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lunes, febrero 12, 2007

El género ya pasó de moda

Una de las cosas que me hubiera gustado hacer en aquellos días de mi estancia en la Ciudad de México es haber entrado a la maestría de Estudios de la Mujer de la UAM. No lo hice porque, la verdad, siempre se me pasaba la fecha de admisión, que era cada dos años y además, una debía entrar con un proyecto de tesis en mente y nunca se me ocurrió ninguno. Mis amigos tenían varias posturas, dos de ellas radicales y detractoras. Algunos (más bien algunas) decían que para luchar, comprender, hacer activismo o investigar no hace falta entrar a una universidad ni tener un título que diga que lo eres o que al menos entiendes un poco y estás licenciada para transmitir y aplicar el conocimiento en cuestión. Otros por su lado, aseguraban que los estudios de género, y más en este caso, los de la mujer, estaban ya pasados de moda, puesto que la Academia había disertado hasta el cansancio y habían trascendido a otras cuestiones más importantes para el mundo actual.
A partir de esto, mi mente no ha dejado de pensar en esta cuestión. Digo o, cómo sería posible que los estudios de género hayan pasado de moda, no digo en el mundo, sino en un país como éste donde, hasta la fecha, no hemos podido votar una mujer para presidenta pese a que el proyecto de trabajo es interesante e inteligente (ver Cecilia Soto, Patricia Mercado).
El género en la literatura
Cuando le dije a un amigo mío que de ahora en adelante iba a escribir pura historia lésbica, me dijo con tranquilidad que estaba muy bien, sin embargo, tenía que entender que el riesgo de eso era que mi literatura iba a ser de ghetto. Luego en SOGEM, donde estuve dizque estudiando, en una de las clases, al maestro que era Eduardo Antonio Parra, se le armó una trifulca porque no había mujeres escritoras en la lista de lecturas. Él, después de mucho pensarlo, se dignó a incluir a Virginia Woolf, la otra, la mexicana, Castellanos, no valía la pena... de hecho ninguna mujer. Y luego, tuvo a bien hacer su disclaimer que consistía en disculparse, pero no es que él fuera misógino, no, incluso él sí leía mujeres y cuando algunos amigos, esos sí bien misóginos, le preguntaban qué estaba leyendo, al escuchar su respuesta le decían "pero para qué pierdes el tiempo, habiendo tanto libro bueno". A pocos les causó gracia. Yo nada más me quedé pensando en lo que alguna vez aprendí en la carrera: "el problema de la escritura femenina es que está muy estancada porque las mujeres todavía andan descubriendo el hilo negro, andan con la escritura con el cuerpo y situaciones feministas como que el marido las deja y no saben qué hacer con su libertad". Debo reconocer que hay mucha literatura en este tenor, pero, ya sea buena o mala, habría que leerla y que darle un poco de valor al momento social. Desde luego, parte del disclaimer de Parra fue decir que después de todo, no era tanto que a los hombres les molestara la literatura de mujeres (para mujeres), sino que a éstas mismas les chocaba y privilegiaban a los hombres al comprar más libros de ellos que de ellas. Parte cierta, claro. Pero mucha de esa parte tiene que ver con nuestra estructura mental, moldeada por años a un tipo de discurso, mismo que dicta qué cosa es universal o qué no.
El género y la vía pública
Ahora que trabajamos como repartidoras de enseres computacionales, nos ha tocado vivir una de las caras de la moneda. Para empezar, la computación es un negocio que le va muy bien a los hombres, o al menos eso piensan ellos, porque por cada veinte que llegan a recoger algún pedido con provedores, llega una mujer. La cosa se complica cuando madres de familia o secretarias se enteran de que esa señora que toca la puerta y que espera paciente su turno, no es la comadre con quien puede cotorrear, no, sino es la que viene a recoger un CPU o la que viene por una laptop que no funciona y que anda en un Tsuru chocado recientemente dos veces. Todos los estableciemientos que venden equipo de cómputo, todos, sin excepción tienen un estacionamiento anca la chingada y es un desorden de pe a pa, por eso, cuando los guardias ven que una mujer viene al volante se esfuerzan por parecer agentes de tránsito y detienen a todo mundo para que, ya sea Ana o yo, podamos estacionarnos a nuestras anchas. Le pregunté a Ana su opinión al respecto y me dijo que no era por amabilidad, sino por paternalismo. De manera que, si manejas bien, de todas maneras "te ayudan" y si manejas mal te compadecen, pero el punto es nunca pasar desapercibida. El marido de Myrna es taxista y opina que en resumidas cuentas, las mujeres son más precavidas, por eso manejamos despacio y fijándonos más. El papá de Ana, cuando se atora en el tráfico o debe hacer alguna maniobra ocasionada por algún conductor, se asoma y si ve a una mujer dice: "clásico, es mujer".
El género y las labores domésticas
Mi padre, que era un santo, siempre defendía el derecho de la mujer de trabajar, estudiar y realizarse fuera de casa. Pero, si se me ocurría bajar un poco el promedio, le decía a mi madre de un humor pésimo "para qué la mandamos a la escuela, mejor que se quede en la casa lavando trastes". Me ponía mucho gorro con levantarme a hacerle el almuerzo y lavar mi ropa para que mi madre no se cansara. Y cuando, osada yo, les decía que estaba ocupada con asuntos de la escuela, que por favor le pidieran a mi hermano suplirme, mi padre huía con su madre y mi mamá se deshacía en excusas, de que mi hermano, pobrecito, tan cansado que andaba de estudiar, porque aunque cursamos la misma preparatoria, pues los hombres se cansan más en la escuela y porque ultimadamente necesitaba reafirmar su personalidad e identidad masculina a fuerza de no mover un solo dedo.
Mis padres no son, en este aspecto, nada del otro mundo, pues creen firmemente que el hogar y su funcionamiento interno dependen de la mujer y todo lo que tenga que ver con el exterior son cosas de hombres. Y que, si por alguna ambición extraña, la señora de la casa decide trabajar o estudiar o hacer algo fuera, deber cumplir muy bien adentro, porque no se puede andar descuidando algo tan importante como la familia.
El género y la vida sexual
No conozco a nadie, pero a nadie que se haya esperado a casarse para tener vida sexual. Bueno, sí conozco a una, pero todo mundo sospecha que se está guardando para hacer una subasta en Las Vegas y salir de pobre. Sin embargo, todo mundo se sordea cuando de pronto alguien se embaraza y procede a casarse o a tener el niño o a no tenerlo. Por qué a la gente le encanta andar fingiendo no sé. Pero para mis tías es muy chistoso que mis primos anden de cabrones por el mundo, dejándose manosear, sin embargo, con mis primas se ponen cual generalas y dicen la muy melodramática frase: "ay de ti si me sales con tu domingo siete". Lo chistoso del asunto es que mis primas se lo creen y andan con el estrés a lo que da, con la conciencia bastante alborotada pensando que se están portando muy mal por no obedecer a su mamá.
Romper con este imaginario cultural para una mujer mexicana promedio implica una fuerza absoluta, porque no es cosa de todos los días encontrar hombres y en nuestro caso, mujeres, que tengan una visión del sexo menos estrecha que la mayoría. Yo, confieso, en teoría entiendo los impulsos personales, pero en la práctica, como diría Jorge Negrete, ah Chihuahua...
En pocas palabras, el género es algo de lo que no podemos liberarnos tan fácilmente porque es una de las construcciones sociales más fuertes en el mundo. En algunas partes se ha podido desestructurar un poco la rigidez con que solíamos ver, como humanidad, el comportamiento de las personas. En algunas regiones, como es el caso de México, hemos estado bastante ocupados tratando de resolver otros problemas que consideramos más importantes. Pero, el hecho de que tengamos cuentas pendientes en otros ámbitos no deja de lado la urgencia que tenemos de crecer en este aspecto y, desde luego, no quita que estemos en condiciones bastantes precarias. Por eso, creo firmemente que los estudios de género apenas empiezan en lugares como éste y que no han podido pasar de moda, porque ni siquiera ha empezado el cuestionamiento de los roles, ni se ha logrado una reflexión más amplia y generalizada.

1 comentario:

  1. Decir que los estudios de género han pasado de moda es otra forma de machismo. Y esta, encima, les ha salido barata, porque han tenido que esperar muy poquito. Demasiado poquito.

    ¡No dejemos que nos convenzan!

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