sábado, septiembre 14, 2013

Los que viven del activismo

Todos tomamos decisiones cuestionables a lo largo de nuestras vidas. Absolutamente todos. Pero cuando se trata de decisiones personales, solo unos cuantos, la familia principalmente, se encargan de decirte sus impresiones. En el punto de vida pública y de activismo en el que estamos Ana y yo, la gente se siente con total libertad de cuestionar lo que hacemos y dejamos de hacer. A veces es muy cansado, a veces no queda más que reír por el absurdo y a veces sí quisiera que hicieran una fila, tomaran su número y esperaran a que me importe. 
Ana y yo hemos hecho todo lo que hemos hecho para hacerle un mundo mejor a Diego y Santiago. Hemos luchado lo que hemos luchado para garantizarle cosas a Diego y Santiago. Hemos peleado lo que hemos peleado por Diego y Santiago, por nosotras mismas y por todos los hijos, hijas y madres lesbianas que están en nuestra misma situación. Hemos hecho grupos para que nuestros hijos y los hijos e hijas de las demás tengan un espacio de convivencia y reflexión. Lo hacemos por nuestros hijos y por los hijos e hijas de las demás que sientan que lo necesitan.
Hace ya casi un mes, logramos algo que la verdad yo no veía para cuándo. Logramos que Diego y Santiago tuvieran mi apellido y además logramos que se respetara su deseo: seguirse llamando De Alejandro en primer término. Diego y Santiago están por cumplir 7 años: piensan, sienten y han estado en esta lucha desde que estaban en la panza de su Mami. Tenían derecho a voto y tenían derecho a que Ana y yo nos partiéramos el alma por conseguirlo.
Les cuento brevemente esta historia aunque muchos ya la saben: Diego y Santiago nacieron antes de que nos imagináramos que en México sería posible que los gays y las lesbianas tuviéramos acceso al matrimonio. Y nacieron antes de que los padres gays y madres lesbianas pudieran darle sus apellidos a los hijos. 
En 2010, Ana y yo vivíamos en Monterrey y finacieramente no estábamos bien. Yo acababa de regresar de Houston y ella trabajaba en el call center. De un único sueldo vivíamos los cuatro. Diego y Santiago entraron al preescolar en una escuela pública porque no nos alcanzaba ni para un colegio privado, ni para pagar el medio de transporte. En 2010, motivadas por la lucha que se hacía en el DF y gracias a que nos llevaron el caso de amparo probono, demandamos al IMSS. Pero desde el día en que nos casamos siempre buscamos la adopción o reconocimiento de Diego y Santiago. Hablamos con muchos abogados en Monterrey y hablamos con muchos abogados en el DF. A nadie se le ocurría cómo hacerle o nadie le quería entrar. Dinero no teníamos y siempre lo dijimos.
En el año de 2012, agotados todos los recursos legales que teníamos en Monterrey, decidimos regresar al DF para buscar el modo acá. Y tocamos muchas puertas antes de llegar con Aleh Ordóñez. Y sí nos cobró y sí le pagamos, pero en ese primer intento no lo logramos. La cuestión es que Aleh Ordóñez es una persona muy movida. No paró hasta que encontró la manera de hablar con quien tuviera que hablar y a finales de abril de este año nos llevó al Registro Civil donde nos dijeron que lo que nosotras queríamos no se podía. Nos lo dijo el registrador, nos lo dijo el juez. Tuvimos que subir hasta la dirección general del Registro donde otra vez nos dijeron que no. No teníamos más dinero, ni para un amparo, ni para nada más. Aún así, Aleh Ordoñez estuvo dispuesta a seguir, de su propio esfuerzo, de su propio bolsillo. Las negociaciones tomaron meses. El Registro Civil comenzó a reflexionar en nuestro caso y pidió saber si es que había más familias en nuestra misma situación. Entonces las buscamos. Nunca nos quedó duda de que si nuestros hijos hubieran nacido el día en que fuimos por primera vez al Registro habríamos salido con el acta ese mismo día. Tampoco nos quedaba la duda que desde el 2010 se podían registrar hijos e hijas con dos madres y dos padres. Lo que Ana y yo buscábamos era el reconocimiento. No la adopción, sino el reconocimiento, como cualquier padre o madre heterosexual hace de sus hijos en cualquier momento de su vida. Y ahí empezaron los ataques. Nos empezaron a decir que lo nuestro debía resolverse por adopción y no por reconocimiento, que además todo lo queríamos gratis y bla bla blá. Diego y Santiago son mis hijos desde siempre. No son los hijos de Ana nada más. Yo no soy una mujer lesbiana que conoció a su esposa y después a sus hijos y ahora los quiere adoptar. Yo soy su madre y punto. Nadie tiene que venir a hacer un dictamen psicológico y económico para decirme si soy apta o no para tenerlos conmigo porque la gran noticia aquí es que siempre han estado conmigo. Es el caso de Diego y Santiago y es el caso de muchas familias más.
El Registro Civil, entonces, convocó a un foro y a un reconocimiento colectivo de hijos e hijas. De nuestro lado estuvo el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y la Comisión de Derechos Humanos. Todos abogando por el apellido familiar, el reconocimiento de hijos en matrimonio o en concubinato de madres lesbianas. Ahora bien, no descubrimos el hilo negro, sabíamos que no estábamos descubriendo el hilo negro, estábamos logrando algo específico dentro de esa misma lucha de derechos: que las madres lesbianas cuyos hijos fueron registrados como madres solteras antes del 2010 pudieran reconocer a sus hijos y pudieran ponerle el apellido en el orden que así lo requirieran
Aleh Ordóñez estuvo negociando con el Registro Civil desde finales de abril de este año, por eso, cuando convocamos a más familias que quisieran estar en el reconocimiento colectivo solicitó una cuota de recuperación. A muchas mujeres les pareció justa y la pagaron. La gran mayoría no la pagó porque era voluntaria y no quisieron, o porque era voluntaria y no pudieron. Aleh Ordóñez no es funcionaria pública, ni tampoco pertenece a ninguna asociación. No tiene acceso a recursos para financiar causas LGBT. 
Ana y yo vivimos, hasta el día de hoy, con la beca del CONACYT. Algunas veces hemos tenido que hacer trabajo doméstico o ayudarle a una amiga a atender un puesto para recibir entradas extra. Diego y Santiago siguen en escuela pública. El coche se descompuso y no hemos podido volver a arreglarlo. Y batallamos como batalla la mayoría de las familias para llegar al fin de mes. Vivimos al día como muchas familias. Ana y yo no vivimos del activismo. En todo caso, podríamos decir que vivimos para el activismo. No juntamos gente porque nos interese una causa política partidista. No juntamos gente para que nos apoye porque no buscamos puesto de elección popular. No somos una A.C que tenga que seguir ciertas líneas para que nos den recursos para subsistir. Todo lo que hacemos es donar nuestro tiempo, nuestras ganas, nuestra experiencia. Juntamos gente, sí. La juntamos o la invitamos a juntarse en un espacio autogestionado. Esa gente son madres lesbianas que llevan a sus hijos. Esas madres van y platican y comparten sus experiencias de ser madre. Esas madres llevan a sus hijos a que convivan con más niños y niñas que tienen una familia como la suya. Y a eso nos dedicamos. De eso no sacamos dinero. De eso nunca hemos vivido. 
No es la primera vez que estamos coordinando un grupo de lesbianas. Primero fue COMALES, después Las Juanas y ahora los talleres de MamásLes. A ningún grupo lo hemos usado para intereses personales, pero hay gente que quiere ver eso. Ningún grupo nos ha dado dinero. Ningún grupo es una A.C., ningún grupo recibe recursos del gobierno o de organismos internacionales. Cualquier día podemos abrir las puertas de todos los lugares en donde hemos vivido para que vean que no hay beneficio económico de esto. Cualquier día pueden ver mi curriculum vitae para que vean cuál es el último trabajo que tuve: maestra de inglés en una primaria pública en Monterrey. Antes de eso también estuve en un call center y antes de eso estuve un año en Houston. No trabajamos en el gobierno. No nos beneficiamos laboralmente de esto que hacemos. A las madres las buscamos porque también somos madres. A los hijos los buscamos porque también tenemos hijos. Ese siempre ha sido nuestro interés. Así siempre nos hemos manejado. 
El evento colectivo de registros en el cual participamos no fue nuestra idea. Nosotras no cobramos, ni dejamos de cobrar nada. Las mamás que decidieron participar fue porque estaban en la misma situación que nosotras y tenían la misma necesidad que nosotras. Nada más.
Tenemos ganas de seguir trabajando con otras madres. No solo por nosotras, sino también por las otras. No solo por nuestros hijos, sino también por los otros hijos e hijas. Y aceptamos y buscamos a todas aquellas que se quieran sumar a esta intención.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Conozco y admiro su trabajo como activistas. Mariaurora Mota

Sara A. Espinosa Islas dijo...

Yo conozco a Ana y Criseida desde el 2003. A partir de la llegada de Diego y Santiago, ambas han encabezado una causa muy interesante en el activismo, han abierto brechas muy interesantes lejos de querer un reflector o un protagonismo intencionado. Sí Ana y Criss son ahora activistas que junto con otras han venido dando batallas como lo han hecho por muchos años otras activistas lesbianas feministas, es por su entrega desinteresada y su labor es autofinanciada, lejos de financiamientos y con una postura apartidista. Yo celebro su trabajo y las quiero mucho... Además, Ana hoy día realiza un trabajo académico que será fundamental para nuestra causa... La visibilidad lésbica... Sara Islas

Anónimo dijo...

No cobran, pero deberían hacerlo! Porque no son egoístas y comparten los beneficios que logran y porque lo que logran beneficia a la sociedad civil, heterosexual, homosexual,asexual, hombres, mujeres y quimeras.
Desafortunadamente, la sociedad es/somos inmadura/inmaduros y busca/buscamos prejuicios que colgar. Muchas felicidades, Cris&Ana, yo que soy abogada, jamás pensé que vería hacerse realidad al apellido familiar! Que digan las luchas y los logros! Soy su fans suya de ustedes dos!
Montserrat.