Cuando una mujer se casa, la sociedad asume que muy pronto empezará a tener hijos. Si esto no sucede algo debe andar mal, pero dentro de lo "normal" ya que eventualmente los tendrá. Cuando los hijos no llegan porque el matrimonio en cuestión no los busca la sociedad encuentra difícil entender a una mujer que ha decidido no ser madre. Después de todo, el argumento es que "una mujer está diseñada para ser madre". Todas aquellas que se salen de la norma patriarcal heterosexista son cuestionadas irremediablemente. Algunos más "open minded" respetan y celebran la búsqueda de la mujer por su realización profesional, pero cuestionan la realidad de una realización total si no se ejerce la maternidad puesto que una mujer que no es madre no se está realizando al 100% en todas sus capacidades. El tema de la maternidad como una opción es para muchos algo inaceptable.
El punto clave, sin embargo, para una maternidad exitosa es la posibilidad de que sea opcional. Cuando una mujer ejerce su capacidad de elegir y en efecto elije ser madre, ella está decidiendo echarle ganas, todas sus fuerzas y recursos a la maternidad. Una mujer que no elije sino que se ve arrastrada a ser madre es más probable que se sienta atrapada en una situación para la que no tuvo o tiene alternativa.
La maternidad cuestiona constantemente, ser madre es una actividad de 24 horas, 7 días a la semana que no da tregua y que a cada momento prueba los límites, la paciencia y las capacidades de la mujer que la ejerce.
Para quien el concepto de maternidad no se lleva con el de la elección por temor a abortos innecesarios, la única posibilidad es aceptar la maternidad como una carga ineludible. Es gente que no se pone a pensar que si con ganas de hacerlo es difícil y a veces una quiere claudicar, por obligación debe ser una condena. Las mieles de la maternidad son un mito, la realidad es una joda, aunque con muy bonitas recompensas.
Por eso sostengo que la opción es la clave del éxito. Además, hay que tomar en cuenta todas las presiones sociales acerca de cómo debe ser una madre perfecta. Por ejemplo, una madre perfecta debe ser muy cariñosa, siempre estar disponible, tener unas sorprendentes habilidades culinarias, un excelente buen gusto en el orden, una extraordinaria capacidad para higienizar y sanitizarlo todo y por supuesto, ser heterosexual.
La madre lesbiana cuestiona muchos parámetros sociales, cuanto más la lesbiana madre. Al ojo poco entrenado eso le parece igual, pero son conceptos un poco distintos. La madre lesbiana es aquella que tras llevar una vida heterosexual de la cual resultaron hijos, descubre un día su atracción sexo afectiva hacia otras mujeres y se declara lesbiana. La lesbiana madre es aquella que ya era consiente de su lesbiandad antes de decidir ser madre.
La madre lesbiana cuestiona porque a algunas personas les parece increíble que una mujer que "ya probó hombre" y hasta tuvo hijos, encuentre más placentera la relación con una mujer. Además, les parece increíble que se le olvide a esa mujer que su rol como madre "es más importante" y que por lo tanto no debería salir del clóset a "costa de sus hijos", ya que ellos son más importantes y valen cualquier sacrificio de ignorarse a una misma para no someterlos al "estrés inecesario" de tener una madre lesbiana.
La lesbiana madre los cuestiona porque creen que ser lesbiana equivale a "odiar ser mujer" y por lo tanto, odiar la función "más importante" de ser mujer que es convertirse en madre. Las personas que piensan así, tienen todo enredado. Ser lesbiana no se trata de odiar ser mujer (aunque haya algunas lesbianas feministas acérrimas que así lo proponen como reacción al constructo heteropatriarcal de "mujer"), ser lesbiana se trata de poder elegir lo que te gusta como ser humano, romper con lo que la sociedad pide; es salirse de los usos y costumbres de la expresión binaria de lo heterosexual. Y como no se trata de odiar ser mujer, tampoco se trata de odiar la idea de la maternidad, sino de construir una maternidad alternativa, alejada del maternaje que nos inculca ser una, única, irrepetible e irremplazable servidora del vástago (que de preferencia ha de ser varón, para que valga la pena la experiencia). Es decir, que las lesbianas madres nos damos permiso de construir una alternativa de familia donde lo importante no es el género sino cada persona en sí.
Sin embargo, algo muy extraño sucede en el camino de esta construcción: algunas nos sentimos culpables. Llega un momento en el que todos los ideales se desbaratan y ya en persona, ante un hijo tangible que no se alimenta de ideas ni convive con una sociedad iluminada, nos entran todas las dudas. ¿Seré capaz de ser madre? ¿Tenía razón la Tía Angustias? y soy una irresponsable por creerme que yo sola iba a cambiar el mundo? ¿Dejará de sonreír esta amable viejecita que me topé en el súper en cuanto se entere que la mujer que me acompaña no es la nana, ni mi hermana, sino mi pareja, la otra madre de mis hijos? ¿Estoy loca por atreverme a ser diferente?
Y junto con la culpa y las dudas viene una irremediable necesidad de demostrar que no solo somos buenas madres, sino que somos la "mejor" madre. Somos madres perfectas, ¿Pero qué hace a una madre perfecta? Nos esforzamos por hacer todo lo que diga el pediatra para que no digan que somos malas madres. Nos sentimos juzgadas a cada paso y con cada acción que tomamos. Se nos olvida que a todas las mamás, heterosexuales o no, primerizas o no, el mundo entero las cuestiona: ¿Segura que le estás dando bien de comer? ¡Tápale la cabeza! ¡El niño tiene hambre! ¿Y tu pediatra está de acuerdo con eso (la marca del pañal, la postura en la que duerme, el gato en la casa, etcétera)? Las preguntas y sugerencias nunca terminan y una se sigue esforzando por ser una súper mamá para que no pongan en tela de juicio las propias capacidades y el hecho de ser lesbiana.
Pero la gente lo va a seguir cuestionando. Y es que el punto no es ser o no ser lesbiana, sino que cuando hay un bebé o un niño pequeño de por medio todas somos mejores madres que la madre del niño y cuando nos toca a nosotras, también somos cuestionadas. Sin embargo, sentimos tanta presión social que estamos decididas y convencidas en demostrar que sí podemos se la súper mamá hiper perfecta non plus ultra. Es un caso tan frecuente que amerita una mención especial en el libro Madres Lesbianas.
Es necesario que las madres lesbianas y lesbianas madres asumamos que aunque nuestra postura política y nuestra situación social sean diferentes, nuestras preocupaciones como madres son casi las mismas que las de cualquiera y por lo tanto no necesitamos pararnos de pestañas para demostrar nuestras capacidades. Nuestros hijos nos van a querer, pero nos van a cuestionar como cualquier hijo a su madre.
También debemos entender que no podemos pretender la aceptación de todo mundo. Quien lo comprenda y acepte qué bueno, y quien no, ni modo. La sociedad siempre va a tener exigencias y expectativas que no siempre podremos cumplir, pero nosotras debemos ser fieles a nosotras mismas y nuestros ideales, a nadie más. Al tomar la opción y elección de ser madres decidimos criar a un hijo y en todo caso es con nosotras y esa personita con quien tenemos que quedar bien.
La maternidad debe ser una elección y por ende una gozosa y disfrutable que enriquezca nuestras vidas independientemente del sexo y género de nuestras parejas. Al final de cuentas, para nuestros hijos cada mamá es una súper mamá.
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