sábado, mayo 29, 2010

Secretos de alcoba XI

Mi hijo, el seductor

No lo vi, pero me lo contaron y lo puedo visualizar claramente porque así lo conozco. Y la verdad sea dicha, más que un relato fue la queja de una Tía descorazonada...

Diego, mejillas chupadas, mentón caído, ensayando su cara de no-me-mereces, se acerca a una mujer en sus tempranos treinta, cabello planchado, ropa entallada, destacable como soltera codiciada entre un grupo de madres y padres ojerosas que decidimos llevar esa noche a nuestros hijos a un lugar de comida rápida y por su puesto íbamos en fachas. Basta decir que esta Tía se declaró enamorada de Diego, el gran seductor hace más de un año, después de batir las pestañas y decirle "eres linda".
Se planta frente a ella y a bocajarro pregunta:
-- ¿Te llamas Ixchel?
-- Sí, mi amor-- extendiendo los brazos para ofrecer asfixiarlo de amor acumulado por meses de ausencia, amor que él por supuesto, acepta.
-- ¡Ah!-- exclama desenfadado y como si no le pudiera importar menos, -- ¡es que hace como mil años que no te vi!

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¡Y claro! Todo ha de recaer en las madres. Que si yo qué cosas le ando enseñando, que si yo lo entreno para hacer sentir mal a la gente, que si nosotras le hemos dejado ser un sentido, que si ya maneja el más complejo y absoluto chantaje sentimental...
Todavía me pregunto si fue el pelo planchado el que lo desconcertó, o si es que en realidad existió la duda, o si todo es lo que parece: un reclamo velado...

1 comentario:

AC dijo...

Aaauuuuuuuuuuch!