Este artículo salió el día de hoy en el periódico EL PORVENIR, en la sección AGORA. Me siento muy agradecida con la editora por haber incluido esta colaboración.
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El oficio de ser madre
Por: Criseida Santos Guevara, Domingo, 13 de Mayo de 2007
El desayuno en la cama con tostado francés y jugo de naranja recién exprimido, una gerbera en un vaso, un intercambio de tarjetas alusivas al Día de las Madres...
El desayuno en la cama con tostado francés y jugo de naranja recién exprimido, una gerbera en un vaso, un intercambio de tarjetas alusivas al Día de las Madres, un breve paseo por el parque tomando el fresco de la mañana y tomadas de las manos, un almuerzo en un restaurante lindo, flores, chocolates, una larga pausa para ir al trabajo y en la noche, un envoltorio con moños, globos y adornos de color pastel; el escenario perfecto para la celebración.
Sin embargo, en mi caso, en nuestro caso, el festejo fue mutuo.
Ana y yo, después de dos años de relación, decidimos someternos a un proceso de reproducción asistida en el que, para no hacer el cuento más largo, nos vimos bendecidas por la llegada de dos varones a nuestra vida: Diego y Santiago, que precisamente este 10 de mayo pasado, cumplieron 7 meses.
Era nuestra primera celebración de la madre con los bebés. El primer día en que, por vuelcos extraños de la vida, yo, una mujer de lo más desapegada a las festividades y lugares comunes, y ella, una mujer ávida de pretextos, rituales y fechas importantes, coincidíamos en un motivo común para festejar: nuestra maternidad.
La emoción fue intensa y el día especial. Hay días, la mayoría, en que mi vida pasa como la de cualquier madre y no me siento diferente a ninguna por ser una madre lesbiana.
Hay otros, sin embargo, en que mi vida es diferente. Yo no estuve embarazada, a mí no me quedaron marcas ni estrías, a mí nadie me cedió el asiento durante la gestación, ni hubo quién se preocupara por mi alimentación en esos ocho meses que tardaron en nacer Santiago y Diego.
Como quiera soy la mamá de mis hijos, los amo, los quiero y los cuido como cualquier madre cuida a sus bebés.
En algunos aspectos no es nada diferente a la experiencia de una madre adoptiva.
Sin embargo, sí es diferente. Una madre adoptiva queda reconocida como única madre de su bebé, no tiene otra mujer con quien compartir día a día el maternaje.
A nosotras cuando vamos en la calle con los niños suelen preguntarnos constantemente “¿Quién es la mamá?” Casi siempre alguna contesta “Yo”.
No solemos contarle a los extraños toda la historia, tomaría mucho tiempo contárselo a cada persona que se acerca a tocarles la cabecita para “no hacerles ojo”.
La gente suele dar por hecho que sólo una puede ser la mamá. La otra invariablemente tendría que ser la tía, la madrina, la amiga de la mamá, la abuelita, la prima, la vecina o la nana.
Casi nadie es tan suspicaz como para deducir que son la mamá y su novia, y mucho menos que las dos son las mamás.
En nuestra sociedad estamos acostumbrados a pensar en términos de una maternidad indivisible.
Madre sólo hay una. Si hubiera otra mujer involucrada en la crianza tendría que ser una tía solterona, una abuelita o una terrible madrastra incapaz de superar a la madre.
Quizá por alguna buena suerte podría ser una madrastra tan buena como para ser casi una segunda madre, y la palabra clave es casi.
Ante el INEGI, Ana es madre soltera y yo, si acaso seré la compañera que cuida de los hijos.
En el súper me han tomado por nana, por hermana de Ana, por cuñada de Ana, por prima de Ana, y por no sé qué.
Una vez una señora incluso se atrevió a cuestionar que fueran míos cuando después de la consabida pregunta le dije que lo son.
Para qué preguntan si luego no me creen. Y, sobre todo, ¿acaso saber cuál de las dos es la mamá hará una diferencia significativa en la vida de quien pregunta? ¿Eso influirá en si los niños son más bonitos?
En mi trabajo casi nadie sabe que soy mamá. Antes de mi penúltimo trabajo me ofrecieron uno muy interesante y con muchas oportunidades de desarrollo.
Estaba ya cubriendo todos los trámites para entrar, incluso me habían dado ya la fecha probable de inicio y la seguridad de contratarme.
Sólo faltaba llenar unas formas y firmar el contrato. En las formas venían preguntas como número de hijos y sus nombres.
Nombre del esposo y otros familiares. Yo puse los nombres de mis hijos. Me pidieron sus dos apellidos y yo los puse.
Pero allí se dieron cuenta de que los apellidos de mis hijos no coincidían con los míos.
Me pidieron quitar sus nombres para evitar “problemas administrativos”, unos días después me dijeron que la vacante se había cerrado.
Para mí el Día de las Madres fue un motivo de júbilo y de reflexión. ¿Cómo lograr celebrar un día que parece estar reservado para las que “tienen motivos”? Yo soy la mamá, aunque no lleven mis apellidos.
Yo soy la mamá, aunque no me dejen pasar a la unidad de cuidados intensivos por no estar acreditada como progenitora.
Yo soy la mamá, aunque no los haya parido. Yo soy la mamá, aunque no pueda hacer trámites en su nombre.
Yo soy la mamá, aunque no tenga su custodia legal. Yo preparo comidas. Yo me despierto en las noches.
Yo los cuido cuando están enfermos y hablo con los pediatras.
Por su puesto, me hubiera encantado un muy tradicional Día de las Madres, pero la nuestra no es una relación tradicional.
A mí no me dieron el día, como seguramente no se lo dieron a muchas mamás incluso aunque sus patrones sepan que tienen hijos.
A veces, las lesbianas estamos en una doble o triple desventaja. Sufrimos discriminación por ser mujeres.
Sufrimos discriminación por ser madres. Sufrimos discriminación por ser lesbianas. Esto en ocasiones lleva a una vida económica más difícil y por ende a una cantidad limitada de festejos.
Mi Día de las Madres, sin embargo fue interesante y bonito. Desperté junto a la mujer que amo.
Nos regalamos un abrazo muy fuerte. Nos felicitamos mutuamente. Atendimos a los bebés.
Felicitamos a mi suegra. Sentimos una mezcla de miedo y emoción ante la posible reacción de nuestros vecinos y conocidos por lo publicado.
Me fui al trabajo y regresé muy noche porque tengo un turno vespertino. Sin globos, ni mariachis, ni mañanitas, ni pasteles.
Igual que muchas otras mamás, que no se pueden dar el lujo de dejar de trabajar porque de ellas depende la economía familiar.
Para mí, ser madre lesbiana es un reto, pero divertido; difícil, pero gratificante y a pesar de la discriminación, vale la pena.
Siempre es un placer leerte. Enhorabuena ;) :D
ResponderBorrarmuchas veces he pesando que esos niños seran lo mas afortunados y cuando crezcan ellos se sentiran complemente orgullosos de tener unas madres como ustedes y creanme nadie los va a amar como ustedes felicidades:)
ResponderBorrarHola Chicas, acabo de leerle la reseña del día de las madres a Jesús y no pude dejar de conmoverme profundamente y terminar con la voz cortada. Las admiro tanto, por su lucha y su ánimo, porque siempre hay un lado bueno a pesar de todo.
ResponderBorrarQué les puedo decir, FELIZ DIA DE LAS MADRES.
Cris, Ana: Un abrazo primero que todo, para ustedes y para sus dos pequeñuelos que están enormes. Gracias por compartir el valor de todo lo que implica asumir su realidad. Respeto y admiro su capacidad para sobreponerse a tantos fantasmas y a tantas dificultades reales que presenta este mundo.
ResponderBorrarLes mando una sonrisa también con la ilusión de que un día vivamos en sociedades más comprensivas, menos egocéntricas, menos ensimismadas abiertas a la sensibilidad.
Y un beso a cada una y otros dos a los chiquitines.