Ana me mandó un mensajito al celular que decía: las mujeres tenemos seis sentidos, el sexto se llama intuición, pero acá en el norte se llama picudez. ¡Sí, señor! Las mujeres somos bien picudas. Era la definición de María Julia Lafuente, porque aunque todos los días son nuestros días, ya mero era 8 de marzo.
Luego, de esas casualidades de la vida, empecé a leer un artículo que se llama Participación femenina en la Suprema Corte. No supe ni de dónde saqué la revista, se llama Compromiso. Y el subtítulo dice que es el Órgano Informativo del Poder Judicial de la Federación. El artículo dice algo que deben ser buenas noticias, porque habla de la presencia de las mujeres en el poder público y los cambios legislativos en pro de la igualdad. Venía una tabla comparativa del tipo de puesto y cuántos eran ocupados por hombres y cuántos por mujeres en los mandos medios y superiores.
Puesto Mujeres Hombres
Jefe de Departamento 42 74
(Considerable diferencia)
Subdirector de Área 42 72
Secretario Auxiliar de Acuerdos 25 22
(Aquí sí hay más mujeres que hombres)
Asesor 53 74
Director de Área 38 62
(Aquí la diferencia se empieza a apreciar)
Asesor de Mando Superior 15 36
Obviamente el artículo se trata de lo que hemos logrado conquistar a lo largo de la historia de la mujer en México, sobre todo en cargos públicos. Y nos recuerda tres de nuestras figuras más importantes: Sor Juana Inés de la Cruz, Leona Vicario y Josefa Ortiz de Domínguez. Y trae datos que, puestos en perspectiva pueden asombrarnos, como que entre 1910 y 1915 unas alumnas de la Escuela de Derecho de Mérida, Yucatán hicieron una tesis sobre el divorcio y los derechos de las mujeres. Esto es realmente escandaloso, tomando en cuenta que todavía en mis tiempos, en el mundano pueblo de Nuestra Señora de Monterrey, era visto con reservas el hecho de andarse separando y arrejuntando y andar criando hijos fuera de matrimonio.
En realidad, cada derecho que tengo como mujer lo doy por hecho, cuando en realidad es bastante nueva la participación de la mujer como figura jurídica. Resulta que en 1917, en los tiempos de la Constitución que ahora nos rige se otorgó a la mujer casada personalidad jurídica para celebrar contratos, comparecer en juicios y administrar bienes personales, así como igualdad en el hogar con relación al hombre. Así que si de pronto se nos hace como que la mayoría de las mexicanas no saben ni qué onda con su existencia es porque ni al siglo llegamos jugando en las Grandes Ligas. Más tarde, en 1928 nos dieron permiso de ejercer un empleo, una profesión o industria, es decir, poder hacer de nuestra vida un papalote.
Históricamente tenemos una situación innegable, pero no quiere decir que por eso seamos menos capaces de ocupar un puesto gerencial. El mundo está orientado hacia lo masculino y no hay mucha tela de donde cortar, seguirá así por mucho tiempo, porque así se ha estipulado y al no protestar, firmamos de común acuerdo este orden universal de las cosas.
En mis días de estudiante universitaria, odiaba el Día de la Mujer, me parecía una mariconada seudofeminista. Sigo de acuerdo en la parte seudofeminista, pero ya no en la mariconada. Lo que sí me preocupa es que el mundo y la mujer misma permanezca conforme como están las cosas y no se realice un compromiso interno por cambiar algunas actitudes.
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