Vuelta a la vida diaria

Conforme el tiempo pasa es maravilloso ver cómo crecen y maduran nuestros bebés. Cada día hace más cosas de niños y menos de bebés. De pronto un día Diego aprendió a llevarnos un juguete y alzando sus manitas lo ponía en las nuestras para que se lo prendiéramos. Santiago le lleva el vasito entrenador a su abuela para que se lo rellene con leche de arroz. Ambos bailan y aplauden y cantan cuando les ponemos su programa favorito que es Hi-5. Santiago pide que lo subamos a la carriola cuando quiere tomar su siesta. Diego se escapó ayer para ir a los columpios del parque y Santiago lo fue siguiendo en complicidad. El sábado le regalamos a un amiguito de los bebés un chunche que sirve para comer finger food y Santiago se lo arrebató "para enseñarle" cómo sacar la comida del platito (por supuesto que sólo era con fines didácticos, no es que mi hijo sea ladrón de comiditas ajenas...). Diego canta el pío-pío, luego el tapa-tapa y luego lalalá. Corren y juegan a las pseudo escondidas y al atrápame si puedes. Conviven con otros niños. Es maravilloso verlos crecer.

Y más lindo resulta ver cuando hacen cosas que no esperábamos ver. Hace una semana una perra de mi padre tuvo cachorritos. Los niños no se perdieron el parto. Desde su carriola se desgañitaban por ver cómo iban naciendo los perritos. Santiago daba grititos de ansiedad y estiraba sus manitas. Diego pedía insistentemente un perrito. Cuando les acerqué finalmente un perrito, con sumo temor de mi padre que pensaba que lo iban a apachurrar, Santiago lo tocó con una manita, dio un grito de alegría y se echó para atrás. Luego, Diego agarró al perrito por la panza y ante sorpresa de todos lo besó, lo abrazó y lo arrulló. Mis bebés estaban en éxtasis con los cachorritos nuevos. Les gustan tanto los animalitos y es muy bello darme cuenta que son personitas con tanta sensibilidad por la vida.