Esta es la segunda parte de nuestra historia. Realmente espero no herir susceptibilidades y les recuerdo que fue mi punto de vista y cómo lo viví yo. Ahora bien, espero que disfruten el desenlace que en realidad es el inicio de la aventura más importante de nuestras vidas. Crix, te quiero mucho aunque seas indecisa.
Era una noche templada de otoño. Sábado 17 de octubre de 2002. En los
escalones del porche en la entrada principal estaban ellas dos sentadas. Solas.
Close up a sus caras sonrojadas y al intercambio de miradas cómplices y coquetas
que decían más de lo que verbalizaban. Zoom in a la rodilla de Ana donde
reposaba la mano chiquita de Crix con intenciones de seguir subiendo.
Flashback en la memoria de Ana.
Regresé de España el 10 de junio de 2002. Mi más grande anhelo era encontrarme con Crix en el DF y pasar ahí unos días antes de enfrentar el regreso de golpe a Monterrey. Pero la vida (y yo creo que un poco mi Tía Meña) no quiso que las cosas fueran así, por lo que Cloty y yo nos vimos forzadas a viajar directo a Monterrey tras una breve estancia de cuatro horas en el DF.
Al llegar a mi casa, me encontré con un comité de bienvenida representado por tres de mis amigos más cercanos a los cuales cordialmente ignoré para poder hablarles por teléfono a Crix y Myrna.
El verano fue intenso. Myrna y yo retomamos una amistad que habíamos dejado en stand by durante la primera parte de su matrimonio. Por otra parte, con Crix recuperé todo el tiempo perdido y no me separé de ella ni un instante previendo que sería difícil aceptar su ausencia cuando volviera a Las Cruces en agosto... Y así fue
En julio conocí a Peña y nos hicimos novios, pero casi nunca salíamos solos, yo siempre llevaba a Crix o a Myrna. Yo quería estar con Crix todo el tiempo, incluso le coqueteaba abierta y descaradamente, esperando, claro, que ella no hiciera nada... o lo hiciera todo. Antes de que volviera a Las Cruces le pedí que se quedara a dormir en mi casa. Nunca aceptó, salvo un día que salió con su ex. Obviamente solo dormimos y recordé los tiempos de Chiapas en que me insistía en que yo no era su tipo.
Un día, poco después de que se fue, Myrna y yo salimos con Peña a casa de alguno de sus amigos “ultra nice”. Myrna y yo andábamos en plan de confidencias y sin ánimo de platicar con las otras novias de adorno de los amigos de Peña. En medio de un momento que yo estaba quejándome de las otras novias y de cuánto me chocaría ser una esposita y ya, Myrna me preguntó si no estaba enamorada de él. Obvio, no.
--- ¿Extrañas a Rubén, entonces?
--- Bueno, siempre lo voy a extrañar, pero es distinto, no encajamos ni nos respetamos
--- ¿Entonces, en quién estás pensando?
--- En Criseida
--- ¡Cómo!
--- En España me di cuenta de que me gusta Criseida, no solo eso, quiero con ella
--- Ya lo veía venir... y ella se ve que también quiere contigo
--- No, ella solo tiene ojos para su ex
Así que a partir de ese momento, cada que veía yo a Crix en el messenger era yo la típica niña tonta tratando de ligar de lejos. Incluso, me invitó a Las Cruces, y yo, tonta de mí, perdí mi pasaporte.
Entonces, llegó octubre. A mí me encantan las tradiciones y rituales. Carmen, una compañera de la secundaria, y yo, teníamos la tradición de celebrar nuestros cumpleaños juntas y con quien fuera que cumpliera años en octubre. Ese año fuimos nosotras dos y su entonces novio. Obviamente para ese momento Peña se había hartado de mi indiferencia y habíamos terminado un mes atrás.
Yo invité a TODOS y TODAS mis conocidas a la fiesta. A mis pretendidos, a mis pretendientes, a mis amigas y amigos, a mis compañeros de la universidad y a Criseida. La fiesta sería el 17 de octubre, un sábado que yo sabía coincidía con el Fall Break de Crix. Pero ella dijo que no podría ir.
El jueves o viernes ntes de la fiesta, mi amigo Luis y yo fuimos a que nos leyeran las cartas. La señora me avisó que sería una fiesta muy intensa que cambiaría mi vida por completo. Ingenuamente yo creí que un chico que había conocido me pediría salir.
Crix y yo teníamos, desde Chiapas, un ritual de despedida para viajes y ocasiones especiales. Fingíamos ser personajes de película y decirnos: “Nunca te vayas sin decir te quiero”. El viernes por la mañana me habló Carmen por teléfono y me dijo: “Dice Crix que te quiere”. En ese momento supe que estaría en Monterrey.
Cuando la vi conectada en messenger le pregunté: “¿Cuándo llegaste?” Y tan natural me contestó que en la mañana. Ella pretendía fingir que seguía en Las Cruces y caerme de sorpresa en la fiesta del sábado, pero no aguantamos y quedamos en salir el viernes en la noche.
Claro que aquí entraba la parte realmente confusa, porque tuve que irla a recoger a casa de su ex. Myrna nos acompañó. Primero fuimos a una seudocantina. Cuando Crix se paró al baño, Myrna me vio a los ojos y me dijo, “se nota mucho cuánto se gustan”. Yo me emocioné, pero el factor “ex” era muy desconcertante. Luego fuimos a una disco, el Koko Loko, allí Crix se topó con la “ex” que fingió no conocerla y como se enojó mucho, mejor nos fuimos. Terminamos, como suele ser, en unos tacos, tratando de ahogar nuestras penas entre tacos de bisteck y trompo (o sea, carne de cerdo al pastor”).
Crix había prometido pasar todo el sábado conmigo en los preparativos de la fiesta, pero no fue así. Ese día le tocó salir con Martha, la hasta entonces “amor de su vida”. Llegaron juntas a mi casa, y yo no supe si reír o llorar, pero yo me concentré en arreglarme para la fiesta. Usando una burda artimaña de seducción, le pedí a Crix que me acompañara al cuarto. Allí me quité la blusa y le pregunté qué cosa se me vería mejor. Ella se veía nerviosa y se notaba que quería salir corriendo, lo cual, eventualmente, hizo.
Así que seguí el Plan B: ignorarla. Salí, le repartí a todo mundo un jarrito que colgué de un hilo a sus cuellos, repartí mesteño (un mezcal que se hace en San Luis de la misma familia y sabor que el tequila) a diestra y siniestra, sin ton ni son. Yo procuré que todo mundo estuviera tan borracho y feliz como se pudiera.
Luego, mística que soy, me puse a leerle las cartas a quien me lo pidiera, excepto a Crix que para ese momento se había puesto celosa de la atención que yo le prodigaba a uno de mis invitados y a Martha. Cuando creí que ya era suficiente, me acerqué a ella, le llené un jarrito de mesteño y salimos a sentarnos en las escaleras de la entrada, aprovechando que el porche había quedado semidesierto y la fiesta seguía adentro.
Ella me regañó. Me dijo que yo era una coqueta que prendía el boiler y no me metía a bañar. Yo me reí. Luego, me dijo que para qué perdía el tiempo con güeyes poser de los que luego me iba a quejar. Y finalmente remató con una frase que ha ganado categoría de clásico en las guarradas lésbicas. “Ándale, Anita, yo tengo las manos chiquitas”. Eso, claro, mientras subía su mano de mi rodilla a mi muslo, que fue cuando la tomé entre las mías y le dije: “Ahorita no, pero quédate esta noche y ya veremos qué pasa”.
El momento mágico fue interrumpido cuando nuestro amigo Héctor salió a buscarnos. Yo regresé a la fiesta y ellos se quedaron platicando. Antes de un par de horas, Crix me avisó que se iba, que su primo la llevaba a su casa. Yo levanté la ceja y le dije: “Tú sabes”. Se fue.
A la mañana siguiente, domingo, le mandé un mail con una frase muy simple: “Just explain me”. Nos vimos antes de que lo leyera. Pasamos todo el día juntas y con su amigo Adrián y no mencionó en todo el día lo de la noche anterior.
Ella regresaba a Las Cruces el lunes a mediodía, así que la acompañé en la mañana, mientras hacía su maleta. Intercambiamos cartas, hasta ese momento ella solo había dicho que era mala idea “erotizar amistades”. Así que yo en mi carta le puse que la quería mucho, que ella sabía lo que hacía y que yo respetaba sus decisiones.
De vuelta en nuestras vidas normales, yo comencé a frecuentar más a Martha con quien a veces me juntaba a coser mientras ella tejía. También salíamos con el primo de Crix.
El verano fue intenso. Myrna y yo retomamos una amistad que habíamos dejado en stand by durante la primera parte de su matrimonio. Por otra parte, con Crix recuperé todo el tiempo perdido y no me separé de ella ni un instante previendo que sería difícil aceptar su ausencia cuando volviera a Las Cruces en agosto... Y así fue
En julio conocí a Peña y nos hicimos novios, pero casi nunca salíamos solos, yo siempre llevaba a Crix o a Myrna. Yo quería estar con Crix todo el tiempo, incluso le coqueteaba abierta y descaradamente, esperando, claro, que ella no hiciera nada... o lo hiciera todo. Antes de que volviera a Las Cruces le pedí que se quedara a dormir en mi casa. Nunca aceptó, salvo un día que salió con su ex. Obviamente solo dormimos y recordé los tiempos de Chiapas en que me insistía en que yo no era su tipo.
Un día, poco después de que se fue, Myrna y yo salimos con Peña a casa de alguno de sus amigos “ultra nice”. Myrna y yo andábamos en plan de confidencias y sin ánimo de platicar con las otras novias de adorno de los amigos de Peña. En medio de un momento que yo estaba quejándome de las otras novias y de cuánto me chocaría ser una esposita y ya, Myrna me preguntó si no estaba enamorada de él. Obvio, no.
--- ¿Extrañas a Rubén, entonces?
--- Bueno, siempre lo voy a extrañar, pero es distinto, no encajamos ni nos respetamos
--- ¿Entonces, en quién estás pensando?
--- En Criseida
--- ¡Cómo!
--- En España me di cuenta de que me gusta Criseida, no solo eso, quiero con ella
--- Ya lo veía venir... y ella se ve que también quiere contigo
--- No, ella solo tiene ojos para su ex
Así que a partir de ese momento, cada que veía yo a Crix en el messenger era yo la típica niña tonta tratando de ligar de lejos. Incluso, me invitó a Las Cruces, y yo, tonta de mí, perdí mi pasaporte.
Entonces, llegó octubre. A mí me encantan las tradiciones y rituales. Carmen, una compañera de la secundaria, y yo, teníamos la tradición de celebrar nuestros cumpleaños juntas y con quien fuera que cumpliera años en octubre. Ese año fuimos nosotras dos y su entonces novio. Obviamente para ese momento Peña se había hartado de mi indiferencia y habíamos terminado un mes atrás.
Yo invité a TODOS y TODAS mis conocidas a la fiesta. A mis pretendidos, a mis pretendientes, a mis amigas y amigos, a mis compañeros de la universidad y a Criseida. La fiesta sería el 17 de octubre, un sábado que yo sabía coincidía con el Fall Break de Crix. Pero ella dijo que no podría ir.
El jueves o viernes ntes de la fiesta, mi amigo Luis y yo fuimos a que nos leyeran las cartas. La señora me avisó que sería una fiesta muy intensa que cambiaría mi vida por completo. Ingenuamente yo creí que un chico que había conocido me pediría salir.
Crix y yo teníamos, desde Chiapas, un ritual de despedida para viajes y ocasiones especiales. Fingíamos ser personajes de película y decirnos: “Nunca te vayas sin decir te quiero”. El viernes por la mañana me habló Carmen por teléfono y me dijo: “Dice Crix que te quiere”. En ese momento supe que estaría en Monterrey.
Cuando la vi conectada en messenger le pregunté: “¿Cuándo llegaste?” Y tan natural me contestó que en la mañana. Ella pretendía fingir que seguía en Las Cruces y caerme de sorpresa en la fiesta del sábado, pero no aguantamos y quedamos en salir el viernes en la noche.
Claro que aquí entraba la parte realmente confusa, porque tuve que irla a recoger a casa de su ex. Myrna nos acompañó. Primero fuimos a una seudocantina. Cuando Crix se paró al baño, Myrna me vio a los ojos y me dijo, “se nota mucho cuánto se gustan”. Yo me emocioné, pero el factor “ex” era muy desconcertante. Luego fuimos a una disco, el Koko Loko, allí Crix se topó con la “ex” que fingió no conocerla y como se enojó mucho, mejor nos fuimos. Terminamos, como suele ser, en unos tacos, tratando de ahogar nuestras penas entre tacos de bisteck y trompo (o sea, carne de cerdo al pastor”).
Crix había prometido pasar todo el sábado conmigo en los preparativos de la fiesta, pero no fue así. Ese día le tocó salir con Martha, la hasta entonces “amor de su vida”. Llegaron juntas a mi casa, y yo no supe si reír o llorar, pero yo me concentré en arreglarme para la fiesta. Usando una burda artimaña de seducción, le pedí a Crix que me acompañara al cuarto. Allí me quité la blusa y le pregunté qué cosa se me vería mejor. Ella se veía nerviosa y se notaba que quería salir corriendo, lo cual, eventualmente, hizo.
Así que seguí el Plan B: ignorarla. Salí, le repartí a todo mundo un jarrito que colgué de un hilo a sus cuellos, repartí mesteño (un mezcal que se hace en San Luis de la misma familia y sabor que el tequila) a diestra y siniestra, sin ton ni son. Yo procuré que todo mundo estuviera tan borracho y feliz como se pudiera.
Luego, mística que soy, me puse a leerle las cartas a quien me lo pidiera, excepto a Crix que para ese momento se había puesto celosa de la atención que yo le prodigaba a uno de mis invitados y a Martha. Cuando creí que ya era suficiente, me acerqué a ella, le llené un jarrito de mesteño y salimos a sentarnos en las escaleras de la entrada, aprovechando que el porche había quedado semidesierto y la fiesta seguía adentro.
Ella me regañó. Me dijo que yo era una coqueta que prendía el boiler y no me metía a bañar. Yo me reí. Luego, me dijo que para qué perdía el tiempo con güeyes poser de los que luego me iba a quejar. Y finalmente remató con una frase que ha ganado categoría de clásico en las guarradas lésbicas. “Ándale, Anita, yo tengo las manos chiquitas”. Eso, claro, mientras subía su mano de mi rodilla a mi muslo, que fue cuando la tomé entre las mías y le dije: “Ahorita no, pero quédate esta noche y ya veremos qué pasa”.
El momento mágico fue interrumpido cuando nuestro amigo Héctor salió a buscarnos. Yo regresé a la fiesta y ellos se quedaron platicando. Antes de un par de horas, Crix me avisó que se iba, que su primo la llevaba a su casa. Yo levanté la ceja y le dije: “Tú sabes”. Se fue.
A la mañana siguiente, domingo, le mandé un mail con una frase muy simple: “Just explain me”. Nos vimos antes de que lo leyera. Pasamos todo el día juntas y con su amigo Adrián y no mencionó en todo el día lo de la noche anterior.
Ella regresaba a Las Cruces el lunes a mediodía, así que la acompañé en la mañana, mientras hacía su maleta. Intercambiamos cartas, hasta ese momento ella solo había dicho que era mala idea “erotizar amistades”. Así que yo en mi carta le puse que la quería mucho, que ella sabía lo que hacía y que yo respetaba sus decisiones.
De vuelta en nuestras vidas normales, yo comencé a frecuentar más a Martha con quien a veces me juntaba a coser mientras ella tejía. También salíamos con el primo de Crix.
En el messenger, la tensión entre Crix y yo era evidente. Yo me sentía frustrada, así que a veces era muy seca y le contaba lo divertido que era salir con su muy querida Martha, y otras era sumamente cariñosa para que viera lo que se había perdido.
Hacia finales de noviembre, pretendió ponerme un ultimatum: “O Martha o yo”. Y yo le contesté que no era mi dueña, que no podía decirme con quien salir, ni mucho menos decidir a quién era sano que yo viera y a quién no. En el punto más dramático, le recordé que si yo no podía tenerla a ella, quería al menos estar con la gente con la que ella había convivido en Monterrey para sentirla cerca.
Algunos días después resultó también que Crix le dijo a su primo que no anduviera en su gallinero y que dejara en paz a sus gallinas. A mí casi me da un infarto. No quería “erotizar nuestra amistad”, pero me consideraba “su gallina”.
De vuelta al messenger: “Mi estimada Crix, te sientas tú como te sientas, no sé qué chingados estés tratando de salvar. Por mucho que tú no quieras 'erotizar la amistad' yo siento muchas cosas por ti, más allá de la simple amistad y prefiero arriesgarme porque esto ya se lo llevó la chingada”. Claro, todo eso en un rapidín desde la compu de Martha, mientras ella fue al baño.
Finalmente llegó diciembre y Crix volvió para las vacaciones de invierno. Myrna, sus niños y yo, fuimos a recibirla al aeropuerto, donde también la mamá pasó por ella. Nos reunimos para comer. Allí la señora le comentó a Crix que se notaba que nos comunicábamos con la mirada. Quedamos de vernos esa noche en una exposición que tenía su mamá.
Myrna y yo nos fuimos por nuestro lado y Crix se fue a arreglar para ir a ver, ¡claro!, a su ex. Bueno, se supone que otra vez ya era su novia. En la noche nos encontramos, primero llegamos Myrna y yo, luego la mamá y la hermana de Crix y al final, muy recién bañada ella. Yo me quise morir, pero no dije nada. De allí nos fuimos a una exposición que me invitó el primo de Crix.
Mientras yo recorría la exposición y tonteaba con un amigo del primo, Myrna le dijo a Crix que no fuera tonta, que viera lo maravillosa (Myrna me estima) que yo soy y que no jugara con mis sentimientos. Por supuesto, yo imaginaba la conversación y por eso vi hasta tres veces las pinturas.
Dimos un par de vueltas más por la ciudad y ya cuando fue muy tarde, decidimos seguir la juerga en mi casa. El primo le cayó con sus amigos, yo invité a otro amigo y pasé a dejar a Myrna a su casa. Crix invitó a su hermana que terminó dormida en mi cama.
Crix y yo continuamos lo que quedó pendiente en octubre. Cuando todo mundo se fue, me besó. Y así pasamos toda la noche, besándonos idílicamente y yo en las nubes, imaginando lo lindas que serían esas vacaciones juntas, finalmente juntas.
La llevé a su casa (y a su hermana también) a las siete de la mañana. Quedamos que la primera que despertara le hablaría a la otra. Yo me desperté temprano por la emoción y le llamé a Myrna para contarle. Le conté que me dijo que me quería y que quería estar conmigo y que lo deseaba desde hacía mucho. Y yo emocionada hablaba y hablaba y hablaba.
Después le llamé a Crix. Me dijo que nos veíamos en un rato. Yo mientras me arreglé y pasé por Myrna. Luis nos invitó a una fiesta esa noche. Pasaron las horas y de Crix ni sus luces. Como a las nueve de la noche le marqué y me dijo que iba con Adrián (su amigo), camino a mi casa. Le pregunté si había hablado con su novia, me dijo que no. Se había arrepentido, no había hablado con su novia ni lo iba a hacer. Ni íbamos a pasar unas lindísimas vacaciones. No nada.
Yo me enfurecí, pero traté de disimularlo y fuimos a la fiesta que nos invitó Luis. Le disimulé muy mal, porque camino a la fiesta iba yo tan ofuscada que tomé un tramo de Vasconcelos hacia Chipinque en contra (para quien no sepa: oscuro, montañas, peligroso). Yo sólo me reí de nervios, pero creo que a nadie le hizo gracia.
Así pasaron los días. Tratándonos como amigas, como si nada. Me explicó que “no era su momento” que todo estaba “complicado” que su vida era un tren y no terminaba de llegar a la estación. ¿Huh? ¡Alguien que me explique por favor!
Mi primo se casaba en México el 20 de diciembre y yo la invité, pero me dijo que la graduación de Adrián era más importante. A buena entendedora, pocas palabras y me vine una semana a despejarme.
Al volver a Monterrey, Crix seguía en su plan de “si te conocí, no me acuerdo”. Así que decidí, hacer de tripas corazón e ir por el mejor postor que en ese momento era precisa y coincidentemente su primo. Nos coquetéabamos y eso evidentemente emputaba a Crix, lo cual yo disfrutaba.
Una mañana, el 30 de diciembre, me habló Crix y me dice:
--- Mi mamá quiere conocer a mi novia, así que vamos a hacer una carne asada
--- Ah, órale, pes que les vaya bonito, ¿no?
--- Es que necesito que vengas para que vea que mis amigos la aceptan y que todo es muy normal
--- Bueno, va, si tu primo va, yo voy
Y ahí quedaron las cartas sobre la mesa, si ella andaba con su novia, yo andaba con quien quisiera.
Se fue de regreso a Las Cruces el 4 de enero. Ese día comencé a salir con su primo. Pero, y aunque haya quien lo dude, jugar con sentimientos ajenos no es realmente lo mío, así que antes de un mes di por finiquitados TODOS mis asuntos en Monterrey y me mudé al DF. Llegué aquí el 29 de enero de 2003.
Al principio pasaba horas conectada al messenger, y buscaba todo lo que pudiera aprender sobre lesbianismo. Crix justificaba su actitud diciendo que al fin y al cabo yo era buga (heterosexual) porque me puse a salir con su primo. Así que yo estaba más que dispuesta a demostrar que yo podía ser más lesbiana como la que más.
Todo febrero y marzo fueron meses de búsqueda y di con un grupo de jóvenes lesbianas que me sirvió para conocer a mi primera amiga lesbiana en el DF. Además, como vive por mi casa me presentó a todos y todas sus amigas y me sentí bienvenida.
A principios de marzo, la novia de Crix me dijo por messenger que no me hiciera ilusiones y que comprendiera que lo que Crix tenía con ella no era comparable con lo que podía tener conmigo. Yo esa vez decidí que era suficiente. Si Crix no me quería, tampoco le iba yo a rogar, así que las bloqueé a las dos. Cuando Crix se dio cuenta entendió que no estaba jugando. Yo no la iba a poner a escoger, yo escogí por ella no estar en su vida mientras estuviera con su novia.
Unos días después me llamó por teléfono y me informó que ya había terminado con ella y que esta vez sí iba en serio. Por azares del destino nos encontramos en Monterrey a finales de marzo. Otro momento vergonzoso para mí, porque Myrna felicitó a Crix pensando que ya éramos novias. A lo que Crix la miró feo y yo tuve que explicar: “No, Myrna, yo te dije que ya había cortado con su ex, no que ya anduviera conmigo”. Myrna le dijo que si ya no había obstáculos no veía qué la detenía, la verdad yo tampoco, pero miren que hay que tenerle paciencia a esta mujer. Y todavía se preguntaba por qué andaba yo tan fría con ella.
Volvimos a nuestras respectivas ciudades y un día, el primero de abril, me llama por teléfono:
--- Te aviso que ya tomé mi decisión, te la mandé en una carta
--- ¿Me podrías decir cuál es? Es que tu carta va a tardar dos semanas en llegar
--- Ah, pues que sí quiero que seas mi novia
¡Vaya con la niña! Al menos tuvo la decencia de avisarme, ¿no?
Así duramos nueve meses de novias. Ocasionalmente nos veíamos en Monterrey o aquí. Hasta diciembre de 2003 que llegó para quedarse. Hicimos nuestros votos (boda, unión, casamiento simbólico) el 2 de enero de 2004, pero esa ya es otra historia.
1. En la primera foto, está Crix en el verano de 2002, justo cuando las cosas estaban más candentes que nunca. Foto tomada pocos días antes de su partida a Nuevo México.
2. De esta Ana se enamoró Crix... y el mundo entero. Fue tomada una semana después de mi fiesta de cumpleaños aquel otoño del 2002.
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Faltan 13 días para la llegada de Diego y Santiago!!!! (mi exorcismo)
5 comentarios:
¡Qué historia de amor más loca!, pero bonita. ¿Para que ver esa tontera de L Word si la vida real es más interesante?. Las felicito.
KE HERMOSA HISOTIRA! GRACIAS X COMPARTIRLA CON NOSOTRAS!!! KE SEGUIMOS SUS VIDAS Y SPERAMOS ANSIOSAS LA LLEGADA DE LOS BEBES!!! KE TODO SALGA BIEN Y MILES DE BENDICIONES PARA LOS 4!
Chida historia Ana... Es bueno que nos actualices porque había partes nubladas que no recordaba.. jajaja
me da gusto saber que, después de años y años de conocernos, la persona REALMENTE CAMBIA y se convierte en alguien maduro!
FELICIDADES
PS. Ya quiero ver a mis sobrinitos
Tío Ricky
Soy una seguidora buga, di con su página por recomendación de una excelente amiga lesbiana a quien admiro, respeto y aprecio, a sabiendas de mi respeto por la diversidad, me recomendó su página, y creo necesario expresar la grata impresión que me deja cada vez que la visito.
Espero con ansias conocer los promenores de esta singular historia y empaparme un poco más de su filosofía de vida, que si bien soy una mujer heterosexual, estoy convencida que el amor que se pueden llegar a profesar dos mujeres es tan intenso como auténtico.
Venga un abrazo de esta servidora desde tierras regias, felicidades por su valor y por compartir con mucho orgullo un pedazo de su vida, así como de su identidad que las define y distingue al mismo tiempo.
Que esa dulce espera se vea pronto coronada con harta felicidad. Así sea.
Con aprecio
Rebeca Martínez
claudiarebeca@hotmail.com
Hace tiempo no encontraba algo que me cautivara, la narrativa y el enlace las historias contadas por las partipantes hace atractiva y atrapante la lectura. Solo puedo humildemente desearles armonia y equililbrio en sus vidas.
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