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viernes, septiembre 22, 2006

¿Lesbianas Unidas?

Quisiera pedir una gran disculpa por la impuntualidad de esta semana y espero que no se vaya a repetir. Sin embargo para reponer mi falta del miércoles, aquí está hoy mi aportación, Gracias. atte. Ana de Alejandro
De seguro ya todas y todos ustedes habrán escuchado slogans que rayan ya en la categoría de clichés (lugares comunes) como “Unidos hacemos más”, “Juntos lo lograremos” y la clásica “La unión hace la fuerza”. Yo por ingenua que soy, me tragué a pie juntillas este concepto. Por supuesto, cuando las cosas no van bien es porque “los otros”, “los demás” y “el resto del mundo” no quieren cooperar.
Soy producto (casi aborto) de un sistema escolar cuyo énfasis en el trabajo en equipo la termina dejando a una casi incapacitada para tomar decisiones por sí misma, aunque luego quieran contrarrestar todas las enseñanzas con clases de liderazgo. Nomás termina una mandona y necesitada de colaboradores que quieran corroborar lo buenas que son las ideas propias. Total, que yo siempre me he creído muy literalmente que para emprender proyectos nuevos lo mejor es “todos para uno” (el “uno para todos” es un tanto más complicado).
Estas reflexiones me ha rondado la cabeza durante el último mes. En parte porque ya va a ser el VII Encuentro Lésbico Feminista de Latinoamérica y El Caribe. Esta vez le toca el turno a Chile para ser sede del mismo. Yo sinceramente espero que a ellas les toque más fácil que a nosotras mexicanas, que no haya tantas rencillas, que tengan más puntos en común y de acuerdo. Por lo que les estuve contando la semana pasada con respecto al tiempo como “activista lesbiana” que he pasado en el DF, se podrán dar cuenta de que me ha tocado escuchar muchos puntos de vista. Visiones que se han ido convirtiendo en puntos de desencuentro, en vez de consensos. Yo no sé qué nos pasa aquí. Todavía hace unos meses cuando vino el INEGI a encuestarnos y preguntar a qué nos dedicábamos yo anteponía el “soy activista” al “soy artista”. Ahora en mi autodefinición me queda muy cómodo el decir “soy madre” aunque no sea lo único que haga, porque nos han descalificado tanto a Crix y a mí por “no hacer nada” que ya hasta me duele.
Con lo marcada que está la diferencia entre las lesbianas de “derecha” y las lesbianas de “izquierda”, las discrepancias entre unas y otras sobre “lo que realmente necesitamos y demandamos” las lesbianas, esto ya es un punto muerto de no avanzar. Y eso por no mencionar a las “radicales” y a las “reaccionarias”, ni qué decir de nosotras “blancas, profesionistas, de clase media” que por tratar de entender no entendemos y por tener conocimiento de los puntos de izquierda somos de “centro” o tibias. Y ya saben, según la sabiduría bíblica, lo que nos pasa a las tibias.
Estoy harta de las etiquetas. Nací mujer y eso ya crea una enorme “etiqueta mental” en nuestra cultura. Si además le sumamos lo de “clasemediera”, “joven”, “gorda”, “desempleada”, “regia”, etcétera, todas y todos tenemos que vivir con un montón de etiquetas y prejuicios. Los estereotipos son muy útiles para dividir en clases, sobre todo cuando eres una manzana y quieres separar una golden de una granny o de una red delicious. Pero entre los humanos, a veces tantos estereotipos nos automarginan. Estoy de acuerdo en que es muy importante que cada cual se autodefina y defienda su postura, sobre todo porque eso ayuda a crear conciencia de las necesidades específicas de cada grupo. Si no habemos un grupo de personas recordando a la mayoría que tenemos alguna necesidad específica que necesitamos que sea respetada, quizá no se haga nada al respecto para cambiar las cosas. Sin embargo, empezar a vapulearnos, a desprestigiarnos, a devaluarnos unas a otras nos coloca en el papel de la mayoría gobernante, heteropatriarcal e intransigente. Es decir, cuando un grupo de lesbianas, empieza a atacar a otro por “tibias”, “superficiales”, "panistas", “moderadas”, “closeteras” y no sé cuantas cosas más y las otras responden a las primeras por “radicales”, “rojas”, “izquierdosas”, “revolucionarías wannabe”, “marginadas por opción”, “traileras zapatistas” más lo que se acumule, simplemente terminamos haciéndonos daño a nosotras mismas. Caer en los dimes y diretes es escupir para arriba. Terminamos embarradas de nuestras propias palabras. Si mi hermana y compañera de causa no puede confiar en mí, entonces, ¿en quién lo va a hacer? ¿En el hombre que la oprime? ¿En el sistema que no la respeta? ¿En quién? Y si muchas tienen, o tenemos miedo de dar algún paso radical. Hay quienes todavía quieren pasar por tener una vida “normal”. ¡Pues a respetarlas, caray! Que darles respeto a ellas es respetarnos a nosotras mismas. No podemos andar presionando ni forzando a que ocurra en un día un proceso que a algunas les toma toda la vida. Las que se quieran adelantar en la lucha, que lo hagan, nadie las detiene. Las que se quieren quedar rezagadas, que se queden. Yo pienso que hay muchas luchas, y son muchos los frentes, y también pienso que cada una debe de ser respetada, tanto la que pelea por los derechos civiles de los grupos étnicos minoritarios, como la que pelea por tener un antro al cual ir cada miércoles sin ser molestada. Cada quién tiene sus necesidades y sus expectativas de la vida. Y cada una es válida. “No importa cómo una mujer viva su lesbianismo ─ en el clóset, en la legislatura de estado, o en la recámara. Ella se ha rebelado contra su prostitución al amo esclavista…” Son las palabras de Cheryl Clarke en su ensayo El lesbianismo: Un acto de resistencia. ¿O ahora va a resultar que alguna lesbiana, tan lesbiana y humana como cualquiera de nosotras va a decirle al resto lo que es adecuado para luchar y resistir? Y sí ya sé que sueno, ultra moderada y que va a haber más de alguna que piense que somos personas como yo las que no dejamos que las cosas avancen, pero estoy muy enojada ya de “no hacer suficiente”. ¿Y qué se supone que haga? ¡Que venda todo y tome las redes y siga a las pescadoras de mujeres y almas? Y no, no soy de derecha, ni panista por razones tan simples como que apoyo el derecho a decidir de cada mujer. Decidir en un sentido tan amplio como optar por un aborto u optar por ser madre del hijo que otra engendró. Pero también por su derecho a decidir ser heterosexual, su derecho a decidir prostituirse y su derecho a decidir cómo y con quién vivir (o morir).
Crix y yo hicimos este blog en un esfuerzo por seguir “haciendo algo”. Es nuestro granito de activismo desvirtuado y no validado, pero nuestra esperanza por impactar poco a poquito para que quienes no conocen del todo la cultura lésbica vean que también somos personas y no somos perversas. Nuestro intento porque lo desconocido se vuelva conocido y deje de dar miedo.
Sigo pensando que “la unión hace la fuerza” y realmente creo que entre más personas nos unamos en este esfuerzo por aceptar la diversidad, más fácil será para todas y todos vivir en armonía. Espero que algún día las lesbianas encontremos la unidad.

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