domingo, octubre 18, 2009

Corazón Vernáculo III

Entrada que lleva por subtítulo "REENCUENTROS"
(y sé que mi correctora de estilo va a odiar eso de mayúsculas con comillas y cursivas..)
ADEVERTENCIA:
1) Este post sólo funciona si se escuchan las canciones que vienen acompañando cada ejemplo.
2)Hay que tener tiempo porque está muy largo.
3)La última, no es porque me guste Syntek, quienes me conocen saben que no, pero el video es tan vernáculo que valía la pena y va con el ambiente de todo el post.
Este Corazón idiota... el mío, obviamente, trata sobre los reencuentros... Ya diserté sobre las despedidas, y quedé en relatarles sobre los reencuentros, pero para llegar a los reencuentros hay un paso intermedio, o a veces debería de haberlo: los olvidos.
¿Qué pasa cuando ya dijiste adiós y no querías? Eso puede ser por tantas razones. Porque la persona se va a otra parte, porque no se va, se la llevan, porque cambia su sentir, porque no cambia, pero no puede demostrarlo, porque muere, porque vive pero ya no está, porque a veces hay que dejarse ir o por lo que sea.
Pero yo soy de esas personas aferradas que le temen al olvido más que a la muerte, porque de la muerte sobrevives mientras no te olviden. Y yo no se dejar ir, aunque sea la que te esté corriendo. Y entonces vienen tras el imposible olvido las horas que paso soñando despierta, fantaseando y hasta escribiendo sobre melodramáticos e improbables reencuentros en escenarios diversos: el Ángel de la Independencia, la Puerta de Alcalá, les Champs Elisès (no sé si así se escriba), la boda, el bautizo, el quinceaños del amigo de la prima de alguien que conoce a alguien. Y les pongo soundtrack a mis noveletas rosas personales y en el momento en que nuestras miradas se reencuentran por un segundo, por arte de magia entra la música de fondo (vernácula como mi corazón):
Traté de olvidarte


Y es que hay cosas superdifíciles en la vida. O como diría en su momento la Pinal a Pedro Infante y más tarde Angélica María a Alberto Vázquez (¿sería a él o algún otro?): "es dificilísimo". Sí, situaciones dificilísimas en las que una no se puede olvidar y ya. Y se sienta una a llorar en la regadera tanta necedad y se siente una ultraridícula porque al fin de cuentas nadie se toma la vida tan a pecho. Sólo yo (o sea cada una de nosotras que nos creemos que somos la única en el universo que se siente así). Sólo yo puedo hacer semejante tormenta en un vaso de agua por una idiotez que al fin y al cabo ya lo decía mi madre, o Myrna (la mejor amiga nominal) que para el caso, ¿cuándo me ha dado un mal consejo ella? que no debía yo tomarme nada en serio en la vida, porque por algo pasan las cosas y al final todo pasa. Pero no pasa. Por Tonantzin que no pasan.
Y entonces se sienta una en la banqueta, esperando que los camiones no la salpiquen a una cuando pasen y la musiquita de fondo se pone más fresona, pero muy mainstream anyways...
Entre el cielo y el suelo

En fin, que los reencuentros pueden ser cómico-mágico-musicales, simplemento melodramáticos, o ardorasamente trágicos. Hay varios tipos de reencuentros, está el reencuentro con la/el objeto del afecto, está el reencuentro con la/el ex-objeto del afecto, está el reencuentro con la/el objeto de repudio y están todos esos reencuentros misceláneos que aunque no afectan ni benefician, son reencuentros al fin y al cabo.
Están aquellos reencuentros con la amiga que te dejó de hablar a que jurabas que cuando vieras le dirías tres frescas y ya ibas preparada porque obvio hace meses que sabes que te la vas a topar en la boda del mejor amigo en común. Y te extra arreglas para que no se te note lo jodido de la vida y pones muy mona a tu familia para demostrarle que tu venganza es ser más feliz que ella. Y entonces llegas y te das cuenta que ella está en la entrada como esperando algo, y voltea, y estura el cuello hasta que te ve y se voltea y disimula y espera hasta que llegues a donde ella está y obvio tienes que pasar por ahí porque está en la meritita entrada. Y cuando finalmente llegas después de haber caminado en cámara lenta, te intercepta la mamá de tu amigo, qnterada de toda la situación y esperando evitar conflictos que arruinen la fiesta y te guía hasta tu mesa al otro lado del diminuto salón. Pero el reencuentro se da finalmente en la barra de ensaladas o quizá cuando escogen la misma jícama del mismo palillo al mismo tiempo y por "coincidencia" y te mira y la miras y te sonríe y te desconciertas (tomando en cuenta que fue ella la que te dejó de hablar a tí) y te saluda, con el beso en la mejilla de toda la vida y hasta te abraza y no puedes evitar tomarte la foto del recuerdo, con el mejor amigo y la flamante esposa, y es probable que nunca la vuelvas a ver... ¿Y las tres frescas que ibas a soltarle? Se te olvidaron porque te invadió la cabeza una canción...
Siempre amigas
Lo dicho, hay muchos tipos de reencuentros. Están esos reencuentros casuales, fortuitos, inesperados, impensables, irreverentes, intrusivos y hasta mentales. Esos en los que estáscocinando el huevo del desayuno y un pensamiento atraviesa tu mente y juraste que sus almas se reencontraron un minuto sólo porque te acordaste de su existencia. O ése en el que vas pasoleando por un centro comercial y tu actual se acerca a saludar a una persona que te resulta vagamente familiar hasta que reaccionas y asimilas que está saludando con beso y todo a tu ex. O hasta ése en el que estás a un océano de distancia y de pronto un comentario de tu actual te lleva al pasado y te recuerda irremediablemente a tu ex. Y entonces pasa: un extraño escalfrío recorre tu espalda y lentamente pasa por el resto de tu cuerpo hasta que tus brazos estallan en la más notoria piel de gallina y la cara se te pone pálida y en la más pura y ridícula gringada hollywoodense se te revuelve el estómago y quieres correr al baño a vomitar. Pero no te puedes permitir semejante acto dramático y menos con lo caraque está saliendo la cena. Y tu persona actual te mira y te dice perceptiva: "¿pasa algo?" Y tu disimulas y te pones mística y dices: "no nada. Es que seguro que me atravesó un ángel." E inequívocamente tu actual piensa "ingas wey, esta vieja está bien pirada. Seguro se la truena chido en las noches..."
Y tu mientras escuchas el soundtrack en tu cabeza...
Pero me acuerdo de ti

O ése otro, más de frente, menos casual , para el que seguro no te avisaron y ya qué como quiera ibas en fachas y tratas de pellizcarte las mejillas y alisarte un poco el pelo y convencerte a ti misma que tu belleza natural sigue siendo impactante. O para el que tal vez sí te avisaron con tiempo y pusiste un poquito más de atención que la usual en tu arreglo personal poniéndole énfasis al rimmel y al labial. Y te dijeron que a lo mejor sí venía, pero a lo mejor no, y entonces te relajas porque ves que no llega y en eso entra, del brazo de su actual y tu volteas a todas partes y no ves por ninún lado a la tuya y ya tu ex te está viendo de frente y trae la misma cara de incomodidad que tu, pero la cortesía obliga a que se saluden, de beso y todo. Y entonces tu finjes que tu celular se ha vuelto el objeto más interesante de la habitación y quizá del mundo entero y a tu ex de pronto de pronto le ha entrado la sed desértica más exagerda del universo y mientras tu fijas tu mirada en el celular, tu ex corre a la mesa de las bebidas que obvio está en el extremo opuesto de la habitación. Y a ti nuevamente se te pone la piel de gallina, la cara más blanca que la pared, te entra un sudor frío, dolor muscular, migraña, y parece que hasta una lágrima va a recorrer tu mejilla. Y por supuesto, en eso se le ocurre aparecer a tu actual que tan perceptiva como siempre te pregunta "¿estás bien?" y tu contestas "creo que me está dando influenza." Y ella escéptica y acostumbrada a tus debrayes hipocondriacos contesta secamente: "Pero, de la N1H1 o de la estacional? ¿Y qué le ves a tu celular? ¿No se la había acabado la batería hace dos horas?"

Pero no la escuchas porque tu ya bailas lentamente a los acordes de...

¿Cómo te va, mi amor?

O ese reencuentro lleno de culpa, el que juraste que nunca vivirías, pero hete aquí que te tragaste tus palabras y fuiste la peor de todas y pintaste un cuernote del tamaño del mundo y fuiste tan honesta o tan cínica que lo contaste todito y ahora resulta que te arrepientes con el alma y juras y juras y perjuras que nunca, nunca, nunca más va a pasar y a la hora del reencuentro sólo una canción martillea tu cabeza y la berreas en voz alta suplicando te perdonen y esperando que de verdad nunca, nunca, nunca vuelvan a separarse y te puedan perdonar porque tu de plano nunca, nunca, nunca te vas a perdonar a ti misma semejante indiscreción...

Los años que me quedan

Y finalmente, está el reencuentro cachondo. Ese calenturiento que llevabas meses, o quizá semanas o bueno incluso a veces sólo unos días esperando ansiosamente. Ése por el que te comías las uñas y los pellejitos de alrededor. Ése reencuentro que te hizo pasar noches en vela imaginando lo que ibas a decir, hacer, tocar... El reencuentro de amor, de pasión, de añoranza y mucho, mucho, mucho placer. Ese reencuentro para el que te depilaste desde las cejas hasta el uyuyuy, pasando por las axilas, las piernas y la humanidad entera. Ése para el que fuiste al súper por unas garritas nuevas que ojalá y te duren puestas sólo tres minutos o menos. El reencuentro tras un viaje de estudios, o de negocios, o de visita a familiares, o para impedir que te agandallen el depa, o por una equis una separación que ni querías ni aceptabas, pero que tuvo que ser porque ¡chingados! así es la vida y así de pinches son las cosas. Y entonces sí, ni agua va dices y no más avisas que allí le tienes sus cigarritos y su cervecitas, o su boones y chocolates o su... lo que quiera y guste y mande, porque a penas se lo estás diciendo y ya pusiste musiquita en youtube, que pare eso tenías preparado el playlist, y ya te le estás echando encima, y le estás arrancando la ropa y juras que no pudiste vivir ni un momento durante su ausencia, pero extrañamente sigues viva. Obvio estás muy enojada por la separación, pero estás más feliz, y agaradecida y exitada por la reunión y sobre todo, estás enamorada, muy enamorada y rezas para que nunca se acabe el momento, para durar toda la vida con las almas fundidas en un abrazo. Y tu actual, que por cierto además de perceptiva sigue pensando que estás bien pirada, te pide espacio porque neta que sí le gusta respirar y tiene ganas de seguirlo haciendo. Y tu te pegas como ventosa y exploras sus recovecos y de tantas caricias ya le hiciste zurcos y no tienes idea, pero aprece que hasta un moretón ya le dejaste de tantos besos.
Ahora que estamos solitAs
Y sí, así son los reencuentros, acompañados de miraditas cómplices y suspiros absurdos. Llenos de emociones, de montañas rusas sentimentales y senos y cosenos interpretativos. ¿Sintió lo mismo que yo? ¿Se emocionó? ¿Me extrañó? ¿Pensó todo este tiempo en mí? ¿Le he hecho falta? ¿Volverá a venir pronto? ¿Me llamará? ¿Cuándo nos volveremos a encontrar? ¿Será como antes? ¿Será mejor? ¿Querrá volver? ¿Sabrá cuánto le extraño?
Y al final, sólo al final de cada reencuentro, te das cuenta cuánto te importa tu persona.
Y después de mi último reencuentro aquí estoy yo, esperando, anhelando el próximo...
Y como punto final ¿final? Más bien, hasta la próxima, les dejo...
Volverte a ver

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