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miércoles, julio 04, 2007

Pequeñas tragedias

A veces me pongo a pensar en las pequeñas tragedias de cada día. Pienso en que la vida para Santiago y Diego debe ser muy fácil porque tienen a sus dos mamás y su abuela y su abuelos que les cumplen todos sus caprichos y cubren todas sus necesidades. Y sin embargo, ellos aún no saben que tienen el mundo en sus manos. Hoy Diego se puso a llorar porque se le acabó su galleta, a Santiago siempre le pasa. Se asustan porque ya no hay, y ellos sencillamente no comprenden que es muy fácil sacar otra del paquete y empezar a comer de nuevo. Cada pequeño paso es una hazaña. Cada tropiezo, una tragedia.
Será que nos pasa lo mismo a los adultos. Hoy me siento particularmente perdida en una inmensidad. Siento la terrible certeza de que sólo soy un granito de arena perdido en la inmensidad de una playa infinita. Siento que me quedé sin ngalleta y que nadie me va a dar NUNCA MÁS una galleta nueva.
Ayer, después de un par de años, mis papás vendieron la que fuera nuestra casa por muchos años. Ya no vivíamos allí porque le entró la necedad hace siglos de vivir en la casa de su mamá. Como quiera la sentí como una terrible pérdida. No era el interés de vivir allí, ni si quiera el hecho de que mis hijos algún día la heredaran, sino el hecho de saber que le pagaron a mi padre menos del 75% de su valos comercial.
La casa la compró el abogado de mi papá. El hombre que supuestamente debe defenderlo es el que lo animó a hacer un trato bastante malo. Por eso a veces me siento tan desamparada. Siento que las personas que deben defendernos y protegernos terminan siendo tan malas como las que intencionalmente nos hacen daño. Y bueno, termino siendo la protagonista de una peli bastante chafa en la que hasta el perro puede ser espia del enemigo. ¡Por Dios! ¿En realidad las personas normales tienen enemigos?
Hasta las pequeñas tragedias terminan convirtiéndose en episodios para llorar... ¡de la risa!
En fin, a lo hecho pecho y ahora hay que ir a sacar los muebles viejos que teníamos guardados en aquella casa. Lo único bueno es que mi padre quiere contratar a alguien que le ayude en el mantenimiento de los perros... lo malo es que ya tiene dinero para comprar más perros... Me conformo con ser un granito, pero, ¿me puedo cambiar de playa? ¡Quiero una galleta!

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