí bajo cualquier pretexto a la casita.

Santiago disfrutó todas las secciones. Primero en el mini súper se volvió loquito con todas las cajas de galletas, aunque luego luego se decepcionó cuando vio que estaban vacías. Luego en la cajita registradora, se puso a "hablar por teléfono" con el scanner de precios. Pobrecito m'ijo, de eso no hay en los súpers a los que lo llevo.
Luego se quiso vestir. I mean, LITERALMENTE se quiso vestir, así como draga: VESTIR! Primero, escogió un vestido de princesa rosa. Naturalmente, no se lo pudo poner solito y me pidió ayuda y entonces surgieron en mí todas las voces, todas las dudas, todos los gritos internos. Me pregunté: "¿qué debo hacer ahora?". ¿Sería el momento para censurarlo? Pero bueno, yo soy una persona muy laxa y sigo pensando que para socializarlos existe el resto del mundo. Mi papel es el de apoyarlo mientras no se haga daño a sí mismo ni a los demás (y por daño me refiero a sangre de por medio). Así pues, Mami muy condescendiente, le puso el vestidito rosa.


Santiago se quedó viendo su reflejo en el espejo, se hizo un par de muecas y dijo: "No no no, el rosa e de niñas, mejo el verde", así pues, me pidió el vestido verde. Entonces, vestido de hada verde, salió de la casita corriendo hacia el área donde estaban todos los adultos.


Ahí, mi miedo fue en aumento, me puse nerviosa, ¿qué iban a decir los familiares de Crix? Por no dejar, agarré un traje de bombero que estaba cerquita y salí corriendo detrás de mi hijo. Cuando lo alcancé, le pregunté tan persuasiva como pude: "¿Te gustaría intentar vestirte de bombero?" Y él encantado contestó que sí. Como primero le tomé las fotos vestido de hada y de princesa, creo que no notó mis temores infundados y luego cuando se hartó del de bombero, se puso uno de policía.
El momento verdaderamente trágico fue cuando de regreso en el área de disfraces, él pidió otro vestidito de princesa y una niña le dijo que no. No lloró, pero se notó que se puso muy triste y se llevó sus manitas a la cara. Le dije "no importa m'ijito, ¿te lo quieres poner?", pero él ya no quiso y se quedó vestido de policía.
Por su parte, Diego estuvo toda la fiesta vestido de una vaga interpretación de Woody, porque el tema de la fiesta era Toy Story.


Luego vino el show. Las fiestas infantiles regias cuentan con un microshow de aproximadamente 20 minutos donde jóvenes vestidos de diversos personajes (en este caso Toy Story), hacen una serie de comentarios "chistosos" como en una reinterpretación contemporánea de lo que antes era el show de payasos.
La verdad es que no son graciosos ni entretenidos ni nada. Además, caen demasiado en el sobado lugar común del concurso de géneros. Es decir, "¿quién puede más, los niños o las niñas? ¿quién va a ganar, los niños o las niñas? ¿quién tiene menos cerebro, el presentador o la presentadora? ¿o las madres que seguimos permitiendo estos shows?". Así pues, terminan haciéndole un montón de bromas pesadas a los niños a los cuales por supuesto les hablan como si estuvieran tontos.
Diego pasó a concursar. Más bien, lo pasaron y lo vistieron de mariachi enano. Le pidieron que diera un grito tapatío. Si ustedes no tienen idea de lo que es eso, mi hijo menos. Y luego, la señorita le dijo toma aire y luego exhala mientras que el baboso de atrás fingió flatulencias. Diego, obviamente, en un nivel de tolerancia cero encontró la broma pesada y ofensiva. De puro milagro no se puso a llorar. Al final, como premio de consolación, le dieron una bolsita con dulcecitos y juguetitos.
Lo que sí tuvo de gracioso este show, fue un concurso al estilo de los de aquellos viejos tiempos cuando nosotras jugábamos tipo "ponle la cola al burro". Se trató de ponerle sus piezas al Señor Cara de Papa. Una chavita en una botarga gigante, a la que se le quitaba los ojos, la boca, las orejas, las cejas y el bigote. Y luego los niños tenían que volverle a poner sus partes. Como el promedio de los concursantes tenía cuatro años se volvieron locos de alegría y éxtasis de volverle a poner sus piezas al Señor Cara de Papa. Y bueno, mis hijos tuvieron la suerte de ganar el concurso.
En resumidas cuentas, ha sido una de las fiestas infantiles más completas que hemos ido... ¿o será que es a la que más temprano hemos llegado? Nos gustó bastante y ahora sólo nos quedan tres semanas para prepararnos para el gran evento: EL SUPER CUARTO ANIVERSARIO DE SANTIAGO Y DIEGO. (También conocidos como Súper Diamante y Súper Fresa).

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