martes, mayo 11, 2010

Secretos de Alcoba VIII


Mi hijo, el austero

me paré frente a un espejo, para admirar mi hermosa presencia. Me regodee en mi misma, me abracé el alma, disfruté de la armonía de los colores que adornaban mi cuerpo. Me felicité nuevamente porque todo mundo me ha dicho que he perdido unos cuantos kilitos aquí y otros por allá (demasiados donde más me faltan y pocos donde más me sobra, pero que le hacemos, esto de bajar de peso nunca es como una quiere), y entonces al punto casi de llegar al éxtasis una epifanía vino a iluminar y esclarecer mi mente, por tanto exclamé en voz alta:
-- Necesito un espejo. Eso es lo que necesito: un espejo de cuerpo completo.
Entonces, Santiago que todo lo escucha y siempre vigila la mesura de sus madres pareció contrariado y creyó necesario aclarar:
--Pero Mami, tu ya tene un ejpejo.
--Sí santiago, tienes toda la razón, ya tenemos un espejo en la casa, pero necesito uno más grande.
--Pero Mami, tu no necesita otro ejepjo. Tu ya tene un ejpejo. No necesita mucha cosa, necesita poquitas cosa. No necesitamos mucha cosas para se feliz, poquitas cosas nada má. Yo no necesito mucho juguete, sólo poquito juguete.
Así pues, creo que esa personita de 3 años y 7 meses tiene más claro el concepto de mesura que yo. En fin, a ver si cuando madure (yo) aprendo a ser tan claridosa como él.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

cueroo!! super sabio.
que padre que ya escriben otra vez!

Gloria dijo...

¡Cosa hermosa!