lunes, septiembre 11, 2006

Sexualidades


El sábado pasado fue día de GRUMALE. Nos ofrecieron un taller sobre SEXUALIDADES y no era más que un acercamiento a los conceptos de sexo, género, identidad sexual, orientación sexual y práctica sexual. El taller salió de la inspiración que dejó la lectura de un libro titulado Lesbofobia de Olga Viñuales. Y que según la expositora es muy difícil de conseguir ya.
En fin. El taller inició con un poco de ludismo, empezamos haciendo una pintura para expresarnos, para sentir la pintura en nuestras manos, para emplear los utensilios que por tradición se usan en la comida y el tema, por supuesto, era libre. La actividad me gustó, fue como volver a ser niña y en lo personal me gusta mucho la sensación, aunque mi crítico interno
me estuvo molestando la mayor parte del tiempo con cosas como “un niño de kínder lo haría mejor”.
Luego entramos en materia. Empezamos con la diferenciación de los conceptos arriba mencionados y aunque Ana y yo tenemos bastantes nociones al respecto, cualquier dato o enfoque adicional nos sienta de maravilla. Sobre todo porque no hace ni una semana, una amiga nuestra, lesbiana de hueso colorado, en pleno Chili's del World Trade Center, anunció en voz alta, alarmando a los meseros y con singular alegría: “soy bisexual”. Estábamos en el Chili's festejando la graduación de nuestra muy querida amiga Marlene, así que de una mesa de veinte personas, únicamente cinco éramos lesbianas y una de ellas se acababa de autoproclamar bisexual. Primero lo tomamos a broma, pero ella insistió y trató de aclarar el punto. Dijo, “si yo encontrara todo lo que encuentro en mi pareja en un hombre, me casaría con él, sin duda”. Y eso bastó para enfrascarnos en un debate de una hora, tratando de definir qué, en todo caso, era lo que la hacía bisexual. En ese momento, Ana y yo teníamos un montón de conceptos en la mente. Ana dijo que era prácticamente imposible encontrar un hombre como su pareja, ya que precisamente el hecho de ser mujer, de haber sido criada y tratada como mujer era esencial para el desarrollo de su alma. Yo dije que el hecho de acosarte con un hombre o el hecho de sentirte atraída por un hombre o que te guste uno, no te hace ni heterosexual ni bisexual, porque eso no define las preferencias sexuales. Pero, al menos yo, no supe cómo explicarlo bien.
Por eso, cuando en GRUMALE nos explicaron que todo, malamente, responde a un esquema “normal”, me quedé reflexionando en los argumentos que todas dimos en el Chili's, mismos que iban cargados de una intuición teórica.
¿Qué es ser hombre y ser mujer? ¿Qué es ser lesbiana? ¿Cómo se supone que sea un hombre y una mujer y una lesbiana?
Lo básico es definir el sexo. Sexo es la genitalidad, los órganos que nos diferencian como macho y hembra. Estas diferencias son internas y externas. Unos nacen con pene y otras con vulva. Y si pensamos bien, no hay nada inherente a esta condición. No nacemos con un chip que nos predisponga a ciertos comportamientos. Simplemente nacemos con una diferencia biológica y fisiológica. Ahora bien, la manera en que desde bebitos nos van tratando y nos van diciendo cómo reaccionar a algunos estímulos es parte de una construcción social. Es decir, el hombre y la mujer, lo masculino y lo femenino, no son más que algo que aprendemos en el camino. Aprendemos que los hombres son fuertes, feos y formales y que las mujeres son modositas, discretas y pasivas. Aprendemos que el hombre es proveedor y la mujer nutre y cuida del hogar y los niños. Pero en una segunda y tercera reflexión no nacimos con un instinto que nos indique que como mujeres debemos esperar a que nos abran las puertas y paguen nuestas cuentas, así como tampoco es del todo cierto el instinto de ceder la chamarra a las mujeres cuando tienen frío ni hay nada que impida físicamente el hecho de tomar una escoba o trapeador. Es cuestión social y es lo que la sociedad espera del macho y la hembra, del hombre y la mujer. Esta construcción, este set de comportamientos esperados y aprendidos es lo que se denomina género. A una hembra le corresponde actuar según lo establecido para una mujer (jugar con muñecas, hacer las tareas del hogar, vestir de rosa, ser sensible, pasiva, gustar de los hombres etc.) y a un macho, lo establecido para un hombre (ser físico, cargar cosas pesadas, vestir de azul, no mostrar emociones, ser activo, gustar de las mujeres, etc). En el taller se mencionó que esta autora investigó a tres tribus cuyos nombres no recordamos, pero que vamos a definir como A, B y C. La tribu A no tiene diferencia de comportamiento entre machos y hembras siendo el ideal de comportamiento a alcanzar la pasividad, el razonamiento, la intelectualidad y la expresión de los sentimientos. Tanto machos como hembras son educados para alcanzar estos ideales. La agresividad y cosas por el tenor, no caben. La tribu B tampoco tiene diferencias entre macho y hembra, pero en ésta el ideal de comportamiento es activo, agresivo y poco expresivo emocionalmente. Ambos, machos y hembras son educados así. Y la tribu C tiene marcadas diferencias en el rol de género de macho y hembra y es muy similar a la estructura occidental pero al revés. El hombre es pasivo, nutricio, expresivo y sentimental, mientras que la mujer es agresiva, es la que va y caza, es fuerte y es poco expresiva. Esto demuestra que no somos inherentemente distintos, sino que se nos educan en la diferencia. Por ejemplo, yo soy hembra que fui educada como mujer y eso, en nuestra sociedad, implica que soy diferente al macho que fue educado como hombre.
Una vez establecido esto, viene la identidad sexual que no es otra cosa que elegir con cuál de ambos roles (géneros) nos sentimos más a gusto. Ser hembra e identificarse con el rol de mujer o ser macho e identificarse con el rol de hombre es lo que la sociedad marca como “normal”, por eso ver a una mujer con atributos masculinos o un hombre con atributos femeninos es algo no contemplado y por ende, condenado. Aquí es donde empiezan las dificultades, porque cualquier individuo puede identificarse plenamente con lo que le dé la gana e incluso puede adoptar la vestimenta reservada para el género contrario, lo cual mete en muchos apuros a la gente que no se ha tomado el tiempo de distinguir la gimnasia de la magnesia.
La identidad sexual es algo frágil y mutable. La estamos definiendo desde que nacemos. Es una carretera de doble sentido, la identidad va de adentro hacia afuera y viceversa. O sea, es lo que yo digo que soy complementado con lo que dicen que soy. En algunos momentos de nuestra vida nos identificamos más con una cosa que con otra y habrá otros momentos en los que aceptemos lo “normal” para nosotros mismos. Cabe cuestionarnos, de todos modos, quién define lo “normal”.
En cuarto lugar, está la orientación sexual. Es lo que define a un individuo como heterosexual, gay, lesbiana y bisexual. Es, como dice en Nuestra Sexualidad de Robert Crooks y Karla Baur, “la atracción por un individuo del mismo sexo (homosexual) o del otro sexo (heterosexual)”. Entonces, dentro del esquema “normal”, una hembra es una mujer que se identifica como mujer y prefiere relacionarse sexoafectivamente con hombres (heterosexual) y un macho es un hombre que se define como hombre y prefiere relacionarse sexoafectivamente con mujeres (heterosexual) y punto final. No hay de otra. Todo lo que esté fuera de este rango está mal.
Muchas veces se nos exige estar siempre dentro de una u otra clasificación (heterosexual u homosexual) y desdeñamos la bisexualidad por estar enmedio, por asemejar la tibieza bíblica. Kinsey dijo alrededor de 1948 que existe un continuo de 7 puntos para determinar la orientación sexual.
O – Sólo heterosexual sin homosexualidad
1 – Predomina la heterosexualidad, sólo se es homosexual en forma casual
2 – Predomina la heterosexualidad, con homosexualidad de manera más que casual
3 – Tanto homosexual como heterosexual
4 – Predomina la homosexualidad, pero con heterosexualidad de manera más que casual
5 - Predomina la homosexualidad, se es heterosexual de manera casual
6 - Sólo homosexual sin heterosexualidad
Como ya sabemos, esta escala es antigua y muy discutida, pero nos da una idea de la variedad de fluctuaciones que existe en nuestra orientación. En la actualidad existen muchas teorías acerca de la orientación sexual, sobre todo la de gays y lesbianas. Van desde el enfoque psicosocial hasta el biológico.
Por tradición, pensamos que las lesbianas deben ser muy masculinas y los gays muy afeminados y esto no tiene por qué ser así. Una lesbiana simplemente prefiere relacionarse en nivel físico y emocional con una mujer y un gay con un hombre.
Y en último lugar viene la práctica sexual. Es decir el tipo de intimidad sexual que vamos a elegir. Dentro del esquema “normal”. Una hembra y un macho, una mujer y un hombre heterosexuales tienen por práctica sexual común y “normal” el coito vaginal, es decir, la penetración o cobertura del pene. Digamos que es a eso a lo que aspira un buga promedio y lo demás lo clasifica como jugueteo sexual o como una actividad que calienta los motores para la gran culminación que es el coito vaginal, seguido del orgasmo simultáneo con la pareja... o al menos así nos han vendido la historia. El punto es que, en tal caso, una mujer permanece virgen hasta el momento en que un pene es introducido por la vagina y este pensamiento coloca a muchas lesbianas en una situación chistosa y cagante al mismo tiempo, porque terminan siendo señoritas lesbianas, cuando en realidad la práctica sexual de una lesbiana es diferente y está definida por otras cuestiones. Y aquí es cuando reparé en lo que le pasaba a nuestra amiga antes lesbiana y ahora bisexual. Ella es una hembra que se identifica con lo masculino y que prefería a las mujeres, pero que ahora también considera que pueda llevar una relación sexo afectiva con un hombre (siempre y cuando sea como su actual pareja). Ella no está buscando un acostón con un hombre, ni se le antoja, sino que se está planteando qué pasaría si encuentra todo lo que encuentra en su pareja en un hombre. Ella está convencida de que puede pasar y si eso pasa, no debería ser gran problema, excepto que ese macho tendría que ser alguien que se identificara con lo femenino y tuviera preferencia por mujeres que se identifican con lo masculino.
Pero, si nos detenemos a pensar un poco. El ser humano tiene el instinto de succión cuando es bebé y el de ponerse en dos extremidades, así como también siente deseo de satisfacción sexual, pero no forma parte del instinto ni el cómo ni con quién, el hecho de tener relaciones sexuales es también una conducta aprendida. A todos nos enseñaron a coger, no nacimos con el instinto desarrollado. Y esto varía de cultura en cultura. Como dice en Sexualidad humana de Leonore Tiefer, Sin importar lo que ocurra en una cultura, seguramente en otra es todo lo contrario. Una cultura puede prohibir la homosexualidad y otra, fomentarla; en una tribu, el hombre persigue a la mujer y en otra es ella quien lo acosa; en una cultura se permiten placeres sexuales desinhibidos a los ancianos y en otra se espera que se olviden del sexo después de cierta edad. En algunos lugares se permite que los niños observen a sus padres durante la cópula; en otros ni siquiera se les permite preguntar si tal cosa ocurre. En determinada cultura, las parejas tienen relaciones sexuales durante todo el embarazo, mientras que en otra no lo tienen en absoluto una vez confirmado éste. Hay cientos de este tipo de contrastes. Estos detalles inconexos, sobre la variada conducta sexual humana, pueden ser fascinantes en sí mismos, pero el reto para el investigador es dar sentido a la información y tratar de descubrir por qué ocurren ciertos patrones específicos. El reto para el hombre o la mujer comunes, acosados por hechos parciales y verdades a medias, consiste en evaluar la información y mantener una mentalidad abierta”.
Esto no hace más que enrredarnos un poco, pero es beneficioso si tomamos en cuenta que así es el ser humano y que la sexualidad de cada uno va fluctuando a lo largo del tiempo. Y que, por supuesto, aquello que se dice “normal” no es más que una cuasi verdad insertada con calzador en nuestra conciencia colectiva.
En el taller vimos como último punto, el desarrollo de la identidad lésbica que es por sí mismo bastante extenso. Por eso, le dedicaré un espacio aparte en el próximo artículo del lunes 18 de septiembre.

Nota: la imagen que ilustra este artículo es la pintura que hice en el taller de GRUMALE.

2 comentarios:

Cicutarsenica dijo...

Excelente e interesantísimo post. Estaré atenta al siguiente a cerca de identidad lésbica. Gracias y saludos.

Anónimo dijo...

Coincido con la Cicutarsénica, está muy interesante e instructivo :D

...y me agrada la pintura realizada en el taller :) y no, los niños de preescolar no lo harían mejor :P ...aunque espero que Diego y Santiago pinten con sus manitas desde peques ;D

Saludos!!!
Héctor