Y finalmente... ¡La crónica! Sí, señoras y señores lo que ustedes tanto estaban esperando, la muy mentada crónica de la primera fiesta de cumpleaños de los bebés más bellos, o sea los nuestros...
(Bueno, la verdad es que estoy aprovechando que mi padre no está para poder escribir un poco. Don Javier está emprendiendo una lucha encarnizada en contra de este blog y de cualquier intento de visibilidad por parte mía y de Criseida, así que espero que entiendan el porqué de nuestras prolongadas ausencias....)
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May I have your attention please?
Bueno, eso fue lo que alcanzó a escribir Ana el 12 de octubre, antes de caer fulminada por una extraña enfermedad que atacó a todos los miembros de esta familia, excepto a mí, Criseida, que he intervenido por mandato de Ana este olvidado post.
¿Qué les puedo contar acerca de la fiesta? Pues nada, pasamos un rato ameno en compañía de muchos y muy queridos amigos. Ana les dijo a los animadores que había dos mamás, así que cuando pidieran la presencia de los progenitores tuvieran muy presente el detalle. A mí me estresó, porque yo soy una estresada por naturaleza, pero no hubo mayores incidentes al respecto.
El día 10 para mí empezó prácticamente a las 6:30, cuando me encontré con Ana y los bebés en el salón de fiesta. Cabe aclarar que no fue un lujo sino una necesidad, puesto que no íbamos a obligar a la gente a romper la piñata mientras decenas de perros saltan con singular alegría para alcanzar los dulces. Santiago estaba muy feliz, Diego estaba un poco malhumorado y quería que nada más yo lo cargara... al final terminé encomendándolo a los brazos de la abuela, porque hay que ver lo que pesa Diego... más que verlo, sentirlo. Santiago estuvo de rock star todo el tiempo y roló de mano en mano como se puede apreciar en las fotos del pasado post.
Entre los presentes estuvieron amigos de toda la vida, los abuelos y en mi caso, tuve la fortuna de que dos antiguas amigas atendieran a mi invitación. En primer lugar, una amiga de la prepa que por cosas de la vida se enteró de mi historia y hasta leyó el reportaje que nos hicieron en EL SOL antes de que yo le dijera. En segundo lugar, asistió una compañera de la secundaria!!!!!!! Bendito Facebook!!!! Envié una invitación a los compañeros que tuvieran hijos y que de pronto recibo una notificación de que asistiría y ZAZ que llega al salón en compañía de su mamá. Fue la invitada que más shock me causó por los motivos expuestos en entradas anteriores. Pero bueno, la vida no deja de maravillarme.
Es cierto que Diego y Santiago poco se enteraron del festejo, pocas nociones tienen sobre la fiesta y su significado y toda la parafernalia alrededor, pero era una celebración necesaria puesto que ha sido un arduo camino conseguir que estuvieran con nosotros. Hay una festividad en la Ciudad de México que se hace a los niños de 3 años porque popularmente es considerada la edad en la que "ya la libraron", es decir, han sobrepasado la fragilidad de los primeros años de vida. Ana, unos días antes del evento preguntó al aire si era justificado tanto bombo y platillo. Myrna le contestó algo similar: hay que festejar la vida.
Yo disfruté la fiesta. Me agradó cada uno de los detalles, incluso el show apestoso y el concurso típico de quién va a ganar, los niños o las niñas. Me concentré en recordar aquellos días cuando con rutinaria y disciplinada disposición iniciamos el tratamiento, cuando escogimos los nombres, cuando supimos quién era quién y yo religiosamente les leía una fábula por las noches. Me concentré en recordar a Ana empeñada en sacar el proyecto adelante, enfocada a ahorrar, a pelearse con todo mundo para estar preparada para el embarazo. Me concentré también en la espera, en todo lo que soñamos para este par. Es cierto, los planes no han resultado como esperábamos, pero ésa no es una razón suficiente para no festejar "el milagro de la vida". Durante este año he aprendido menos cosas de las que podría, pero puedo estar segura de que he ido recolectando experiencias y voces que me hacen tener un pensamiento más enfocado hacia el aprecio, al agradecimiento. Y a quien más tengo que agradecer es a Ana, una mujer de armas tomar.
Hace poco leí en el blog de Santiago Roncagliolo que hablaba de un amigo así:
Santiago Vaquera es uno de esos amigos que no quieres perder. Si te casas, atraviesa el océano para asistir. Si llegas a EE. UU., conduce seis horas para buscarte en el aeropuerto, y otras seis de regreso contigo. Estoy seguro de que, si me perdiera en lo más profundo del Sahara, llamaría a Santiago y él vendría a rescatarme en su Mini verde. Eso es amistad.
Ana es así. Es una de esas amigas que no quieres perder porque atravesará océanos, conducirá seis horas y hasta te buscará en lo más profundo del Sahara. Pero más que nada, Ana es la mujer a la cual no quiero perder porque su amor es tan intenso que en un arrebato viajó 24 horas seguidas en un autobús pollero para buscarme en Ciudad Juárez...
Con Ana puedo pasar horas en una banca, en cualquier lugar, nada más platicando, viendo a la gente pasar. Puedo hacer y deshacer planes y no importa porque ella siempre querrá ir a donde yo vaya y sonreirá y le bastará con verme sonreír. Con Ana puedo soñar despierta acerca de nuestros viajes pendientes y los países en donde viviremos luego. Y me dirá: "por qué no escribes sobre mujeres, porque no escribes sobre ti y sobre mí", yo le diré: "No, tú no entiendes las cosas", pero en el fondo sé que las entiende mucho más y yo solo le estoy haciendo al tonto, tomando el camino largo para llegar a la misma conclusión.
Yo no le digo lo suficiente que la quiero, que está en mí muy dentro, muy pegada a los huesos, a la sangre, a la esencia de mis palabras. Yo no le digo lo suficiente palabras vibrantes, apuradas, urgentes. Yo no le digo tan fácil, mira, sucede que el amor se siente todos los días y yo lo vivo cuando te abrazo en la oscuridad en la anónima y somnolienta caricia. En sí, nunca será suficiente el agradecimiento, el despojo de vanidad, el cobijo de sí misma para mis hijos.
Wow!
ResponderBorrarQué lindo que escriben y feliz cumple mellis!!!!!
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