lunes, octubre 30, 2006

Carta al Hospital Infantil Privado


Como algunos de ustedes saben, mi hijo Diego estuvo internado por más de una semana en el Hospital Infantil Privado. Por fortuna, lo dieron de alta el 28 de octubre y ya lo tenemos en casa, sano y salvo.
Una vez que ya pasó el susto, decidí escribirle a la directora del Hospital para no dejar pasar por alto el hecho de que no me dejaron ver a Diego más que 15 minutos en todo ese tiempo. A continuación, transcribo las palabras de la carta de queja a la Dra. Sandra Plascencia Inclán.

Dra. Sandra Plascencia Inclán
Directora Médica del Hospital Infantil Privado de México
PRESENTE.-

Estimada Dra. Plascencia

El pasado miércoles 19 de octubre de 2006 y hasta el 28 de octubre del mismo, mi hijo Diego Alfonso de Alejandro estuvo internado en el Hospital Infantil Privado por diversas razones. Diego nació apenas el 10 de octubre de 2006, por eso estuvo en terapia intermedia en el segundo piso, en la sección de Neonatal donde las reglas de visitan estipulan que el padre, madre de familia o tutor pueden asistir a las horas de visita establecidas.
Mi pareja, Ana de Alejandro y yo, Criseida Santos decidimos formar una familia y tener hijos. Asistí a la cesárea en el Hospital Ángeles de México y tras explicar nuestra condición de familia diversa, pude entrar al área de crecimiento y desarrollo donde estuvieron nuestros hijos gemelos Diego y Santiago de Alejandro y pude entrar, también, a los cuneros y tener los privilegios de la otra madre de los niños. Sin embargo, en el Hospital Infantil Privado, las cosas fueron groseramente diferentes, porque en el lapso que Diego estuvo internado me permitieron verlo 15 minutos, pese a que sus políticas consideran la opción de una tercera figura responsable del niño puede pasar a verlo. Tanto policías como enfermeras alegaban que no podía entrar porque “ese lugar está reservado al padre” y, pese a explicarles que en este caso, nunca iba a aparecer un padre porque el niño tiene dos madres, el criterio obtuso de los empleados no me permitió estar en contacto con mi bebé.
No tengo que recordarle que en pleno siglo XXI el lesbianismo no es una enfermedad, ni mucho menos tengo que recordarle que la Asociación Americana de Pediatría lanzó una recomendación para la adopción de niños por padres homosexuales o madres lesbianas. Lo que sí me parece digno de atención es crear una cultura de respeto y sensibilidad hacia familias diferentes, sobre todo en el área médica, porque no es posible que se prive a una de las partes a tomar responsabilidad de la enfermedad de los hijos.
Lamento mucho el trato que le han dado a mi familia y la exhorto a tomar cartas en el asunto, porque no seremos la primera ni última pareja de lesbianas que lleven a un hijo al hospital y les sea negado el derecho de permanecer juntas, como pareja, ante episodios duros y adversos como son la enfermedad de un hijo.
Agradezco la atención tomada a mi carta y quedo de usted

A T E N T A M E N T E
Criseida Santos Guevara
México, DF 30 de octubre de 2006

viernes, octubre 27, 2006

Mis mamás me miman



Mis mamás me miman
La declaración de la Academia de Pediatría de los Estados Unidos recomendando la adopción por parte de parejas del mismo sexo echó luz, una vez más, sobre el deseo de ser madres o padres de quienes hicieron una opción sexual distinta de la hétero. Veinte años de estudios continuados en los países del primer mundo avalan esta posibilidad, remota todavía en Argentina. Pero las situaciones se dan de hecho; nacidos dentro de un proyecto de familia homoparental, o simplemente fruto de parejas heterosexuales en las que alguno de sus componentes pudo asumir después su propio deseo, los chicos crecen.
por Marta Dillon
No parecía un trámite distinto de otros. La empleada del registro civil ya había anotado fecha y lugar de nacimiento, había mirado a la beba con esa mueca de ternura a la que obligan los recién nacidos -alguna frase esculpida en mármol para quien trabaja confeccionando partidas de nacimiento- y hasta se había permitido un comentario insidioso sobre la elección del nombre francés que en castellano suena igual a uno de varón. Pero con la mención de los apellidos la fluida amabilidad, digámoslo así, dejó de fluir. De pronto en el registro civil hacía un frío de hielo. "¿Pérez López? ¿Y eso de dónde sale?". El momento tan temido para las dos mujeres estaba en sus narices y ellas no habían ensayado explicaciones para salir del paso. En realidad, siempre supieron que no había salida, solo que, perdidas por perdidas, ¿por qué no intentarlo? "Se llama así, esos son sus apellidos", dijeron en el mismo tono, como un coro de zarzuela. "Mire, señora, si usted quiere, nosotros citamos al padre, pero no puede ponerle el apellido que le dé la gana", escupió la empleada. Qué fácil cambia el clima en las oficinas públicas, habrán pensado las mujeres; ¿cómo la fría distancia puede transformarse en algo tan pegajoso como un chicle olvidado sobre el asfalto caliente? Mejor no discutir, la niña del nombre francés deberá conformarse -"por ahora"- con el apellido de una sola de sus madres, la única que reconoce la ley argentina, la que la parió -o la que la adopte, siempre que la primera ceda sus derechos, que no es el caso-. La otra, la que guió la cánula de la inseminación artificial, la que acompañó el embarazo y el parto, la que está dispuesta a ser tan madre como la primera, no figurará en los papeles y por ahora mastica bronca. Y aunque la pareja está dispuesta a dar batalla, la realidad nacional no augura cambios -en ese sentido- por largos años.
La escena sucedió en Buenos Aires, hace exactos nueve meses, cuando Danielle todavía no llamaba "mamá" a Celia y a Cecilia, como lo hace ahora, sin distinciones. Antes incluso de que la Academia de Pediatría de los Estados Unidos rubricara una declaración sobre la conveniencia de que las parejas de gays y lesbianas adopten a los hijos de sus parejas. O, simplemente, que adopten niños, ya que veinte años de estudios sobre el tema ofrecen, a esta altura, resultados concluyentes: los hijos de parejas de personas del mismo sexo están tan bien adaptados social y psicológicamente como los hijos de parejas heterosexuales. Para muchos podrá sonar a verdad de perogrullo, pero ya se sabe, avalada por la ciencia -y el acuerdo de 55 mil pediatras agrupados en una entidad conservadora como aquella Academia- esa sentencia, pronunciada la semana pasada, ya puede escribirse en letra de molde. Además de alentar fantasías y deseos de gays y lesbianas que ya se embarcaron en la carrera de obstáculos de tener hijos. O están a punto de hacerlo.
"Y bueno -dijo Georgina Barbarossa en su programa nocturno-, en este momento creo que no hay nada peor que tener un padre político." Peor incluso que tener uno gay, se puede inferir del comentario aun cuando desde el panel de invitados -varones gays y militantes, los únicos que aparecen en cámara cuando las producciones necesitan voces que den su testimonio- alguien apuntó una categoría más baja: ser hijo de policía. Más allá de los gustos de cada uno, lo que queda claro es que tener un papá gay o una mamá lesbiana parece estar anotado, al menos en algún imaginario con micrófono, en la lista de catástrofes posibles. Algo que podrían desmentir fácilmente los mismos protagonistas si existieran las condiciones para poder hablar libremente de sus experiencias. "La sociedad argentina es homofóbica: gays o lesbianas pueden informar a sus hijos de la orientación de la pareja pero deben advertirles que no hablen del tema fuera de la casa. Esto trae problemas cuando necesitan invitar a otros chicos o hablar de la familia en la escuela", dijo la investigadora Silvia Quaglia, interrogada sobre el correlato nacional de lo declarado en Estados Unidos. Y aunque su opinión puede resultar algo terminante, lo cierto es que, a modo de muestra, de seis jóvenes consultados para esta nota sólo una se mostró dispuesta a contar su experiencia. Porque, vamos, hijos e hijas de gays y lesbianas ha habido siempre, aunque gestados en matrimonios o parejas heterosexuales, que en muchos casos sirvieron como refugio para las propias dudas sobre la orientación sexual y pantalla para desviar las miradas acusadoras del resto de la sociedad. "Supongo que fue una huida hacia adelante, la relación duró un poco más de tres años y la verdad es que podríamos haber estado juntos toda la vida. Nos llevábamos muy bien, nos acompañábamos, teníamos sensibilidades parecidas, pensamientos políticos acordes..., pero cada vez éramos más amigotes y menos pareja. Hasta que me enamoré perdidamente de una compañera de trabajo." Y tal como Mónica -hoy de 41, un único hijo de 19 y doce años de convivencia con una mujer- entendía la pareja, al primero que se lo contó fue a su marido. "El me alentó a que siguiera adelante y así fue que pasé mi primera noche fuera de casa. Volví radiante a las siete de la mañana, con medialunas y una ansiedad tremenda por compartir mi audacia." El final de la pareja fue armónico y el inicio de la que siguió también, aunque no duró mucho. La segunda oportunidad fue mejor, todavía tiene actualidad.El niño -llamémoslo Carlos- nunca hizo preguntas, pero la realidad era evidente. "Jamás oculté las manifestaciones de cariño con mi pareja. Obviamente nuestra intimidad estaba a resguardo, como en cualquier otra pareja, pero a medida que iba creciendo era yo la que tenía necesidad de contarle. Y como no había nada oculto, cuando tenía más o menos diez años, un día le dije: 'Esto que ves se llama de esta manera, lesbianismo, somos una pareja de mujeres lesbianas'. Fue un momento de mucha relajación para mí, de terminar de hacerme cargo y también militante. Iba a un grupo de mujeres lesbianas feministas en el que reflexionábamos justamente si decírselo o no a los hijos, cuándo, cómo". Carlos tuvo una sola pregunta frente al destape materno: "¿Y ahora qué?, ¿sigue todo igual?". Las cosas para él, con su mamá y la mujer de su mamá oficiando de tutora en la escuela, estaban lo suficientemente bien como para desear que nada cambiara.
"Mi mamá dice que a los cinco años yo cantaba por la calle una canción inventada que decía 'esta es mi mamá, esta es la novia de mi mamá'. La verdad es que de eso no me acuerdo. Lo que sé es que a los nueve años empecé a notar que la amiga de mi mamá se quedaba siempre a dormir en casa y entonces tuvimos una charla. Me pasó lo mismo que suele suceder con las nuevas parejas de tus viejos; Andrea me quería conquistar, me hacía regalos, pero cuando me enteré de cómo eran las cosas me agarré un berrinche terrible, le hice la vida imposible, quería a mi papá." ¿Le molestaba a Valentina que su mamá fuera lesbiana? "Qué sé yo, me parece que quería una familia normal y se representaba en mi viejo. Yo la quería a Andrea, pero cuando me acordaba me daba el berrinche. Pero mi mamá fue clara, ella la amaba y ese amor no entraba en competencia con el que tenía por mí. Eso era inamovible y por más que me quejara no iba a cambiar. Fue una continuidad de charlas interminable. Mi hermano mayor ya lo sabía y no se hacía mucho problema. Después me di cuenta de que lo que me molestaban eran los cambios, porque cuando mi vieja se separó de Andrea a la que odiaba era a Pato, que hace como nueve años que está en pareja con mamá." El que devolvió la paz a la relación madre e hija fue el padre de la última, aunque no voluntariamente. "Como mi viejo no nos pasaba alimentos mi vieja hizo juicio de divorcio y ahí él empezó con que por culpa de mis tías tortilleras pasaba lo que pasaba, lo decía como un insulto a ellas, que eran amigas de mamá, pero como mis tías verdaderas están desaparecidas... Y a mí que no me toquen a mi familia." Valentina tomó partido rápidamente frente a las agresiones de su padre, aunque hasta hace dos años, cuando cumplió 18, intentó mantener la relación con él en los mejores términos posibles. No fue fácil, porque no era fácil encontrarlo y ahora, resignada, dice: "Mi papá nos abandonó". Ese es su problema, cree, no la elección sexual de su mamá. Igual, se hace cargo de las dificultades del caso. "Cuando era más chica tenía miedo de que los padres de mis amigas no las dejaran venir más a mi casa. Con ellas estaba todo bien, yo trataba de que primero se dieran cuenta y después hablarlo, era más fácil que hacerlo en abstracto. Porque la imagen de las lesbianas es la de un camionero y conociendo a mi mamá era distinto, porque como es recopada y reabierta es un referente para muchos amigos que se instalan en casa. Igual me acuerdo que cuando estaba en séptimo grado un amigo me dijo: 'Dale, no me mientas, tu mamá es lesbiana', y yo se lo negué. El se rió y me dijo: 'Bueno, cuando lo puedas entender lo hablamos', evidentemente estaba mucho más adelante que yo." Claro que las reacciones no siempre fueron tan alentadoras. En un intento por planificar lo mejor posible el futuro de Valentina, su mamá la inscribió en una escuela fábrica privada con orientación gráfica. Y ahí, lamentablemente para Vale, la mayor parte del alumnado venía de escuelas católicas con prejuicios firmes y saludables. "Al principio me hice amigas, hablábamos de novios y esas cosas, y no sé por qué, un día se me ocurrió contarlo y noté perfectamente cómo pusieron un límite. Aunque no hacía falta mucha imaginación, un día me sentaron en una vereda y haciéndose las humildes católicas me dijeron que entendían por qué yo era rara y no sabía rezar, por qué me interesaba por la política. Era porque mi mamá era lesbiana y ellas estaban dispuestas a contenerme y a enseñarme a ser parte de la gente bien." Resultado: Valentina se cambió de colegio e hizo toda su secundaria en el Nicolás Avellaneda, donde no tuvo ningún problema. "Las veces que me enamoré fue de hombres, pero si conociera a una mujer no veo ningún límite para esa relación." Sería tan natural como tomar un vaso de agua. "Tampoco sentí ningún límite con respecto a mis amigas, digo, que porque mi mamá sea lesbiana no pudiéramos tener la intimidad común entre mujeres, eso de pasearse desnuda o vestirse en el mismo cuarto. Una sola vez una desubicada me preguntó cómo ellas hacían el amor. Obviamente la mandé a cagar. No me iba a imaginar a mi mamá cogiendo, nadie lo hace, y tampoco me iba a imaginar a mis mamás cogiendo." ¿Así las considera? ¿Son sus mamás? "Y sí, Pato me cuida cuando estoy enferma, igual que mi mamá, paga mis alimentos, me presta el auto. De hecho, es mi mamá."
"¿Puede mi hijo ser gay y católico? Esta cuestión me abrumó luego que superé la conmoción y la vergüenza de saber que mi hijo era gay. En tanto María Elena, mi esposa, remontaba la culpa, la duda y el dolor de tantas vicisitudes familiares, yo inicié un camino de búsqueda a través del campo minado de la teología." Casey Lopata es el ferviente católico que inicia así un texto que circula en diversos grupos de autoayuda para padres, madres y demás afectados por el coming out -la salida a la luz de la orientación sexual- de sus allegados. En Estados Unidos sobre todo, donde la actitud abierta es un lugar común en la mayoría de los estados y empuja a los más conservadores a buscar los modos de poder encerrar en el corralito de sus creencias a las ovejas descarriadas. Y es de ese modo como algunos grupos en el gran país del norte escucharon la declaración de la Academia de Pediatría: "Ya que no podemos lograr que sean heterosexuales, al menos que sean monógamos y críen hijos", dice en tono irónico Felicia Park Roggers por teléfono. Ella es hija de un hombre gay y una mujer lesbiana y fundadora de un grupo que reúne a jóvenes de condiciones parecidas a la suya -los hay hijos de transexuales o de hogares homoparentales-: Colage (Children of Lesbian and Gays Everywhere). Aun cuando Felicia saluda la famosa declaración, es capaz de oler cierto tufillo rancio en las avanzadas de quienes consideran "la causa gay como el derecho al matrimonio, la adopción y la herencia. Lo gracioso es que en mi ciudad -San Francisco- muchos en la comunidad gay están tan abocados a demostrar que pueden ser buenos, blancos, cristianos, padres ejemplares que pronto van a ser los únicos dispuestos a sostener la familia en su versión más parecida a la tradicional: dos adultos, dos niños, un perro y un gato". Y de hecho la conclusión de Lopata, ese padre preocupado, es una frase de un teólogo del Vaticano, Jan Visser: "Cuando tratamos con personas que son definidamente homosexuales (...) sólo podemos aconsejar que procuren formar una pareja estable, y a uno mismo, la aceptación de esa relación como lo mejor que pueden lograr en su situación actual". Tal vez hasta allí pueda haber llegado un teólogo, pero la Iglesia todavía es terminante en cuanto a la conformación de familias con parejas del mismo sexo: "amenaza los cimientos mismos de la sociedad". Desde esta latitud del planeta, de todos modos, quejarse de los intentos moralizadores de quienes admiten los derechos de gays y lesbianas a formar familias suena muy tirado de los pelos. Aunque Mónica X tiene algo que decir sobre eso:"Por supuesto nos importa que se amplíen las libertades, a mí y a mi pareja nos gustaría adoptar y sabemos que no es fácil. Por más que esté autorizada para mujeres solas, si decís que sos soltera, tenés más de 35 y el ciclo menstrual lo más probable es que piensen que sos lesbiana y nunca te lo permitan. Por eso es Fabi la que podría presentarse, ella está divorciada legalmente y sufrió una operación que ya no le permite tener hijos. Ese es el perfil necesario, aunque después viene todo el rollo de las asistentes sociales: ¿qué van a decir cuando vean nuestra cama matrimonial? Tenemos el caso de una compañera del grupo de reflexión para madres lesbianas que tardó siete años en conseguir una adopción plena. En realidad lo que me gustaría es que toda esta sociedad patriarcal cambie, que haya un nuevo orden".
Una de las preguntas que con más insistencia se disparó durante la semana pasada -cuando la adopción por parte de parejas del mismo sexo fue noticia- fue cuántas posibilidades tienen los hijos de gays y lesbianas de ser, a su vez, gays o lesbianas. La evidencia científica -se podrían citar los estudios longitudinales, es decir que siguieron a niños desde los 9 años hasta los 21, de la psicóloga norteamericana Charlotte Patterson y de las británicas Susan Golombok y Fiona Tasker, a modo de ejemplo- demuestra que la orientación sexual de los padres no condiciona a los hijos. Dicho sea de paso, los homosexuales que conocemos en su mayoría, lejos de haber nacido de un repollo, son hijos e hijas de parejas heterosexuales. "Yo nunca tuve miedo de que mi hijo fuera gay, en realidad me daría lo mismo. No necesito repetir que no hay una orientación sexual buena y una mala. Mi peor fantasma es que mi hijo sea abusado, como me pasó a mí". Sandro tiene ese fantasma, cualquier otra persona podría temer, por ejemplo, morir antes de tiempo y que su hijo quede huérfano o que lo ataque alguna enfermedad grave. Todo padre o madre que haya podido construirse como tal desea salvar a sus hijos del dolor, aunque esto sea imposible. La función materna y paterna no tiene que ver con el sexo sino con el rol, es algo que se ha escuchado también esta semana en boca de múltiples psicoanalistas y psicólogos, como por ejemplo Juan Carlos Volnovich. Sandro tiene 37 años, un hijo de 11 y una pareja, Luis, con la que convive hace siete. "En realidad creo que un poco por presiones sociales o por fantasías propias una vez cedí a esa otra fantasía femenina que es querer reformar al gay. Convivimos 9 meses y justo en el último mes ella quedó embarazada. Acompañé el embarazo y el parto y mi hijo es maravilloso. Es muy copado el guacho, es especial y mis amigos lo adoran. Siempre nos juntamos a jugar al fútbol y el otro día vino mi hijo y en el medio del partido me dice: 'Pasame la pelota, Jesica', imaginate, todos murieron de risa." Nunca ocultó "su situación" al niño, pero recién hace cuatro años la verbalizó. "Yo tengo un local de comidas y ahí tenía un adorno sobre una mesada, estaba mi hijo, mi mamá y yo laburando y de pronto él pregunta: '¿Eso te lo regaló tu novio?' Sí, dije yo, ¿te molesta? 'No, para nada'. Y a partir de ahí nuestra relación fue... más homogénea. No tenemos ningún problema, voy a los actos de la escuela con mi pareja, él se queda a dormir en casa. Los chicos tienen la mente mucho más amplia que los adultos y viven las situaciones con la naturalidad que aprenden de los adultos.
"Como en un juego de muñecas rusas parece que ese placard del que están obligados a salir quienes hicieron una elección sexual distinta a la heterosexual siempre hay una puerta más, y otra, y otra. Hay que decírselo a los padres, si se tomó esa decisión, después a los amigos, en el trabajo, en la obra social, etc., etc. Celia conoció a Cecilia en un grupo de madres lesbianas. La primera iba allí porque había tomado la decisión de tener un hijo por inseminación artificial, la segunda porque sus tres hijas -que tuvo de un matrimonio entre los 20 y los 24- ya eran mayores y no sabía cómo congeniar su maternidad con su elección sexual. "Lo primero que me dijo -dice Celia- es que estaba loca, que para qué tener hijos que después crecen y te cuestionan." Pero, como ellas eligen decirlo, "no se puede ir contra las elecciones de amor". Y así fue como se rindieron, se enamoraron y decidieron tener un hijo juntas. Lo hicieron por inseminación artificial porque no querían tener el referente de un padre conocido, querían que fuera de las dos. "Dani va a vencer absolutamente todo, le voy a dar mi apellido y la vamos a cuidar de la discriminación. No somos tontas, sabemos que va a tener que ir a la escuela y que las preguntas van a ser difíciles pero el amor es tan inmenso que vamos a salir adelante", dice Celia. En un principio era ella la que quería quedar embarazada con la donación de un óvulo de Cecilia, pero hubo algunos intentos y no pudo ser. Así que fue Cecilia quien la gestó y son las dos las que ejercen el rol de madres con tareas bien distribuidas. "Inconscientemente establecimos roles de acción, si llora de noche Ceci no se levanta, pero es la que le da de comer. La teta se la dimos las dos, Ceci alimentaba y yo calmaba porque no tenía leche, pero la succión la hacía dormir. Se baña con Cecilia, yo la visto." Por ahora no saben cómo serán los nombres que la nena elija para llamarlas, hasta ahora las dos son mamá. Pero tampoco Dani sabe pronunciar otra palabra. "Somos normales, somos una pareja normal, sólo que tuve que hacer un testamento a favor de mi hija y vamos a tener que pelear para que mi obra social la reconozca, pero la razón, estamos seguras, está de nuestro lado." Y lo mejor es que ¡¡¡la ciencia les da la razón!!!.

miércoles, octubre 25, 2006

¡Mi mamá salió del clóset!

Para nosotras, todas las personas que pertenecemos concientemente a alguna disidencia sexual es sumamente importante asumirnos como tal para darnos presencia. Es un acto plìtico y social necesario que nos ayuda a evitarla invisibilidad heterosexista.
En el más común y frecuente de los casos, nuestros padres y madres son, al igual que nosotras, seres sociales. Es decir, tienen su propia red de conocidos, personas con las que conviven con cierta periodicidad y que en el mejor de los casos les dirijen la palabra y les preguntan genuina o políticamente cómo están. Mi madre, para sorpresa mía, todavía conserva en el DF un par de amigas a las que le gusta frecuentar cada dos o tres años cuando viene de visita.
Obviamente también convive en Monterrey con el señor de la tiendita, la señora de las tortillas, los puesteros del mercadito de los viernes, su peluquera y varios de los amigos de mi papá del entrenamiento canino. Toda o casi toda esa gente saben que mis pap.as tienen una hija y por cortesía preguntan por mí.
Como decía, asumirme como lesbiana es un trabajo político y social que hago por mí y por mis hijos. Es un trabajo, sin embargo que sale de mí y toca otras fronteras, otras puertas. Yo me asumo como lesbiana ante las enfermeras y doctores que nos atienden, ante los amigos de mis amigas, ante los papás y mamás de mis conocidas, ante mis parientes y las personas que conozco cada día. Salir del clóset se ha vuelto9 una tarea constante , de todos los días para Crix y para mí. Ahora que se ha vuelto costumbre hay ocasiones en que todavía nos da vergüenza hacerlo, no porque tengamos dudas sobre lo "correcto" o "incorrecto" de nuestra relación, sino por miedo, a veces, a la reacción negativa o agresiva que podamos recibir de la gente.
Por eso estoy orgullosa de mi madre, porque decidió abrir el tema de mi preferencia, mi estatus en pareja y mi condición de lesbiana madre con sus amigas. Las últimas veces que había venido no las llamó, ni las visitó, sin embargo en esta ocasión como orgullosa abuela les habló, les contó y les pidió que nos visitaran.
Me imagino que debió requerir mucho valor de su parte atreverse a decir: "Hola, Fulanita, habla Eli. Estoy de visita en el DF. Soy abuela y por cierto mi hija es lesbiana". Mi mamá, como cualquier otra generación educada como ella le tiene pánico al quñe dirán, pero lo superó y se lo contó a sus amigas.
Mi mamá me contó que platicó con Bety y Gupe por teléfono. Bety, su amiga de la adolescencia, cuando iban juntas a la Prepa 5, ahora es psicóloga alternativa. Se casó a los 38 años y a los 44 adoptó a un niño que ahora es la luz de sus días. Ella lo tomó con naturalidad, fue a visitarnos el martes por la mañana. Los dos bebés le parecieron hermosos y nos llevó un montón de espléndidos regalitos. Pero lo más importante es que se puso a platicar con mi mamá de un montón de anécdotas agradables y se pusieron al día sobre sus respectivas vidas.
Gupe, su amiga de la licenciatura, estudió biología igual que mi madre, se casó y tuvo hijos y solo Dios sabe si ejerce. Ella solía frecuentar más a mi madre, pero dicen que la distancia es el olvido. En fin, ella le preguntó a mi madre que qué había sido de mi vida, si ya me había casado, si había salido yo con algún domingo siete o qué. Mi madre, con su típico humor García le replicó que lo mío había sido Domingo Ocho. Le contó mi madre mi "puntada" de ser lesbiana y tener dos hijos. Así que Gupe, siento que arrastrada más por el morbo que otra cosa, también nos fue a visitar el martes, pero ella en la tarde. Lo primero que notó fue lo flaca que está mi madre. Luego preguntó si sentía yo a los niños como mis hijos. Para evitar tirarme por la ventana con la depresión posparto, mejor me fui a darle de comer a Santiago.
El punto es que como siempre y en todos los casos, habrá quien lo tome bien, quien lo tome mal y quien no sepa cómo tomarlo. Lo bonito es que independientemente de la reacción de las amigas, mi mamá hizo el esfuerzo y se desclosetó para poder compartir algo que ahora es importante en su vida: sus nietos y la familia en la que nacieron.
Sin saberlo, mi madre ha tomado una postura política que hace mi vida más fácil, y hasta cierto punto la de muchas otras que han estado o quieran estar en mi situación. Con un par de simples llamadas mi mamá me ha dejado claro que está a mi lado, que me apoya y que puedo contar con ella independientemente de mis decisiones.
Estoy muy feliz, mis hijos tienen una abuela que los quiere y yo una mamá que es la mejor del mundo.

lunes, octubre 23, 2006

Algo tiene que cambiar


Diego nació el 10 de octubre de 2006 a las 2:46 pm. Nació pesando 2 kilos 540 gramos. Estuvo en observación durante doce horas y lo dieron de alta junto con Ana y Santiago el 13 de octubre de 2006. La doctora nos dijo la noche anterior que “Diego se veía amarillito”, pero que si el médico pediatra en guardia lo veía bien, lo dejaba salir. He ahí cómo regresamos a nuestra casa pasando el mediodía del 13 de octubre, con la gran recomendación de darle baños de sol para que se le fuera quitando lo amarillo, pero no sucedió así, sino que por lo contrario, Diego se puso más y más amarillo y lo llevamos el 18 de octubre a consulta y su pediatra en la alarma total nos mandó al Hospital Infantil Privado para hacerle unos estudios. A la medianoche la pediatra nos llamó para decirnos que internáramos al niño de inmediato porque tenía las bilirrubinas muy altas: hiperbilirrubinemia multifactorial. Así lo hicimos y luego de un buen rato, internaron a Diego y todavía sigue ahí. Ésta fue la razón por la cual nos perdimos en el tiempo y no escribimos ni el miércoles ni el viernes pasado.
Con Diego hice lo mismo que con Ana, firmé pagarés, responsabilidades y me puse de acuerdo con el hospital en materia administrativa, pero cuando le asignaron cuna en la sección NEONATAL, me hicieron leer en voz alta que únicamente el padre, la madre o tutor pueden tener acceso a las horas de visita. Les expliqué que, en ese caso, yo era la tutora de Diego, pero como ni siquiera está registrado, no hay manera legal de probar eso. Como soy mujer y Ana, con todo el derecho del mundo, dijo previamente que ella era la madre, los policías y enfermeras decidieron que sólo Ana podía entrar a ver a Diego. Yo, esperé pacientemente a que llegara la pediatra y le externé mi deseo y derecho de ver a mi hijo y contestó algo así como “híjole, eso no depende de mí, pero voy a arreglar que entres a verlo”. Habló con el médico encargado y me dejaron ver a Diego, pero una de las enfermeras se portó de la manera más grosera que pudo. Le pregunté cómo estaba mi hijo y contestó: “esa información es únicamente para los padres, no nos tienen permitido dar más detalles más que a ellos”. Le contesté: “Sí, acabo de hablar con la pediatra, gracias”. Y me quedé pensando en el letrero de padre, madre o tutor. Me quedé pensando en que, por alguna razón, sí está contemplada la figura de una persona que no sea ni el padre ni la madre para hacerse responsable del bebé y me quedé pensando en que, por muy delicada que sea el área de NEONATAL, no van a contagiar más a los bebés dos mamás que un papá y una mamá.
Por supuesto, esta actitud corresponde a una postura obtusa y rígida. En el Hospital de México, por lo menos el médico que atendió a Ana respaldó en todo momento que yo entrara a los cuneros, pero esta pediatra dio por negado de antemano el permiso.
Diego tiene 13 días de nacido y tal vez no extrañe demasiado mi presencia, pero supongamos que en un futuro, ya que tenga dos o tres o más años tenemos la necesidad de volverlo a hospitalizar y vuelven con la política de “sólo el padre, madre o tutor” y bajita la mano y como que no quiere la cosa, nada más dejan entrar a Ana o a mí, pero no a las dos “por el bien del paciente”. Creo que nada deprimiría más al niño que no ver a una de sus dos madres.
Al principio, le dije a Ana que deberían tener una especie de módulo para que dos familiares, los que van a cuidar al niño, se dieran de alta y se les permitiera el paso. Ana sugirió algo más atrevido: deberían dejar entrar a las personas cercanas al niño, en muchas estructuras familiares el niño es criado, atendido, cuidado y procurado por la abuela y con este tipo de reglamento, lo único que provocan es que los padres, que ni siquiera van a cuidar al bebé cuando éste vuelva a casa, sean los que se chuten las jornadas en las visitas, y vaya, no digo que los papás no quieran al niño o no tengan derecho por salirse a trabajar todo el santo día, sino que las recomendaciones y los consejos de cuidado del niño le servirían más a las personas que lo van a cuidar. Hoy, por ejemplo, Ana tiene una tutoría de cómo bañar a Diego y estaba pensando seriamente en no ir, después de todo, a Ana no le toca bañar a los niños y los consejos y la práctica me servirían mejor a mí.
La cuestión es que la biología no quiere decir nada en cuanto a un niño se refiere. La cuestión es que Ana no es una madre soltera que deba pasar sola por el doloroso proceso de tener un hijo en el hospital y el otro en casa, igual de chico e indefenso.
En el artículo pasado me quejé precisamente de que de nada sirven las órdenes de arriba, porque las que no quieren que esto se modifique son las de a pie, las enfermeras que creen tener un halo de sabiduría y experiencia ulterior que permite distinguir las visitas perniciosas de las benéficas; o los policías, esos que saben perfectamente que sus habilidades son otras excepto la verbalización y terminan enredándose en los cientos de explicaciones no pedidas.
No entiendo exactamente dónde está el punto, dónde es que este reglamento rigoroso empieza a cumplirse al pie de la letra y dónde la claridad de nuestros argumentos no quedan expuestos con suficiente vigor. Dicen, por ejemplo, que no me pueden dejar como responsable a mí, no vaya a ser que un día de estos el padre pueda ir a visitar a su hijo y ya no podrían dejarlo entrar por mi culpa. Yo trato de sonreír cuando digo: “el padre no va a venir... es más, vaya usted a saber quién es el padre”. Y ahí me detengo. En fin, no debería detenerme, debería armar un escándalo y exigir mis derechos pero aún no contamos con la madurez política y social como para respetar una forma de vida diferente.
Ayer, domingo 22 de octubre, mientras esperaba a Ana en el hospital leía en El Universal que el PRD y Alternativa traerán de regreso la iniciativa de Ley de Convivencia. Esta ley, de ser aprobada vendría como anillo al dedo para resolver las complicaciones hospitalarias. La ley propone que:
“La sociedad en convivencia queda definida como un acto jurídico bilateral, de dos personas mayores de edad y con capacidad jurídica plena para establecer un hogar”
“El acuerdo creará el deber recíproco de proporcionarse alimentos”
“Los derechos sucesorios se aplicarán de manera similar a los que rigen la figura del concubinato”
“La unión terminará por común acuerdo”
Desde el 2002 estamos esperando la aprobación de esta ley, pero por angas o mangas ha sido prácticamente imposible. Ahora que ha entrado la nueva legislatura y que dentro de ésta el PRD conserva un número respetable de curules, tengo esperanza de que se logre algo importante en este rubro. Dice la nota que: “el objetivo principal es garantizar los derechos por la vía de la legitimación, de aquellas relaciones afectivas a las que el derecho mexicano no reconoce; esa determinación ha creado situaciones de injusticia, desigualdad y discriminación”.
Me gustaría poder contar, por lo menos, con un marco legal que protegiera mi unión con Ana, así, al menos podría pelear mi derecho de estar con ella, presente y de la mano en situaciones como ésta. Así, al depender económicamente de mí, los niños tendrían una figura legal que toda institución debería respetar, no nada más de habladas, sino con el riesgo de enfrentarse a una demanda civil. Qué caray, qué vericuetos tiene la vida, la psique humana, el destino. Por un lado, me topo con la tozudez de la gente y por el otro, leo en el periódico un destello de esperanza.

lunes, octubre 16, 2006

Madre en funciones

Una vez pasada la adrenalina del nacimiento de Diego y Santiago, hago un espacio para reflexionar sobre el aspecto social y político del acontecimiento.
Empezar un embarazo fuera del clóset y como pareja lésbica abre muchas puertas. Las abre en el sentido de que de antemano se reclaman derechos ante las personas que se ponen enfrente. Desde un principio nuestro doctor supo nuestra relación, de manera que cuando nacieron los niños expidió un permiso para que yo pudiera entrar en los cuneros y al área de crecimiento. Me levantaron los datos, pero las principales enemigas de este tipo de excepciones son las enfermeras y las temibles policías. Es lógico que un área tan sensible como ésta, esté sujeta a vigiliacia y a seguridad y reglas extremas, pero, ¿quién se atrevería a negarle permiso de acceso a la pareja de la mujer que acaba de parir o tener una cesárea?
El permiso fue expedido y cada vez que tuve necesidad de entrar, entré. No sin antes pasar por el proceso inecesario de explicar por qué iba yo junto a la madre. Y digo innecesario porque una orden es una orden y si ahí dice que puedo entrar, entonces puedo. Las enfermeras tienen que vivir con la idea de que un médico dijo que yo era responsable de esos niños y no entrar en dimes y diretes. Diego y Santiago eran famosos en los cuneros. Las enfermeras no dejaban de hablar de ellos y los consentían mucho por gemelos y por chiquitos, además, cabe destacar, porque mis hijos son una hermosura en bulto chillón. En fin, que nada más porque no soy afrentosa, porque de lo contrario a un par de ellas le habría contestado poco amigablemente que lo suyo eran meras ganas de molestar, porque preguntar lo mismo todos los días son muchas ganas de intentar poner en evidencia que no tengo ningún derecho legal. Y digo, cómo pueden saber pelo y señal de los gemelos y de pronto olvidarlo así de pronto. El punto es que lo hacían adrede, hasta que Ana se encabronó y dijo: “Bueno, ¿qué?, ¿quiere que le traiga la receta para que vea que yo soy la portadora y ella la madre?” Este incidente me hizo reflexionar en que, tal vez no la tenemos tan difícil ni en la teoría ni en las personas que pueden ejercer cierto poder para permitir algunas cosas. Sino que verdaderamente la tenemos difícil con los encargados de ejecutar las disposiciones. Es más fácil que los doctores den la cara para hacer “excepciones” a que las enfermeras o las policías acaten una orden médica. Es triste, claro, pero son estos detalles los que cambiarán poco a poco las estructuras y la manera en que vemos a éstas. Yo todavía me pregunto, ¿a qué le tienen tanto miedo? Si un día nos levantáramos y anduviéramos como si nada por el mundo, este tipo de cosas no pasaría.
La red médica que se construye en un proceso como éste es muy interesante. Nuestra terapeuta nos recomendó al ginecólogo, el ginecólogo a la pediatra y así se va haciendo más sencillo explicar las cosas porque no suponen, sino que se limitan a hacer su trabajo.
Al día de hoy, mis gemelos tienen 6 días de nacidos. He empezado una nueva fase en la vida. De pronto, El Club del Desempleo no se reúne más, la tía excéptica viene desde Toluca a visitar y tiende la mano, la madre de Ana nos echa la mano con dos o tres cosas, la Tía Meña lleva a Ana a conseguir una fórmula especial para Santiago. Se comportan como familia; con sus muchos defectos. A nuestras espaldas el comentario suspicaz, el “no saben en lo que se meten”.
Y henos aquí, madres en funciones. Apenas asomando la cara al mundo, apenas iniciando la aventura, apenas vislumbrando los destellos del futuro.
Como madres lesbianas, el reto apenas empieza. Los descalabros no terminan, sino que continúan, pero también las conquistas que fortalecen el espíritu.

viernes, octubre 13, 2006

Ya en casa


Son las 18:48 del viernes 13 de octubre. Ana y yo hemos vuelto a casa a iniciar el proceso de adaptación. Ahora nos enfrentamos a la práctica de tanta y tanta teoría que leímos y nos dijeron.
La madre de Ana dice que los bebés tienen un chip en el cual, hasta el más tranquilito, entra en crisis de llanto apenas llega a casa. En fin, hemos salido del hospital y yo estoy agotada y agotada.
Pero bueno...

El martes 10 de octubre nacieron Diego y Santiago. La tía de Ana nos llevó al hospital y cuando se fue, nos dimos cuenta que no llevábamos la tarjeta. Tuve que regresar a voltear de arriba a abajo la casa y volver al hospital para poder entrar con Ana al quirófano. Casualmente ese día, hacía mucho calor y mucho tráfico. Pero pude dar con la mentada tarjeta y reunirme con Ana una vez que la habían preparado para la cesárea.
Estuve en el quirófano de principio a fin, dándole ánimos a Ana, tomando video, tomando cámaras, etc. Pensé que únicamente me iba a quedar en el momento del nacimiento, sin embargo, toda la práctica adquirida gracias a NIP TUCK y La llegada del bebé, sirvió para presenciar con total ecuanimidad toda la operación.
El momento del nacimiento es inexplicable, es una emoción que nunca había sentido en toda mi vida. Y vaya que he tenido una gama amplia de posibilidades. Me concentré en portarme a la altura de las circunstancias y nada más. No hubo tiempo de

desmayos ni mucho menos andarle sacando a todo el asunto quirúrjico.

El anestesiólogo felicitó a Ana por bien portada y la verdad es que sí se portó bien. Esa sonrisa que tuvo en el quirófano la conservó hasta el día siguiente, cuando conoció a sus hijos. Pero la quitó enseguida cuando se sintió adolorida por tanto piquete y estrujadero.

En el momento del nacimiento me sentaron en una silla desde donde nada más podía ver a Santiago, así que presencié el APGAR de ambos, pero al único que pude ver bien fue al chiquitín que nació pesando 1.800 Kg.

Los metieron a una cuna fisiológica para que regularan temperatura y yo le pedí al doctor que por favor me dejaran entrar a ver a Diego, porque no lo conocía. Casi me da un infarto de la emoción.

Ana no pudo ver a los bebés sino hasta el día siguiente, 11 de octubre, alrededor de las 9:00 am. Le dio mucha mucha alegría ver a los niños y conocerlos de pé a pá.

Y bueno, nos dimos cuenta que a pesar de estarnos preparándo psicológicamente para las piernas de pollo de los bebés, lo arrugados que están y todo el merequetengue, sencillamente somos unas mamás gallinas que no pueden ver a sus hijos más que de uno forma: simplemente HERMOSOS.

Muchas gracias, de nuevo, a todos por sus visitas, sus llamadas y su apoyo a lo largo de todos estos meses.

miércoles, octubre 11, 2006

Ya llegaron los bebés

Ya nacieron Diego y Santiago!!!!!
Qué les puedo decir yo! Están simplemente HERMOSOS.
Me prestaron una cámara digital a la cual todavía no logro sacarle las fotos pero en cuanto lo logre, pondremos la crónica fotográfica de nuestros vástagos.
Ana sigue adolorida por la operación. Yo estoy con una emoción inexplicable y una descarga de adrenalina muy exótica.

En fin! Espero averiguar pronto cómo funciona y presentarles a los niños más hermosos del planeta!

lunes, octubre 09, 2006

Antes de que nazcan nuestros hijos...

Mañana nacen nuestros bebés, y quiero que recuerdes esto toda la vida. Antes de que nazcan nuestros hijos, quiero que sepas que...
Te amo.

Te amo con cines en huelga, con malas películas, con cine francés, con la cineteca, con palomitas robadas, con la chispita de cinemex, con cortinas que suben y bajan, con películasde acción, con chick movies que no me estresan, con Tiresias, con The Weatherman, con la Verdad sobre perros y gatos, con crepas y cosas cada vez más exóticas que veden en el cine.
Te amo con hot dogs del Oxxo, con mucho queso y jalapeños. Te amo con media orden de chilaquiles en la Cafeta. Te amo con Coca Cola, con Coca Cola light y otra vez con Coca Cola. Te amo con elote desgranado en la purísima y con esquites en Coyoacán. Te amo con tacos, tacos y más tacos. Con Gorditas Doña Tota, con garnachas de la calle. Te amo con los Chupas. Te amo desde las donas y pizza, hasta los tacos de canasta y de guisados, pasando por los tacos de ubre, los burritos, las quecas de picadillo y los piratas del semáforo. Te amo con tortilla española de papas con chipotle y catsup.
Te amo con un vaso de agua helada en la cabeza, te amo con todo y la vez que me atropellaste con mi propio vocho.
Te amo con olor a caramelo, con el perfume de Carolina (y/o Andrés), con olor a tortilla de harina recién calentada, a tierra mojada, a Cloti bañada y sin bañar, con Snuggle de mandarina y té verde, a shower gel, a berries, a piña colada, a hawaiian breeze, con olor a bebé.
Te amo con estos intentos fallidos de poesía. Te amo con los viejos intentos fallidos de poesía. Te amo con tus manos chiquitas. Te amo con sombreros de nubes sobre el Cerro de la Silla, con Sacos Azules, con puntos que explotan, limones que dan limonada, con Ladies in red, te amo con todas las palabras que han salido de ti.
Te amo con Ingrata y todas las de Café Tacuba, con No dejes que, que creo que es la única que te gusta de Caifanes, con El toro enamorado de la luna, Secreto de amor, Te lo pido por favor. Te amo con Bronco, Piporro, Paulina Rubio, Gloria Trevi, Manu Chau, Morisey y Eminem. Te amo con oldies y con las más nuevas, en inglés y en español, a veces hasta en otros idiomas e instrumental.
En conciertos, en el teatro, en las plazas, en los parques, en los centros comerciales, en los supermercados. Te amo en Gigante, Soriana, Walmart, HEB, Sam´s, La Comer, Sumesa, Superama, la Tienda del ISSSTE, Chedrahui, Carrefour, Azcúnaga. Te amo también en Los Alpes y con el Güero.
Te amo en Maurice Ravel, en Orión, en Gabriel Mancera, en Eugenia y División del Norte.Bajo un puente en el Periférico, en la Villa, en Garibaldi, en la Merced, en Tepito, en la Lagunilla, en el Mercado Sonora y el Mercado del Valle. En la Macro, en el Zócalo, en el Centro Histórico y en el Barrio Antiguo. En Chapultepec y Chipinque.
Te amo en las lanchitas del Parque Niños Héroes y las de Santa Lucía. Te amo en las lanchitas del Lago de Chapultepec y en el bote de “Fondo de cristal” rumbo al Palau.
Te amo esperando el camión, viajando en autobús, volando en malas aerolíneas, viajando por separado para llegar al mismo destino, viajando para encontrarnos en un punto medio y manejando en carretera solo por probar. Te amo en Monterrey, en el D.F., en Querétaro, en Chiapas, en Juárez, en Acapulco, en San Francisco Tepojaco y en Villa de Juárez en todo México y fuera de él. Te amo por postales, por cartas, por e-mails, por recaditos en las libretas, por cartitas, por paquetes, por ICQ, por messenger, por teléfono y en persona. Te amo con tarjetas, con flores, chocolates, bombones, golosinas, Cds cursis, plantas que se niegan a dar flores, muñecos y osos de peluche, globos de helio, globos de aire con babas.
Te amo en las fiestas de cumpleaños a las que sí fuiste y en las que no también. Te amo en las nuevas fiestas. Te amo limpiando antes de que lleguen los invitados y cuando me dejas limpiar antes de que se vayan. Te amo en nuestras nuevas tradiciones, en las navidades más exóticas, en las renovaciones de votos, cortando la rosca, en las firmas para las sociedades de convivencia, yendo a Cinemex para los cumpleaños, en la cena del 15 de septiembre, defendiendo Halloween, poniéndole un altar a Clarita, armando el pinito.
Te amo en la lavandería y en la lavadora de mi abuela.
Te amo con las manchas blancas de mi techo, las tablitas debajo de la alfombra, la escalera de Cuprum, la maquinita de chicles, la tele, los patitos del baño, el desorden de tu escritorio, los recaditos detrás de la puerta, el montón de chingaderitas acumuladas y que nomás guerdan polvo, la lavadora que heredamos de mi tía Olga, la planta mechuda, los sillones verdes, el mural pseudo pop, la colección de m&m´s y la de Coca Colas.
Te amo con tu ascendente libra, exaltado con serotonina, enamorado cada semana de alguien nuevo.
Te amo porque eres mi aldehido reprimido, deprimido, exprimido y comprimido. Te amo porque soy tu cetona, algunas veces más anónima que otras. Te amo porque eres mi princesa, primps, la niña de mis ojos, mis cosas feas, la madre de mis hijos, la dueña de mis quincenas, mi señora, mi esposa, mi maestra, mi amiga, mi ex-amiga.
Te amo más allá de cualquier color, de cualquier sabor, olor, no sé describir la textura de cuánto te amo, ni qué sonido hacer. Te amo con cada partícula, cada célula y cada cliché. Seguro que te amo más, pero ya no me acuerdo cuánto.
Te amo con Clotilda y con Mercutio.
Te amo con Diego y con Santiago.
Te amo, mi niña, te amo!

Gracias por emprender conmigo la aventura de ser mamás.

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Cuenta regresiva: Falta UN día para que nazcan Santiago Javier y Diego Alfonso.

sábado, octubre 07, 2006

Reproducción asistida, un derecho para todas las personas


Este artículo nos llamó la atención porque salió el nombre de nuestro doctor. Gracias a él tenemos a nuestros bebés y estamos orgullosas de que esté dispuesto a ayudar a parejas como nosotras, aunque no esté legislado.
El artículo es del jueves 30 de mayo de 2002, cuando todavía ni imaginábamos la posibilidad de concebir estos bebés.
Entre otras cosas, les pedimos una disculpa por retrasar el artículo de los viernes, pero el tiempo se nos ha venido encima. Diego y Santiago nacerán en tan solo tres días.

Niegan servicio a mujeres solteras
Reproducción asistida, un derecho para todas las personas
cimac México DF
Todos los seres humanos tenemos derecho a la descendencia, por lo que es injusto que a las parejas lésbicas se les niegue la oportunidad de tener hijos por medio de la reproducción asistida, afirmó Juan Carlos Barros Delgadillo, especialista del Instituto Nacional de Perinatología (Inper).
"Los derechos humanos son muy claros: todo mundo tiene derecho a tener sucesores, pero ante la inexistencia de una legislación en reproducción asistida los médicos tenemos que apegarnos a las normas que nuestras instituciones marcan para llevar a cabo esa práctica."
Durante su intervención en la mesa redonda Realidades y controversias en reproducción asistida, como parte de la 19 reunión anual de salud reproductiva que organiza el Inper en esta capital, Barros Delgadillo dijo que esta institución pide como requisito para practicar la reproducción asistida, que las parejas estén casadas.
Por el contrario --prosiguió el también biólogo de la reproducción-- el Inper le niega el servicio a las mujeres solteras que aspiren a la maternidad por cualquier método o a las personas homosexuales.
El doctor Samuel Hernández Ayup, director del Centro de Ginecología y Obstetricia en la norteña ciudad de Monterrey, primer médico que logró un embarazo por reproducción asistida en México, dijo al referirse a los casos de parejas lésbicas y madres solteras que "esas situaciones que se desvían de la normalidad no entran en los programas de reproducción asistida de nuestro instituto, por decisión del comité de ética".
El especialista, con cerca de 20 años de experiencia en medicina reproductiva, apuntó que para proporcionar reproducción asistida a parejas lésbicas "en Estados Unidos las clínicas son más liberales. Allá hay empresas cuya especialidad es la maternidad subrogada" (cuando otra mujer presta su vientre para la gestación).
En tanto el director del centro de reproducción asistida del Hospital Clínica del Parque, en la ciudad de Chihuahua, Jaime Escárcega Preciado, reconoció que el comité de ética de su institución no tiene una norma clara para establecer criterios de atención a pacientes que recurren a la reproducción asistida.
"Aunque a título individual no nos interesan las preferencias sexuales de las personas, en la clínica hay un reglamento que señala que las parejas que busquen nuestros servicios deben estar casadas, o al menos comprobar mediante fotografías que viven juntos desde tiempo atrás. Es decir, se verifica que haya un núcleo familiar."
A todo esto cabe señalar que en el pasado periodo ordinario de sesiones en la Asamblea Legislativa el PAN presentó una iniciativa de ley sobre reproducción asistida para la capital, que entre otros puntos establece que sólo el matrimonio civil podrá recurrir a la reproducción asistida por tratarse de una "relación institucionalizada", y con el objeto de garantizar "el derecho natural del ser humano a convivir con ambos padres".
encontrado en: cimacnoticias.com

jueves, octubre 05, 2006

Cuenta regresiva





Pues ya faltan tan sólo 5 días para la llegada de Diego y Santiago. Y éstas son nuestras impresiones al respecto.

La cita es el martes 10 en el Hospital México (Ángeles). Si quieren conocer a los bebés, pueden visitarnos el miércoles 11 ya que hayan salido de su empolladora.

Cuenta regresiva



Pues ya faltan tan sólo 5 días para la llegada de Diego y Santiago. Y éstas son nuestras impresiones al respecto.

La cita es el martes 10 en el Hospital México (Ángeles). Si quieren conocer a los bebés, pueden visitarnos el miércoles 11 ya que hayan salido de su empolladora.

miércoles, octubre 04, 2006

Juguetes caros


¿Cómo? ¿No somos las mejores mamás? De todo el proceso, la parte más vergonzosa ha sido la del dinero. Invariablemente, la mirada desaprobatoria de todas aquellas féminas que ya han llevado un bebé en brazos y sus gastos a cuestas. Las rigurosas palabras de la tía que jactanciosa sentencia: "No tienen idea, un bebé no es un juguete".
Y a mí que me entra una mezcla de sentimientos, la urgencia de meterme abajo de la mesa (aunque es evidente que ya no quepo) y al mismo tiempo, las ganas de ironizar preguntando si los bebés no traen pilas. Creo que a estas alturas, me resulta obvio que los bebés no son juguetes, esos son más divertidos y no dan patadas en la panza.
Como quiera, siempre termino sintiéndome angustiada como cuando a los nueve años compré sin permiso a mi primer perro y mi mamá me advirtió que las pipiadas y las cacarrutas por toda la casa no eran de juguete y que además el animalito tendría por costumbre comer al menos dos veces al día. A final de cuentas, nos adaptamos muy bien y desde entonces siempre he tenido perros.
Por supuesto, no estoy diciendo que ahora voy a poner un kinder para llenarme de niños, sino que los niños aguantan y no creo que les vaya a ser tan terrible tenernos como madres.
Sin embargo, el dinero siempre levanta sospechas, para bien o para mal. Si sí tenemos, que de dónde lo sacamos. Y si no tenemos, que de dónde lo vamos a sacar. La respuesta básica podría ser: "¡Qué les importa!" O más correcta y asertivamente: "No discutimos temas económicos con nadie ajeno a la pareja".
Pero la verdad, es que los cuestionamientos pegan, y más allá de que la duda ofenda, Crix y yo nos vemos con cara de angustia y comenzamos a tronarnos los dedos y a hacer listas y listas de posibles gastos.
¿Dónde ahorrar, dónde no? ¡Que compraron qué en La Lagunilla! ¿Que en Waldo´s venden a trece pesos ropita de bebé? ¿Que la cuna cuesta cuánto? ¿Cuánto es mucho y cuánto es poco?
Como por marzo, mi padre me dijo: "Tu mamá y yo teníamos los gastos previstos antes de encargarte". Cabe aclarar que yo nací antes de los 80 y sus devaluaciones. También cabe decir que los gastos previstos se acabaron en el 81 y que mi padre y madre tuvieron que recurrir a sus familias. Al igual que mucha gente, mi madre no pudo darle a su hija lo que recibió de sus padres.
Para Crix, las cosas fueron más estables, pues sus papás tenían trabajos seguros en la SEP. Ella nunca supo lo que eran las llamadas para clientes morosos, ni hacer súper hoy porque no sabes si mañana va a haber. Esas son las cosas que me da pena decir, pero ha tenido que aprender de mí. Quizá mi problema más grande sea el constante enfrentamiento entre estabilidad vs. libertad. Siempre he creído que la libertad bien vale algunos sacrificios.
Quizá parezca muy irresponsable no calcular y deber medio perro en la veterinaria, pero yo creo que mi papá, mi mamá y yo sobrevivimos muy bien con esta técnica. Así que creo que Diego y Santiago aprenderán a sobrevivir.
Ultimadamente, no hay una regla que nos obligue a vestir a los niños en Baby Palacio, Prenatal, Zara (que en México es caro), Osh Kosh, o Benetton. Por supuesto, que si un día traemos unos pesitos de más y un antojo, pues por qué no.
Hemos descubierto que hay mueblecitos pensados para baño y cocina muy baratos que con un poco de adaptación e ingenio se pueden transformar en cambiador y cajoneras para los bebés. También vimos que las habilidades del siglo XVIII como coser y tejer, ahorran mucho dinero tratándose de bebés. Si tienen una tía, mamá o conocida dispuesta a ayudarles, no sólo tejiendo chambritas y cobijitas, sino yendo a Parisina por telas para la cuna y las cortinas o improvisando cojines anti ruedo (para evitar la muerte de cuna) y cuñas anti reflujo, ya la hicieron. Además, hay infinidad de modelos de pañales de tela que duran los tres años que el bebé usa pañal y que cuestan tan solo el 10% de lo que costaría el total de los pañales desechables.
Así pues, una puede ir ahorrando en mil detalles para poder preveer lo realmente importante: la salud de los bebés. Claro que quienes encargan un bebé de la manera tradicional hacen un considerable ahorro con el que bien podrían comprar un seguro para su educación. Yo por si las dudas creo que les voy a inculcar el amor por la UNAM desde chiquitos. También nos contaron que la estimulación temprana del DIF es muy confiable. Bueno, confiaré también en la educación pública "gratuita". Dicen que ahora les enseñan inglés y computación, Labastida estaría orgulloso.
Para que se den una idea de los gastos de los que hablo, he aquí una muestra:
1. Cuna: entre $3, 500 y $10, 000
2. Cambiador: entre $800 y $2, 000
3. Ropero: de $ 3,000 a $ 8,000
4. Carriola: de $1, 000 a $7,000
5. Canguro: entre $400 y $ 1,000

En fin, que para juguetito, los bebés son muy caros. ¿No podrían las tías y mamás amargosas y "bien intencionadas" ahorrarse el comentario más obvio y ser buena gente comprensiva que se ofrezca a cuidar al bebé alguna tarde para que una pueda dormir?

lunes, octubre 02, 2006

Lactancia


Estoy profundamente enamorada de Ana. Es la mujer que me ha permitido experimentar y sentir cosas increíbles y a la vez, decidió cargar en su vientre a mis dos hermosos hijos. Es, pues, la madre de mis hijos. Me parece muy hermosa y romántica la participación de cada una durante estos casi ocho meses de embarazo. Por eso, cuando Karina nos llamó emocionadísima que una amiga doctora suya le había dicho que era posible que, con la estimulación adecuada, yo también podría amamantar a los niños, tomé el comentario con bastante seriedad.
Últimamente, se ha fomentado la lactancia materna con el fin de tener bebés menos alérgicos y con más anticuerpos, sin embargo, si se pone una tabla comparativa entre dar de lactar y el biberón, en cuanto al vínculo madre – hijo, se debe optar por lo primero.
Por mi parte, empecé las averigüaciones. Le pregunté a cuanto doctor tuve enfrente, lo busqué en cuanto libro sobre maternidad cayó en mis manos y la conclusión fue la siguiente: fuera de los primeros días que es cuando sale el calostro del pecho materno, da lo mismo si lo amamanta una mujer que otra, porque la leche humana es única e irrepetible y no importa en que momento de la vida de una mujer se produzca, producirá anticuerpos y nutrientes valiosos para la salud de cualquier bebé.
En el libro El primer año del bebé, dice que “una vez que un niño nace, casi que no hay nada que la madre biológica pueda hacer y la adoptiva no. Y en esta era de milagros médicos, esto se aplica hasta cierto punto aun a la lactancia”. Sugiere que antes de iniciar la estimulación para inducir la lactancia quede bien claro por qué es que se quiere hacer, esto aumentará las posibilidades de éxito.
Los puntos clave son:
1. Pregúntese por qué quiere darle el pecho. Si es por probar se valor como mujer y negar para sí misma y ante los demás, consciente o inconscientemente, que el niño es adoptado, piénselo bien. Es importante para usted aceptar el hecho de que no pudo concebir y que el niño es adoptado; de lo contrario, más tarde se les pueden crear problemas tanto a usted como al niño. Si lo que se propone no es otra cosa que darle la mejor nutrición inicial posible y compartir con él del gozo emocional de la lactancia, ensáyelo.
Este consejo me pegó duro. Para empezar, mis niños no son adoptados, sino que los está gestando otra mujer que por el hecho de estar embarazada, producirá leche sin ningún problema. A mí la lactancia nunca me ha parecido cuestión de ser más o menos mujer. Y cuando era más joven, pensaba que era un paso irremediable de la maternidad. Dentro de mi familia, nunca se vio como un momento sagrado y de comunicación con el bebé, se vio más bien como la obligación biológica de la madre. Esto cambia por completo la perspectiva de las cosas, ya que, al estar buscando una conexión con el bebé, en primer lugar y el querer proporcionarle nutrientes adicionales que servirán como defensas físicas contra enfermedades y alergías, en segundo, me quedo con otro paradigma destrozado y me maravillo una vez más de lo bonito que ha resultado hacer las cosas de esta manera y no de otra.
2. Pregúntese si está dispuesta a dejar a un lado todo lo demás de su vida mientras trata de establecer la lactación. Es posible que tenga que lactar casi constantemente y afrontar semanas y meses de ensayos, tribulación y frustración sin más resultado que una desilusión. ¿Está preparada para resignarse en caso de no tener éxito? ¿O que sólo pueda administrar una parte de la alimentación del bebé?
La gran ventaja es que no estoy sola en esto. No importa que yo no pueda producir suficiente leche para saciar a los bebés, puesto que Ana puede darles de comer y yo únicamente fungir como complemento y no se pone en riesgo su salud o no se tiene que acudir a la fórmula de inmediato. Al principio no quería meterme en estos vericuetos, precisamente porque implica mucho esfuerzo y los resultados no se ven de la noche a la mañana. Me encantaría poder amamantar porque crearía un vínculo emocional muy fuerte con ellos, un vínculo diferente al que tendrán con Ana, que los llevó en el vientre. Sería su otra mamá en una extensión más amplia, pero eso da miedo, da miedo entusiasmarse con la idea y que no resulte.
3. ¿Su esposo y otros miembros de la familia se mostrarán comprensivos y la apoyarán? Sin ese apoyo, sus posibilidades de éxito son casi nulas.
Por fortuna no tengo marido. Eso cambia la dinámica de las cosas. Ana es la principal promotora de esta idea, quiere que me involucre con los niños de esta manera. Tal vez porque sabe que me levantaré a las tres de la mañana a ayudarle con uno y que podremos volver a la cama en la mitad del tiempo, pero también porque sabe que el resto de la humanidad está excluido del pequeño mundo que conforma la madre con el hijo, ese mundo que parece una cofradía, un secreto indescifrable. Creo que quiere que lo descifre, que cree mi propio mundo en un papel más íntimo y menos proveedor que es como un impulso muy natural en una relación en donde un hijo está por llegar.
4. Trate de obtener mucho descanso, relajación y sueño. Ni siquiera una mujer que acaba de dar a luz puede esperar una producción adecuada de leche si está tensa y muy cansada.
Esta es la mejor parte. Cobra sentido lo inexplicable que ha sido mi inactividad más reciente. Como algunos sabrán, no trabajo desde el 30 de julio y me he dedicado a arreglar los pendientes que faltan para la llegada de Diego y Santiago. De todos modos no es tarea fácil, porque todo lo que implique lavar ropa, cargar cosas, pintar, martillear, quitar maderitas, armar la cuna, debo hacerlo yo, de por sí el embarazo de Ana siempre ha sido calificado como alto riesgo. Pero, fuera del cansancio físico y de las preocupaciones típicas, tengo un foco de estrés suprimido y ése es el trabajo.
Soy un ser racional, capaz de entender argumentos lógicos. Pero un niño se sale de toda lógica y provoca en una misma emociones y deseos que habían estado dormidos o que quizás nunca habían pasado por la mente. Yo me imaginaba como apoyo moral en las noches de desvelo, como la persona que estaría al lado de la madre acariciando el piecito del bebé, pero esta revelación me abrió los horizontes. Puedo ser la persona que amamante a uno de los hijos, que se levante en las madrugadas somnolienta y con frío para cargar a uno de los dos y compartir con él, establecer una comunicación básica y primitiva que se transformará en una más compleja al transcurrir de los meses y años de nuestras existencias.
Faltan 08 días para la llegada de Santiago y Diego!!!