Mientras esperábamos que llegara el abogado para que ayudara a mi papá llegaron unas patrullas preguntando por Alejandro de Alejandro (aka Alejandro el Desalmado). Me acerqué a donde ellos estaban y pregunté: "¿Qué necesita oficial?" "Andamos buscando a Alejandro de Alejandro" "Aquí no vive ese criminal, ¿para qué lo busca? ¡Es lo mismo que nos preguntamos todos dónde anda Alejandro de Alejandro"...
"Si tantas ganas tiene de encontrarlo, búsquelo en la esquina de los pollos, que allí se junta ese desgraciado...!" Acto seguido los patrulleros que en realidad eran tránsitos se dieron una vuelta y mensearon un rato. Afuera de la casa estaban los Adame, o sea dos tíos de mis primos. Aquí cabe una breve descripción: los Adame son como doce hermanos, más o menos, cada uno más aferrado a su familia que el anterior. Los doce hermanitos rondan entre los 38 y los 60 años. Una de ellas es la madre de mis primos, y bueno, varios de ellos se han ofrecido a negociar para interceder entre mi padre y Alejandro el Desalmado. Así que ese día, estaban afuera de la casa Alberto, el favorito de los Adame para Fernando y Plutarco, es decir cualquiera de los otros. Ellos muy circunspectamente le preguntaron a los tránsitos para qué buscaban al Desalmado, los tránsitos confesaron que venían a recoger una camioneta tipo pick up roja (la de mi papá) mal estacionada en la acera, justo tapando una pequeña porción del hoyo que la retro había dejado en la barda.
Nos pusimos todos aún más frenéticos de lo que ya estábamos. Era evidente que Alejandro esta empezando a mover influencias y que personalmente llamó a tránsito para hacerle más daño a la familia retirando el vehículo. Mi papá se había ido en la tarde a declarar llevándose el Tsuru prestado (el que Crix y yo usábamos cuando éramos repartidoras). Como lo detuvieron por lo del falso robo de las carretillas, un amigo suyo que es mecánico y además su consejero espiritual (go figure!) tuvo que devolverse con el coche a su casa. Mi papá traía las llaves de la camioneta en su llavero, así que nosotros no podíamos moverla y los tránsitos se empezaban a impacientar porque ya querían irse y retirar la camioneta.
El amigo-mecánico-consejero-espiritual-legal-adviser de mi padre regresó con el llavero, pero no con el coche. Ahora bien, como lo de llamarle a Fernando el Bueno fue cosa mía de la que mi padre no se había enterado, el amigo-mecánico-consejero-espiritual-legal-adviser de mi padre no sabía que lo iba a encontrar en la casa, así que él ya pensaba írsele encima a golpes a Fer porque lo tenía confundido con Alejandro el Desalmado. Finalmente alguien movió la camioneta y los tránsitos pudieron irse sin hacernos más daño... por el momento.
Ya muy entrada la noche, se fueron Fernando el Bueno, su esposa y los dos Adames presentes. Nos dejaron solas a Crix, mi madre, Myrna y yo con todo el kínder. Durante la noche, cada que algún perro ladraba (y le recuerdo al público lector que son 30) nos parábamos como locas desaforadas y corríamos con una linterna que tuvo a bien comprarnos Fernando hacia las perreras para ver si alguien se había metido. (En las fotos podemos ver el pic nic nocturno y la barda tirada).
A la mañana siguiente, mi madre se levantó relativamente temprano para ir a recoger el Tsuru al taller mecánico del amigo-mecánico-consejero-espiritual-legal-adviser de mi padre. Crix también se fue muy temprano porque el día anterior, justo a la mitad de su segundo turno, avisó que se tenía que regresar a su casa porque la estaban desalojando, y obviamente en el CNCI la vieron como bicho raro y no le creyeron. Nos quedamos solas Myrna y yo con el montón de hijos, cuando a media mañana me habló mi madre llorando desesperada en el teléfono para decirme que se habían robado el Tsuru. El coche no estaba donde el amigo-mecánico-consejero-espiritual-legal-adviser de mi padre lo había dejado. Acto seguido volví a invocar el auxilio de Fernando el bueno y su fabuloso Adame favorito que siempre lo acompaña (es su socio de la mina). Pasaron a recoger a mi madre en el centro de San Nicolás porque el amigo-mecánico-consejero-espiritual-legal-adviser de mi padre la había metido en un taxi para que fuera ella solita a levantar una denuncia contra Alejandro el Desalmado por lo de la barda para que el hecho no perdiera flagrancia. Total que eso de la flagrancia nos resultó un dolor de cabeza.
Regresaron todos a la casa y nos volvimos a asentar en el picnic junto a las perreras para esperar a mi padre.
Mi padre volvió a la casa como a eso de las cuatro de la tarde. Los dedos, todos negros y feos de donde le habían tomado las huellas y esas cosas. Nos regresó contando sus aventuras. Los otros "levantados" que conoció por allá lo apodaron "el Mike" (dícese maic, de maistro), así que ahora mi padre hasta alias de preso tiene. Venía con un hambre atroz y muy sorprendido de encontrarse con Fernando el Bueno. Es de entenderse que los eventos antes descritos no surjen de la noche a la mañana, son el resultado de muchos otros acumulados. Por lo tanto, también es de entenderse que la paranoia de mi padre, además de un caso clínico es algo bien sustentado. Así pues los días posteriores a "lo de la barda", además de ser el reflejo del estrés post-traumático que todos padecimos, fueron agobiantes cansados y estuvieron llenos de tensión por tratar de convencer diariamente a mi padre de que intentábamos ayudarle y no perjudicarle más ni quitarle "su tesoro" (léase con voz de Gollum enajenado del Señor de los Anillos).
El miércoles, el amigo-mecánico-consejero-espiritual-legal-adviser de mi padre les dijo a Fernando el Bueno y a su Adame favorito que si era necesario el mismo le iba a dar una acalambrinadita a Alejandro, o en su defecto un recordatorio con su familia. Sobra decir que nos indignamos todos.
El jueves nos decidimos a buscar el Tsuru. El Tsuru en cuestión es el coche de la hija del amigo-mecánico-consejero-espiritual-legal-adviser de mi padre (quien a su vez es primo, del vecino del hermano de un juez federal muy importante y por eso es que mi padre valora tanto su consejo). El amigo-mecánico-consejero-espiritual-legal-adviser de mi padre le prestó el coche a mi papá y luego se lo cambió por doce monedas y un Neón negro sin motor que mi padre tenía en la cochera. Así fue como nos hicimos de ese vehículo que en tantos problemas nos metió (en total Crix y yo chocamos con él cinco veces, incluídos un trailer y un auto rojo 2007 cuyo modelo ignoramos). El coche está saladísimo, por lo que no me sorprendió que se lo hubieran robado. Pero el amigo-mecánico-consejero-espiritual-legal-adviser de mi padre estaba convencido de que Alejandro lo había mandado robar para tirarlo en un deshuesadero o en el peor de los casos dejarlo con droga plantada para meter en más líos a mi padre. Como el coche estaba a nombre de su hija iba a ser ella la perjudicada en caso de que esto último fuera cierto, por eso él estaba tan dispuesto a hacerle una visita de negocios a la familia de Alejandro el Desalmado.
El favorito de los Adame de Fernando el Bueno sugirió que fuéramos al corralón de San Nicolás (lugar donde tránsito de este municipio deposita los coches retenidos) para ver si allí estaba el Tsuru. ¿Y qué creen? Pues sí estaba. Ahora teníamos que pagar las multas y sacarlo. Pro los Adame tienen contactos y conocidos y demás cosas. Así que fuimos con el Presidente Municipal, que nos remitió con el secretario de no-sé-qué, quién a su vez nos envió a la dirección de tránsito. Allí en la dirección de tránsito un espíritu maligno poseyó a mi padre. Al menos eso preferimos pensar para no enfrentar el hecho de que hizo acopio de sus peores modales y le dijo a un fulano importante que estaba coludido con Alejandro el Desalmado. Más adelante, en la oficina del director de tránsito, ya que había accedido ayudarnos, se medio trepó a su escritorio para proferir insultos en contra de mi primo.
Ahora imaginen a un señor gordo, bigotón y bastante desaliñado que dice que entrena a los perros del general Francisco Villa (da la triste casualidad de que sí hay un general Francisco Villa en la policia municipal de Guadalupe y que sí le entrena los perros, pero suena tan poco veraz). Bueno, ahora imaginen a ese señor gordo, bigotón y desaliñado, que entrena perros trepado en un escritorio profiriendo insultos contra un sobrino suyo por un delito no comprobable. Y he allí por qué Alejandro el Desalmado se salió con la suya cuando en la denuncia de las carretillas agregó como agravante de delito que Javier el Loco padece sus facultades mentales.
Muy apenados, salimos de tránsito el Adame favorito, Fernando el Bueno y yo arrastrando a mi padre como niño regañado. Y sin coche...
Pero, no se pierdan el siguiente capítulo de esta apasionante historia y entérense de cómo Ana se enfrentó a la madre de Alejandro el Desalmado.
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