miércoles, julio 26, 2006

Monterrey vs DF

Dicen que tratar de describir un sentimiento con palabras es casi imposible. Yo creo en cambio que sin palabras es aún más difícil. Aunque no siempre "hablando se entiende la gente" porque luego hay muchas confusiones interpretativas, es más complejo esperar a que los demás desarrollen poderes extrasensoriales para que empiecen a adivinar nuestros pensamientos y emociones.
Me siento cual Cirilo a la orilla de una banqueta, close - up a su rostro lacrimógeno y su propia voz en off repitiendo "María Joaquina no me quiere, María Joaquina no me quiere..."
Quisiera echarle la culpa de tanta sensibilidad a las hormonas del embarazo y perpetuar el mito del estado de "buena esperanza" como otro de tantos momentos en que las mujeres por naturaleza somos intratables. Pero quienes me conocen de veras saben que entonces yo nací con un desbalance hormonal, porque a mí lo de la hipersensibilidad se me ha dado desde siempre. Como quiera siempre hay quien no lo crea y diga "Ay por Dios, estás así por el embarazo".
La realidad es que me siento dividida entre dos mundos muy distintos entre sí. DF vs Monterrey. ¿Quién ganará? Es de esas decisiones en que gane quien gane yo pierdo. Así que ahora me ha dado por pensar que quizá lo que necesito es buscar una tercera opción.
¿Quién podría creer que me siento más segura o tan siquiera menos vulnerable entre 22 - 25 millones de habitantes que en el "amigable" pueblo regio? Aquí en el DF yo aplico la de "la ciudad es diversa" y aguantense. Entre 25 millones de habitantes voy a un grupo de 60 madres lesbianas o más si hay convivio. ¿Cuántas irían en Monterrey? Y no porque no las haya, no se piense que esto solo se da en las grandes ciudades. Hablamos de invisibilidad social, terminejo de izquierda que quiere decir que las personas en una minoría se esconden o actúan como la mayoría, no por convicción, sino por miedo a sentirse rechazadas o a ser tratadas como seres inferiores, ciudadanos de segunda y tercera clase.
A veces me pregunto, ¿cómo no tenerle miedo a una ciudad en la que siempre he sido catalogada como "diferente"? Y no hablo en el sentido bonito de la palabra en el cual podría exaltarme como "única", "original", "imponiendo vanguardias", "trendy" y por supuesto "chida. Sino del sentido terrible como "rara", "extraña", "exótica", "loca", "que no encaja", "impresentable" y hasta "fachosa". ¿Saben que a una amiga mía muy querida le daba pena caminar junto a mí en la UdeM cuando yo llevaba puesto mi vestido oaxaqueño amarillo? Además evitaba invitarme a salir de antros porque a sus amigas les daba oso que yo fuera tan "exótica". ¿Sabem que la que fue mi "mejor amiga" desde los 13 años me dejó de hablar coincidentemente después de que empecé a andar con Criseida hace tres año y medio? Y me dijo que la lastimaba saber lo que yo hacía y que confía en que lo que sea que yo haga como quiera es voluntad de Dios, pero infiero que a ella esa voluntad de Dios no le gusta porque como quiera espera que un día me dé cuenta del daño que me hago y de paso le hago a los demás.
Todo eso y muchas cosas más en Monterrey. Por otro lado en la balanza, allá viven mis papás y algunos amigos que aún me hablan y me quieren. Lo que sí me pasó por culpa del embarazo fue que empezara a extrañar Monterrey, estar junto a mi "familia" que en realidad incluye dos consanguíneos y toda la gente que quiero.
Comencé a jugar con la idea de irme de esta capital del mundo para vivir allá de preferencia por Mitras Sur o Chepe Vera. Me imaginé como película gringa cincuentera, llevando a mis hijos al parque y andando en bici por la cuadra. Y sobre todo me vi feliz comiendo en Mc Donald's sin que mis queridos amigos chilangos me hagan sentir "porquería" por comer ídemo, por ser "vende patrias", "malinchista", "lesbiana de derecha", "neoliberal" y lo peor "panista".
Pero luego de estar allá todo el mes de abril y de oir diariamente por qué no debía hablar con las maestras de mis hijos sobre mi preferencia sexual para que no los hagan menos por ser diferentes, me entró esta terrible indecisión. Porque es claro que yo puedo decidir cómo tratarlos, pero no cómo los van a tratar otros.
Se supone que el primer nieto trae júbilo, expectativa y a las abuelitas vueltas locas tejiendo y organizando baby showers. Este es el efecto que ha ocasionado en mi madre. Y aunque haya tenido pequeños desacuerdos con mi amiguita Myrna, ella me llamó y me dijo: "Ana, te quiero un chorro y estás embarazada y no es el momento para estar enojadas". Sin embargo, la mamá y la hermana de Crix brillan por su ausencia. Ni se han interesado por saber qué son, cuándo nacen, cómo se van a llamar, cómo se van gestando. NADA.
Está más interesada su prima Nayeri que la propia hermana. El otro día me llamó mi papá para que le explicara el eco porque como buen inexperto no sabía dónde estaba qué. Es fecha que no sabemos si los papás de Crix recibieron las fotos, las abrieron y les entendieron. ¿A eso me iría a Monterrey? ¿A enfrentarlos con la discriminación y la indiferencia de sus abuelos biológicos?
Así pues, "estoy parada frente a la muralla que divide todo lo que fue de lo que será". Y me viene a la cabeza lo que años de catolicismo heteropatriarcal me lograron inculcar: "los tibios serán vomitados de su boca". Así que debo decir con quién me quedo, con melón o con sandía. ¿O con la vieja del otro día?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ojala algun dia me perdones






atte
la porrista malvada

Anónimo dijo...

Que poco informada estas, Monterrey es una ciudad grande, el DF es una ciudad arruinada, y la cultura en Monterrey es muy abierta, he sufrido mas reclamos en el DF. Ay chilangitos, tanto trafico y cemento se les subio a la cabeza.