domingo, enero 16, 2011

Un baño de mundo para reflexionar

Hace unos días leí en el periódico EL PAÍS un artículo muy interesante sobre Nobuko Kan, la primera dama de Japón. La personalidad de esta señora debe ser súper magnética, por lo que alcanzo a imaginar. Nobuko Kan es activista y escritora, de hecho, apenas su esposo tomo posesión del cargo publicó un libro con un título chistosísimo que a muchas parejas y sobre todo a muchos mandatarios no les haría la menor gracia. El libro se titula ¿Qué diablos va a cambiar en Japón ahora que tú eres primer ministro? No me imagino a la esposa de Calderón escribiendo algo así, ni mucho menos reprochándole cosas como que no sabe cocinar y tiene mal gusto para vestir.
¿Por qué la prensa internacional ha vuelto la mirada hacia Nobuko Kan? Pues porque ahora mismo sucede un debate nacional en Japón sobre si las mujeres deben/pueden conservar su apellido de soltera. Dice en EL PAÍS:

Las declaraciones de Nobuko aparecen en mitad de la polémica desatada en el país por el pleito presentado ayer contra el Gobierno por cinco mujeres opuestas a la ley que obliga a perder el apellido de solteras al casarse, ya que impone un solo apellido, por lo que son abrumadoramente a las mujeres las que se ven forzadas a adoptar el de los maridos. Los demandantes sostienen que la ley vulnera la libertad individual que garantiza la Constitución.

En 1996, se elaboró un proyecto de ley que daba a las mujeres el derecho de retener su apellido de solteras pero los conservadores lo tumbaron porque consideraron que esta libertad podía minar la unidad familiar.

Las demandantes piden también al Gobierno una compensación de un millón de yenes (9.252 euros) por los "daños psicológicos" sufridos por la pérdida de sus apellidos.


¿Les parece absurdo? A mí sí. ¿De qué hablan cuando dicen que tienen "daños psicológicos" por que sus mujeres ya no llevarán su apellido? O mejor aún, ¿de qué hablan cuando piensan que la unidad familiar está garantizada si es que la mujer no retiene su apellido de soltera?

Cada quien sus costumbres, cada quien sus creencias, pero de cuando en cuando habría que pensar si realmente la presunta estabilidad de la sociedad y la humanidad radica en convenciones y no en nuestra capacidad de ponernos de acuerdo.

Si ese fuera el problema y con eso se resuelven los conflictos de la humanidad, ¡faltaba menos, me cambio el apellido!

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