jueves, abril 21, 2011

Entrega No. 14

A veces me pongo a pensar en el estrés, las mortificaciones y tanta cosa por el estilo. Y hago un recuento de mi vida, en particular del 2006 para acá. Creo que mi vida se vio modificada de una manera tan trascendente que no logro poner en la ecuación situaciones ocurridas antes de este año. Creo que sí, tener hijos me cambió y creo que me provocó otras sensaciones y otras preocupaciones. Para mí, el dilema no sólo ha sido el hecho de tener hijos y que estos te cambien la vida, sino que he tenido que conciliar conmigo misma el hecho de haber tenido hijos cuyo único lazo es el cariño que yo les pueda dar y viceversa.
A lo largo de estos 5 años, francamente he tomado decisiones PÉSIMAS. Algunas han sido bastante buenas, algunas regulares y una que otra no ha sido del todo representante de mi más alta inspiración, pero siento que ahora veo la vida con otra perspectiva y a veces me meto un un ciclo vicioso del cual no alcanzo a salir.
Cuando estuve en Houston me tocó hacer una entrevista a una mujer sin papeles, me contó su historia y estuvo muy bonita, muy emotiva y una de las cosas que dijo es que los hijos no te impiden hacer las cosas, sólo te hacen pensarlas más. Y creo que tiene mucha razón. Hay momentos en la vida en los cuales te detienes para pensar dos veces las cosas y terminas haciendo otra porque tuviste que hacer un análisis más detallado de la situación.
A veces me cansa mucho estar metida en tanta cosa y me gustaría simplemente dedicarme a disfrutar la vida, disfrutar que tengo una esposa y un par de hijos y que al menos estoy viva para hacerlo, y precisamente ese pensamiento me hace pensar en que nos encanta colgarnos accesorios y pesadumbres cuando en realidad las cosas deberían ser más sencillas. Veo al trabajo que nos da para comer y al trabajo que nos da fuerza y visibilidad como algo que debe hacerse por distintos motivos, pero pienso que tampoco vale la pena provocarse un infarto o mil disgustos que después de todo son intrascendentes. Me gustaría escuchar mis propios consejos y no preocuparme tanto, pero creo que eso es parte de mi juventud, pensar que la vida se nos va de las manos y que tenemos que hacerlo todo rápido, de prisa y en gran volumen para sentir que no estamos desperdiciando la vida.
A veces, y muchas mamás no me dejarán mentir en esto, ver cómo crecen lentamente los hijos me desespera mucho, me hace pensar que no tengo la misma agilidad y capacidad de acción que antes y que me cuesta más que a los que no tienen hijos o tienen nanas o tienen hijos más grandes. Ya crecerán, me dicen y lo pienso a cada rato, pero a veces no sé si me va a gustar cuando ya no tengan esta vocecita, esta mirada y esta visión de la vida. 
Quiero mucho a mis hijos. Muchísimo. Pero a veces pienso que me meto en camisas de once varas en las protestas, los eventos, los trámites cuando en realidad debería calmarme más y hacer las cosas a paso que dure y no a trote que canse. Pero lo curioso es que después de este pensamiento suelo hacer un recuento de las cosas que hago y no me son suficientes. Cuando Ana se siente así, suelo decirle que es porque no tenemos un sentido de satisfacción porque el día en que estemos conformes con lo que hemos logrado (mucho o poco) dejaríamos de hacer más cosas, pero hay días en que eso no es ningún consuelo.
En lo personal tengo grandes dificultades para sentir que mi vida es productiva si no hago cosas como escribir, estudiar, crear, producir, estar en radio, en viajes, en cursos, etc. Por eso para mí dedicarme en cuerpo y alma a mis hijos ha sido difícil en algunos momentos en los cuales la única (y muy grande dirían algunos) satisfacción es estar creando lazos muy estrechos con mis hijos porque soy la que los baña, los alimenta, los viste, los regaña, los lleva al parque, los lleva a la escuela, los castiga, les cura la fiebre, los lleva al hospital, los lleva al dentista, ETC ETC ETC. Y es muy gratificante por un lado, pero por el otro resulta muy complicado sentir que no se pueden tener las dos cosas.

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