martes, junio 01, 2010

Blogueando por nuestras familias

Es 1 de junio otra vez, significa que una vez más estamos en el día anual de bloguear por nuestras familias LGBTTTI. Como todos los años desde que inició en 2006, convoca Dana Rudolph de Mombian:


"En los últimos cinco años, cientos de bloguerxs de alrededor del mundo han participado, incluyendo mamás lesbianas, papás gays, padres y madres bisexuales, madres y padres trans, hijxs adultxs de madres y padres LGBTTTI, individuxs LGBTTTI sin hijxs y aliadxs heterosexuales. Algunxs bloguerxs han contado historias de su camino hacia la maternidad/paternidad o historias sobre sus hijxs; algunxs han escrito sobre parientes o amigxs LGBTTTI; otrxs han discutido eventos de política actuales; y muchxs hablan de por qué su fe les obliga a apoyar los derechos LGBTTTI. Los escritos de este año deberán ser igualmente diversos e irresistibles." (Traducción libre de mombian.com)

Estamos a unos cuantos días de nuestro 4to aniversario de este blog, así que todo el mes de junio será de celebraciones y veremos si logro una vez más hacer aquello de un post al día. Haré lo que pueda, o como dice Manuelito "aré lo que pude..."

Viene ahora sí mi post por el día de las familias LGBTTTI.

Cuando yo era pequeña mi mamá decía una cosa muy fea, o más bien decía muchas cosas feas y yo no entendía por qué las decía. Ella, criada en el seno de una familia tradicional mexicana, tuvo como principal enseñanza (o adoctrinamiento) la virtud esencial de la modestia. El valor supremo en su familia era la humildad, el no notarse, no hacer alaraca, pasar desapercibida. Si tuviera que usar un color para describir la discreción a la que aspirban ella y sus hermanas, diría que ellas eran "blanco ostión". Ya saben, ese color neutro tan de moda en los setentas y ochentas que no era blanco, ni gris, ni color, ni nada, era solo la neutralidad más aburrida e imperceptible en el universo. No podría ni siquiera intentar desenmarañar cómo una abuela tan llamativa como la mía tuvo a bien lograr tener tres hijas tan anodinas, pero estoy segura que se sintió satisfecha hasta el final de sus días de la supuesta elegancia de la total iniquidad de sus hijas.
Así pues, mi madre, educada para no sobresalir ni aunque se fuera su vida en ello, piensa que no hay nada de peor gusto que hablar bien de una misma. Y por eso repetía las palabras de su madre, que seguro venían desde muy antes de los tiempos en que el Marquez de la Llave levantara pesas en un circo barato prerevolucionario: "alábate burro que no hay quién te alabe".
Por su parte, mi padre siempre encontró muy molesto que mi madre no quisiera nunca compartirle al mundo sus cosas buenas, sus triunfos, sus alegrías, su capacidad y su sentir. Decía casi siempre al volante en algún semáforo de la antigua Monterrey: "Betty, ¿por qué siempre tienen la razón los demás y nosotros no?" Mi madre, experta en prolongados silencios, apenas exhalaba un poco de aire y posaba sus fríos y lejanos ojos grises en la luz roja. Y sigo sin saberlo, pero por alguna razón los demás tienen más razón que yo.
Traumas aparte, me resulta en extremo difícil hablar bien de mí. Es como el caso del dichoso currículum que en mi casa siempre se ha llamado "ridículum" porque nada que hable bien de uno mismo puede ser serio (ni discreto, ni correcto). Y heme aquí, tratando de hablar bien de mi familia y termino enlistando todas las excusas por las cuáles me siento incómoda hablando bien de mí. A veces me da pena no llegar a dar la talla al personaje, no ser quien esperan, ser menos yo o más yo de lo que debería. Al final como quiera soy yo y eso lo sé yo, que ya es bastante.
Pero en fin, nadie pensaría que yo, o para el caso Criseida o yo somos discretas. Creo que la propiedad privada está sobrevalorada, lo mismo la privacidad y un montón de estos constructos en los que nos escondemos. Por eso es que todo (o casi todo lo que puedo) lo ventilo, lo publico y hago que el cadáver de mi abuela se retuerza ante tanta falta de discreción y elegancia de mi parte.
Creo que llegado el momento nuestras familias ya no pueden darse el lujo de esconderse en la "discrecion". Basta ya de escondernos y echarle la culpa al mundo.
Por eso yo le muestro con orgullo al mundo mi familia.
Somos dos mujeres que nos amamos y a veces también nos odiamos. Que nos idolatramos y aborrecemos a tramos casi iguales. Que nos aguantamos y extrañamos y necesitamos y adoramos y simplemente somos felices atormentándonos la una a la otra en la más debrayada definición personal de amor que podríamos encontrar. Somos dos lesbianas locas con delirios de autosuficiencia que un día decidieron ser madres y entonces en lugar de ser dos nos volvimos cuatro. Y ahora somos cuatro almas que nos acompañamos en este camino de sabores agridulces que es la vida. Y somos una familia feliz, muy feliz que disfruta cada momento. También cuando me quiero tirar desde el trenecito eléctrico de Plaza Sendero.
Lo mejor de nuestra familia es definitivamente que hemos aprendido que los lazos no nos los brindaa la sangre, sino el cariño, la experiencia, el contacto. Es saber que la vida no nos deja solas y que siempre hay almas compañeras saliendo a nuestro paso a alivianarnos el camino.
Agradezco los pies ligeros de los Gigantes en los que a veces nos montamos Crix y yo. Gigantes que nos llevan lejos y que nos aguantan juntas y con todo y niños. Y sé que aunque no era el propósito principal de este post, no puedo dejar de agradecer desde el fondo de mi corazón a todas las personas que me hacen sonreír y seguir viva. Gracias porque todos ustedes son sustento emocional de nuestra familia, porque la mano que nos tienden nos ayuda a andar un camino que nos ha tocado complejo, pero que a lado de ustedes no sólo es seguro, sino divertido.
En fin, pues adiós a la discreción y bienvenida la diversión :)

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