miércoles, junio 28, 2006

Respeto y paz


Una mujer, antes de cruzar la calle, se aseguró de que el monito del semáforo peatonal estuviera verde. Luego, miró a ambos lados para cersiorarse de que ningún coche viniera. Finalmente, cruzó la calle. Cuando iba por la mitad, de la nada, apareció un coche, conducido a toda prisa por un hombre que ignoró el semáforo en rojo, aceleró, arrolló a la mujer que murió a causa de esto. ¿Quién tuvo la culpa? ¡Obvio! La mujer por haber salido de su cocina.
Todas y todos pedimos respeto, sin embargo, la vida diaria está llena de muchas faltas de respeto que terminan en agresión, ( a veces inconciente), al otro. Mucho se dice sobre el respeto, pero en realidad es tan abstracto que es muy difícil definirlo en lo cotidiano. Cuando yo era niña, mi padre me planteaba eso del respeto como rendirle pleitesía y absoluta obediencia. Cuando respeto significaba levantarme los domingos a las siete de la mañana a preparar un desayuno gourmet, yo prefería ser considerada una hija rebelde e irrespetuosa.
Concretamente, no es muy fácil saber cuando respetamos al otro y no nos queda más que aplicar la dichosa regla de oro “trata a los demás como quisieras ser tratado”, porque hay una forma en que nos queda muy claro que no hay respeto y es cuando nos lo faltan.
Así, el chistecito introductorio puede parecerle hilarante a cualquiera que no sea mujer y se sienta agredida y nada respetada por lo que implica. ¿Entonces por qué lo puse? Pues porque algo similar me pasó a mí hace apenas semana y media.
El sábado 17 de junio de 2006, fuimos Crix y yo a la XXVIII Marcha LGBT del DF, nos unimos al contingente de GRUMALE (Grupo de Madres Lesbianas) y Musas de Metal. Caminamos con ellas desde el Ángel hasta el Caballito que fue donde me cansé y esta panza no quiso contribuir a que siguiera yo caminando. Ahí me dieron tremendas ganas de ir al baño y recordamos que a la vuelta queda el ex – Palacio Chino por lo que caminamos hasta allá. En el camino, nos topamos con un muy docto señor en materia de género que mientras se tragaba unos tacos estaba gritando “¡Pinches putos! ¡Que se mueran los putos!” Tratamos de ignorarlo y seguir adelante en busca del baño perdido. Además, como suele suceder en esos casos, el hombre no estaba solo sino rodeado de otros cuatros que le festejaban sus atinados comentarios. No habíamos bien avanzado media cuadra, cuando otro grupito de individuos que estaba en la banqueta y entre el cual tuvimos que pasar, a pesar nuestro, expresaba sabiamente sus propios comentarios acerca de la sabiduría de la Naturaleza y sus creaciones. Yo iba por delante, muy encarrerada, Crix detrás de mí trataba de darme alcance con bolsas, refresco, agua, paraguas y molcajete. Fue entonces que a uno de los tipos se le ocurrió hacer ese desagradable sonido de succión que ha sustituido al silbido de antaño mientras se deleitaba con mis apuradas nalgas. Crix, que como dije, venía detrás mío, se topó de frente con ese gesto e hizo lo que cualquier persona armada de un paraguas hubiera hecho. En fin, una vez que hubimos llegado al baño y satisfecho mis necesidades básicas (terriblemente excedidas por el peso de dos bebotes que oprimen mi vejiguita), procedimos a llamar a Karina para ver dónde en el Zócalo estaba ella (de seguro junto a Waldo, el del suéter de rayitas rojas). Nos dijo que en la calle de Donceles, pero no había forma en que yo fuera a caminar hasta allá. Así que tomamos un afortunado taxi. En esta ciudad, se estila mucho que por el desempleo los ingenieros, licenciados, maestros y hasta doctores conduzcan taxi, creo que nos tocó también un Doctor en Género, por supuesto. No habíamos ni avanzado unas cuadras, cuando el reporte vial en el radio indicó que tal calle estaba cerrada por la Marcha. El “doctor” puso una cara de estreñimiento agudo, se llevó las manos a la cara y la cabeza al volante, acto seguido exclamó: “¡Pinches puuuutos! ¡Uno que culpa tiene de sus desviaciones sexuales!” Crix hizo lo propio, le pidió orillarse y nos bajamos sin pagar. Media hora después y tras caminar unas cuantas calles, encontramos un nuevo taxi que nos acercó hasta Madero y de ahí caminamos a Donceles.
Después de comer y esperando que las cinco de la tarde, las cosas estuvieran más calmadas, caminamos al metro. El metro estaba medio cerrado, pero por dentro estaba llenísimo. Karina opinó que Chuy tenía razón y que me iban a sacar el “hueso del aguacate”, o sea, que entre tanta gente me iban a sacar a los hijos. Así que nos salimos y caminamos más. Juro que bien me hubiera valido terminar la Marcha. En fin, que tras varios intentos de tomar un taxi, optamos por tomar un camión que nos sacara del centro y nos trepamos al primero que vimos. Obviamente estaba lleno. El asiento reservado para tercera edad, capacidades diferentes y embarazadas estaba ocupado por una niña. Karina le pidió pararse para que yo me sentara. La niña, más bien adolescente como de trece años, volteó a ver a su padre y le preguntó con la mirada qué hacer. El señor le dijo a Karina que él había hecho fila una hora y la niña no se iba a parar. De ahí Karina le dijo al chofer y éste le contestó que él no se podía meter. Así que ella siguió abogando por mí. Luego Crix le dijo a la madre: “Bueno, ¿que usted nunca estuvo embarazada?” y ella contestó que no era su problema. Crix agregó “pues algún día, esta niña va a estar embarazada y le va a pasar lo mismo”. Karina, Crix y Mafer (otra de las chavas que venía con nosotras) se hicieron de palabras con los señores y la niña y otras tres señoras que se pusieron a alegar hasta que alguien de atrás preguntó cuál era el problema y cuando se enteró me cedió su asiento. Me senté junto a un señor sin piernas que estaba en el suelo y él me contó que cuando usaba muletas nadie le cedía asientos y ahora que usa silla ni lo voltean a ver. Me dijo que mejor se arrumba en el suelo solo, porque nadie lo ayuda. Mientras tanto seguían llegando los gritos de Karina, Crix y las señoras que seguían discutiendo. A Karina le dijeron que no acosara a la niña, que no era su problema y ella contestó que la niña todavía era joven y podía aprender. Crix seguía con el padre y la madre con frases del tipo de “qué le estás enseñando a tus hijos” y “tienes el valor o te vale” al final, Crix estaba con que todo se regresa y la señora no captaba las implicaciones karmáticas. Crix le preguntó: “¿qué va a pasar cuando su hija esté embarazada o cuando su hija esté enferma?” y la señora categóricamente contestó: “Ella tendría la culpa, para qué se arriesga, mejor que no salga de su casa”.
Así pues, la solución para que todas nos sintamos seguras y respetadas es ésa, no hay que salir de nuestras casas, o mejor aún, de la cocina y mi mamá que tanto se cansó en repetirme lo de Juárez, que “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Mentira, la paz es quedarse en la cocina.

2 comentarios:

Akaotome dijo...

Jajajaja parezco una verdulera revoltosa! Qué van a pensar mis amigos de ultraderecha! que ya me volví zapatista?
DISCLAIMER: No agarré al tipo a paraguazos, sino que el se atravesó en la trayectoria de un muy bien agarrado y firme paraguas. Que por cierto, yo portaba, pero esos son detalles. Además, me vi decente, si hubiera agarrado a paraguazos al de los tacos, peligro y se atraganta y me pasa un PALACIO CHINO GATE! Otra cosa en mi favor: YO NO LLEVABA UN MACHETE EN EL MORRAL!!!!!! EEEEH!!!! Aunque la que lo llevaba lo pudo usar en contra del tipo del camión. Una escena tipo Cine Mexicano: Acariciando el mango del manchete: "Y entonces, mi estimado señor... cómo ve si le cede el asiento a la mujer embarazada; tengo muy mal carácter". Pero tampoco queríamos publicidad negativa LESBIANAS TOMAN LUGARES EN RTP A PUNTA DE MACHETAZOS. No sé qué me ofendería más, pero seguro la redacción me tendría vociferando durante quince días.

Carolina Carrillo dijo...

Hola, yo soy Carolina, soy hetero pero respeto la libertad que todo mundo tiene de amar y ser amado. Puede decirse que conozco un poco a Ana de Alejandro dado que he leído sus opiniones en el blog de "Mamás lesbianas y bebé".
Definitivamente en México carecemos de una cultura de respeto. Cuando yo estuve embarazada me tocó viajar en metrobús. Una ágil, delgada e irrespetuosa jovencita se apresuró a ganarme un asiento que había quedado desocupado, les puedo jurar que yo corrí (al menos eso sentía) pero mi panza iba a una velocidad distinta. Yo estaba con una amiga que me había acompañado durante el día en trámites diversos, así que afortunadamente ella pudo correr a ganar un asiento para mí. Un incidente similar me ocurrió en el aeropuerto donde después de un viaje de 10 horas iba a tomar el último carrito para poner mis maletas y una persona intentó ganarme, esa afortunadamente no pudo.
Bajo el pretexto que nos proporcionan frases tan ingeniosas como poco inteligentes como "chinga que el de atrás viene chingando", "el que no tranza no avanza" o la famosa Ley de Herodes hemos dejado de vivir en una sociedad para habitar en una jungla.
PD. Estoy empezando a leerles, espero terminar algún día, así que no escriban tanto je je.