Todo empezó por un e-mail. A decir verdad, yo ni siquiera lo leí, no sé si me llegó o no. Pero el martes en la tarde, el Tío Manuelito marcó a mi celular y me dijo: "Marina envió un correo invitándonos a una feria de Discovery Kids en la prepa Garza Lagüera, yo ya saqué mis boletos. Saquen los suyos para el sábado y vamos juntos". Así pues, me dispuse a viajar hasta la casa (viaje es la palabra que mejor aplica ya que es una hora de recorrido atravesando ciudad y media). Al llegar y reencontrarme con mi dulce esposita que me esperaba en casa con pasta a la boloñesa, le comenté sobre la llamada. Ella que dedica sus horas de esparcimiento a navegar por internet, me dijo que ya se encontraba enterada del mail de Marina y le pedí, pues, que se metiera al sitio de internet que venía indicado en dicho documento para sacar los boletos. Pero nuestra red no es muy amistosa (ni siquiera he podido darme el gusto, en regocijar mi ego, de volver a ver mis programas de Las Dos Mamis TV), así que no pudimos sacar los boletos y terminamos pidiéndole al Tío Manuel que los sacara él.
El jueves, en nuestro semanal McJueves, nos pusimos de acuerdo en vernos hoy sábado a las 11 en punto aquí afuera de la casa para irnos todos juntos hasta el fin del mundo, digo, a la prepa Garza Lagüera. Todos estuvimos de acuerdo que lo mejor era salir de aquí con suficiente tiempo para evitar el tráfico y llegar puntuales. Hoy sábado, por la mañana, al 20 para las 10, Crix y yo abrimos nuestros hermosos ojitos al mundo. O para ser más justas, mandé a bañar a mi mujer y me regodeé 20 minutos más en la cama. A las 11 estuvimos listos, bañados, arreglados y hermoseados los cuatro. A las 11:30 llegó el Tío Manuelito, con la Tía Elva, Manuelito y Emma. Resulta que tres tristes trenes del tamaño de Escobedo, se atravesaron en su camino, el cual de por sí recorrió cansado porque, cual buen geek, se quedó hasta las 7:30 desvelado en una LAN (para quien no sepa, esto es una "fiesta" donde la gente se conecta en varias computadoras enrredadas entre sí, a matarse unos a otros... virtualmente).
Íbamos ya en camino con los niños emocionados cuando un convoy de soldados se nos atravesó y nos escoltó la mitad del camino (probablemente no fuera a nosotros, pero así nos sentimos de observados). Diego nos preguntó que si nos iban a "pistolar". Tratando de mantener la calma, sólo les dijimos "quietos y callados", y por si las dudas, Tía Elva desapareció cualquier juguete que pareciera arma.
Sin mayores contratiempos, llegamos finalmente, tarde, pero llegamos, al lugar del evento. Resulta que estaba muy vacío... o al menos eso indicaba el estacionamiento y nos dejaron pasar sin decir nada de que nuestros boletos fueran para otra hora. Hicimos fila como por 20 minutos, entre niños de 0 a 8 años MUERTOS DE ANSIEDAD por entrar y ver a Doki. La mayoría de los padres y madres lucían ojeras como las nuestras y se veían igual de desesperados por entrar y que terminara el tormento.
Una vez adentro, nos dieron un número para cada niño que hacía juego con un número por adulto. Estos números correspondían por color de tal manera que las coordinadoras siempre iban a saber a qué adulto pertenecía cada niño. Había mamás que tenían 4 o 5 números pegados a la espalda. Nosotros íbamos de a niño por cabeza. A mí me tocó el número 1 con Santiago, a Crix el 2 con Diego.
Lo primero fue hacer unos breves calentamientos. Todo el evento trató sobre deportes y actividades físicas, lo cual nos pareció perfecto porque así los niños se cansan y utilizan toda su energía de forma positiva. Después de las calistenias fuimos al primer "mundo" que era el de los triciclos. Manuelito, antes de que le dieran las instrucciones ya estaba trepado. Diego, sedujo a la instructora y la agarró de la mano. Y Santiago esperó a que le dijeran que tomara uno y subió. Diego, por andar distraído, no encontraba ningún triciclo desocupado y casi se queda sin uno. Berrinche de por medio, logró que la señorita lo llevara al último disponible.
En el segundo "mundo" separaron a los grandes de los pequeños y los hicieron escalar unos inflables de ida y vuelta, cinco veces hasta que se cansaran. Aquí, Manuelito y Santiago fueron los primeros en trepar. Santiago batalló un poco en subirse. Diego se mostró reticente, hasta que la muchacha, víctima de sus encantos le empujó el cabuz para echarlo del otro lado. La frustración empezaba a incrementar en Diego.
El tercer "mundo" trataba de que cada niño aventara unas pelotas de velcro a unos blancos que ya no pegaban y estaban en el pecho de cualquier padre o madre presente. Los niños, encantados de agarrar a pelotazos a los adultos, se avalanzaron sobre las pelotas. Y Diego, que es todo ordenado, entró en crisis nerviosa porque ya no quedaban pelotas en las cubetas y no quería agarrar una del piso que ya hubiera usado otro niño. En este punto lo saqué. Afuera platicamos sobre el punto de estar ahí para divertirnos y que para lograrlo hay que compartir. Me dijo: "Es que ya me perdí el juego" y le expliqué que si seguía llorando se iba a perder todos los demás, así que le pregunté qué quería hacer, si quedarse ahí afuera llorando o disfrutar lo que le quedaba. Me dijo: "Vamos a divertirnos" y regresamos a seguir aventando pelotas. Parecía que estaba atacando a una señora y le dio en el blanco a todas las que le aventó.
Después fuimos a jugar boliche en el cuarto "mundo". Eran unos pinos de cartón con unas pelotas de futbol. A Santiago le encantó, se divirtió aventándola una y otra vez hasta que empezó el show.
Aquí viene mi queja. Me parece que no estuvo bien organizada la división entre adultos y niños. Muchas personas adultas ya estaban sentadas hasta adelante para el momento en que explicaron que se tenían que parar y dejarle esos lugares a los niños. Así que no se quisieron levantar, esto, por supuesto, dejó a muchos niños sin ver. Diego y Santiago se fueron hasta adelante con Manuelito, pero nosotros nos tuvimos que ir hasta atrás porque ya no había espacio para cuidarlos. Yo, que no me quedé resignada a dejarlos sin vigilancia, le di la vuelta a todo el público hasta quedar enfrente de los niños al otro lado del escenario. Desde ahí pude ver cómo saltaron y brincaron en cuanto vieron a Doki. Manuelito salió corriendo y se quedó todo el show con su papá y su mamá. Mientras tanto, Diego y Santiago cuando vieron a Stephanie y Sportacus, se volvieron locos de alegría y empezaron a dar maromas. Diego se dobló sobre su cuerpo, puso las manos al piso e intentaba levantar las piernas al aire. Una coordinadora intentó enderezarlo, pero viendo que no podía terminó por darle toda la vuelta para poderlo poner de pie otra vez. Disfrutaron muchísimo todas las canciones.
Finalmente, como arañas fumigadas nos fuimos de ahí a Plaza Real donde en el área de comidas hay juegos con toboganes donde los niños se pueden divertir por horas completamente gratis. Después de eso volvimos a casa a disfrutar un tranquilo sábado en familia y coronamos con el Capítulo 4 de la serie animada Érase una vez el hombre.
El jueves, en nuestro semanal McJueves, nos pusimos de acuerdo en vernos hoy sábado a las 11 en punto aquí afuera de la casa para irnos todos juntos hasta el fin del mundo, digo, a la prepa Garza Lagüera. Todos estuvimos de acuerdo que lo mejor era salir de aquí con suficiente tiempo para evitar el tráfico y llegar puntuales. Hoy sábado, por la mañana, al 20 para las 10, Crix y yo abrimos nuestros hermosos ojitos al mundo. O para ser más justas, mandé a bañar a mi mujer y me regodeé 20 minutos más en la cama. A las 11 estuvimos listos, bañados, arreglados y hermoseados los cuatro. A las 11:30 llegó el Tío Manuelito, con la Tía Elva, Manuelito y Emma. Resulta que tres tristes trenes del tamaño de Escobedo, se atravesaron en su camino, el cual de por sí recorrió cansado porque, cual buen geek, se quedó hasta las 7:30 desvelado en una LAN (para quien no sepa, esto es una "fiesta" donde la gente se conecta en varias computadoras enrredadas entre sí, a matarse unos a otros... virtualmente).
Íbamos ya en camino con los niños emocionados cuando un convoy de soldados se nos atravesó y nos escoltó la mitad del camino (probablemente no fuera a nosotros, pero así nos sentimos de observados). Diego nos preguntó que si nos iban a "pistolar". Tratando de mantener la calma, sólo les dijimos "quietos y callados", y por si las dudas, Tía Elva desapareció cualquier juguete que pareciera arma.
Sin mayores contratiempos, llegamos finalmente, tarde, pero llegamos, al lugar del evento. Resulta que estaba muy vacío... o al menos eso indicaba el estacionamiento y nos dejaron pasar sin decir nada de que nuestros boletos fueran para otra hora. Hicimos fila como por 20 minutos, entre niños de 0 a 8 años MUERTOS DE ANSIEDAD por entrar y ver a Doki. La mayoría de los padres y madres lucían ojeras como las nuestras y se veían igual de desesperados por entrar y que terminara el tormento.
Una vez adentro, nos dieron un número para cada niño que hacía juego con un número por adulto. Estos números correspondían por color de tal manera que las coordinadoras siempre iban a saber a qué adulto pertenecía cada niño. Había mamás que tenían 4 o 5 números pegados a la espalda. Nosotros íbamos de a niño por cabeza. A mí me tocó el número 1 con Santiago, a Crix el 2 con Diego.
Lo primero fue hacer unos breves calentamientos. Todo el evento trató sobre deportes y actividades físicas, lo cual nos pareció perfecto porque así los niños se cansan y utilizan toda su energía de forma positiva. Después de las calistenias fuimos al primer "mundo" que era el de los triciclos. Manuelito, antes de que le dieran las instrucciones ya estaba trepado. Diego, sedujo a la instructora y la agarró de la mano. Y Santiago esperó a que le dijeran que tomara uno y subió. Diego, por andar distraído, no encontraba ningún triciclo desocupado y casi se queda sin uno. Berrinche de por medio, logró que la señorita lo llevara al último disponible.
En el segundo "mundo" separaron a los grandes de los pequeños y los hicieron escalar unos inflables de ida y vuelta, cinco veces hasta que se cansaran. Aquí, Manuelito y Santiago fueron los primeros en trepar. Santiago batalló un poco en subirse. Diego se mostró reticente, hasta que la muchacha, víctima de sus encantos le empujó el cabuz para echarlo del otro lado. La frustración empezaba a incrementar en Diego.
El tercer "mundo" trataba de que cada niño aventara unas pelotas de velcro a unos blancos que ya no pegaban y estaban en el pecho de cualquier padre o madre presente. Los niños, encantados de agarrar a pelotazos a los adultos, se avalanzaron sobre las pelotas. Y Diego, que es todo ordenado, entró en crisis nerviosa porque ya no quedaban pelotas en las cubetas y no quería agarrar una del piso que ya hubiera usado otro niño. En este punto lo saqué. Afuera platicamos sobre el punto de estar ahí para divertirnos y que para lograrlo hay que compartir. Me dijo: "Es que ya me perdí el juego" y le expliqué que si seguía llorando se iba a perder todos los demás, así que le pregunté qué quería hacer, si quedarse ahí afuera llorando o disfrutar lo que le quedaba. Me dijo: "Vamos a divertirnos" y regresamos a seguir aventando pelotas. Parecía que estaba atacando a una señora y le dio en el blanco a todas las que le aventó.
Después fuimos a jugar boliche en el cuarto "mundo". Eran unos pinos de cartón con unas pelotas de futbol. A Santiago le encantó, se divirtió aventándola una y otra vez hasta que empezó el show.
Aquí viene mi queja. Me parece que no estuvo bien organizada la división entre adultos y niños. Muchas personas adultas ya estaban sentadas hasta adelante para el momento en que explicaron que se tenían que parar y dejarle esos lugares a los niños. Así que no se quisieron levantar, esto, por supuesto, dejó a muchos niños sin ver. Diego y Santiago se fueron hasta adelante con Manuelito, pero nosotros nos tuvimos que ir hasta atrás porque ya no había espacio para cuidarlos. Yo, que no me quedé resignada a dejarlos sin vigilancia, le di la vuelta a todo el público hasta quedar enfrente de los niños al otro lado del escenario. Desde ahí pude ver cómo saltaron y brincaron en cuanto vieron a Doki. Manuelito salió corriendo y se quedó todo el show con su papá y su mamá. Mientras tanto, Diego y Santiago cuando vieron a Stephanie y Sportacus, se volvieron locos de alegría y empezaron a dar maromas. Diego se dobló sobre su cuerpo, puso las manos al piso e intentaba levantar las piernas al aire. Una coordinadora intentó enderezarlo, pero viendo que no podía terminó por darle toda la vuelta para poderlo poner de pie otra vez. Disfrutaron muchísimo todas las canciones.
Después de esto, todavía nos faltaban por recorrer tres "mundos" más, pero ellos ya estaban tan cansados que se pelearon en todos. Se arrastraron por donde quisieron, tiraron las escenografías y les valieron las restricciones.
Diego lloró cuando alguien se llevó su pelota en un juego que trataba de meterle goles al Tío Manuelito . Ahora bien, se negaron rotunda y groseramente a meterme los goles a mí. "No Mami, la pelota e para meterla y necesitamoh un potero" yo soy tu portera, le dije a Santiago, pero me vio feo y yo que tampoco estaba ya muy animada le cedí mi lugar a su Tío querido.
Además, Santiago se frustró mucho cuando vio que los tubos de ensaye del juego de ciencias estaban vacíos. Ya de perdis les hubieran puesto bolitas de papel o algo... ¡En fin!
Al final, les tomaron una foto oficial de recuerdo que todavía tengo que bajar de la página de Cablevisión y les obsequiaron una lapicera (porta lápices) con calculadora. La verdad que valió mucho la pena el paseíto, estuvimos allí como dos horas y nos resolvió el dilema de "qué hacemos con los niños este sábado".Diego lloró cuando alguien se llevó su pelota en un juego que trataba de meterle goles al Tío Manuelito . Ahora bien, se negaron rotunda y groseramente a meterme los goles a mí. "No Mami, la pelota e para meterla y necesitamoh un potero" yo soy tu portera, le dije a Santiago, pero me vio feo y yo que tampoco estaba ya muy animada le cedí mi lugar a su Tío querido.
Además, Santiago se frustró mucho cuando vio que los tubos de ensaye del juego de ciencias estaban vacíos. Ya de perdis les hubieran puesto bolitas de papel o algo... ¡En fin!
Finalmente, como arañas fumigadas nos fuimos de ahí a Plaza Real donde en el área de comidas hay juegos con toboganes donde los niños se pueden divertir por horas completamente gratis. Después de eso volvimos a casa a disfrutar un tranquilo sábado en familia y coronamos con el Capítulo 4 de la serie animada Érase una vez el hombre.
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