Para nosotras, todas las personas que pertenecemos concientemente a alguna disidencia sexual es sumamente importante asumirnos como tal para darnos presencia. Es un acto plìtico y social necesario que nos ayuda a evitarla invisibilidad heterosexista.
En el más común y frecuente de los casos, nuestros padres y madres son, al igual que nosotras, seres sociales. Es decir, tienen su propia red de conocidos, personas con las que conviven con cierta periodicidad y que en el mejor de los casos les dirijen la palabra y les preguntan genuina o políticamente cómo están. Mi madre, para sorpresa mía, todavía conserva en el DF un par de amigas a las que le gusta frecuentar cada dos o tres años cuando viene de visita.
Obviamente también convive en Monterrey con el señor de la tiendita, la señora de las tortillas, los puesteros del mercadito de los viernes, su peluquera y varios de los amigos de mi papá del entrenamiento canino. Toda o casi toda esa gente saben que mis pap.as tienen una hija y por cortesía preguntan por mí.
Como decía, asumirme como lesbiana es un trabajo político y social que hago por mí y por mis hijos. Es un trabajo, sin embargo que sale de mí y toca otras fronteras, otras puertas. Yo me asumo como lesbiana ante las enfermeras y doctores que nos atienden, ante los amigos de mis amigas, ante los papás y mamás de mis conocidas, ante mis parientes y las personas que conozco cada día. Salir del clóset se ha vuelto9 una tarea constante , de todos los días para Crix y para mí. Ahora que se ha vuelto costumbre hay ocasiones en que todavía nos da vergüenza hacerlo, no porque tengamos dudas sobre lo "correcto" o "incorrecto" de nuestra relación, sino por miedo, a veces, a la reacción negativa o agresiva que podamos recibir de la gente.
Por eso estoy orgullosa de mi madre, porque decidió abrir el tema de mi preferencia, mi estatus en pareja y mi condición de lesbiana madre con sus amigas. Las últimas veces que había venido no las llamó, ni las visitó, sin embargo en esta ocasión como orgullosa abuela les habló, les contó y les pidió que nos visitaran.
Me imagino que debió requerir mucho valor de su parte atreverse a decir: "Hola, Fulanita, habla Eli. Estoy de visita en el DF. Soy abuela y por cierto mi hija es lesbiana". Mi mamá, como cualquier otra generación educada como ella le tiene pánico al quñe dirán, pero lo superó y se lo contó a sus amigas.
Mi mamá me contó que platicó con Bety y Gupe por teléfono. Bety, su amiga de la adolescencia, cuando iban juntas a la Prepa 5, ahora es psicóloga alternativa. Se casó a los 38 años y a los 44 adoptó a un niño que ahora es la luz de sus días. Ella lo tomó con naturalidad, fue a visitarnos el martes por la mañana. Los dos bebés le parecieron hermosos y nos llevó un montón de espléndidos regalitos. Pero lo más importante es que se puso a platicar con mi mamá de un montón de anécdotas agradables y se pusieron al día sobre sus respectivas vidas.
Gupe, su amiga de la licenciatura, estudió biología igual que mi madre, se casó y tuvo hijos y solo Dios sabe si ejerce. Ella solía frecuentar más a mi madre, pero dicen que la distancia es el olvido. En fin, ella le preguntó a mi madre que qué había sido de mi vida, si ya me había casado, si había salido yo con algún domingo siete o qué. Mi madre, con su típico humor García le replicó que lo mío había sido Domingo Ocho. Le contó mi madre mi "puntada" de ser lesbiana y tener dos hijos. Así que Gupe, siento que arrastrada más por el morbo que otra cosa, también nos fue a visitar el martes, pero ella en la tarde. Lo primero que notó fue lo flaca que está mi madre. Luego preguntó si sentía yo a los niños como mis hijos. Para evitar tirarme por la ventana con la depresión posparto, mejor me fui a darle de comer a Santiago.
El punto es que como siempre y en todos los casos, habrá quien lo tome bien, quien lo tome mal y quien no sepa cómo tomarlo. Lo bonito es que independientemente de la reacción de las amigas, mi mamá hizo el esfuerzo y se desclosetó para poder compartir algo que ahora es importante en su vida: sus nietos y la familia en la que nacieron.
Sin saberlo, mi madre ha tomado una postura política que hace mi vida más fácil, y hasta cierto punto la de muchas otras que han estado o quieran estar en mi situación. Con un par de simples llamadas mi mamá me ha dejado claro que está a mi lado, que me apoya y que puedo contar con ella independientemente de mis decisiones.
Estoy muy feliz, mis hijos tienen una abuela que los quiere y yo una mamá que es la mejor del mundo.
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